El balance final de la batalla (Capítulo 25 y final)
Con la retirada de las últimas unidades del Ejército de
la tiranía de Las Mercedes quedó derrotada de forma aplastante y
definitiva la gran ofensiva enemiga contra el territorio rebelde del
Primer Frente de la Sierra Maestra, durante la cual el mando militar de
la dictadura lanzó sus más poderosos recursos, en un intento final por
destruir el núcleo central guerrillero. El valor, la tenacidad, el heroísmo y la capacidad de
los combatientes rebeldes en la férrea y organizada defensa de las
posiciones, y la aplicación contundente de todas las formas tácticas de
acción de la guerrilla, desbarataron la ofensiva en 74 días de incesante
e intenso batallar. Dentro de esa brillante actuación de todos nuestros
combatientes, contribuyeron en particular a este desenlace victorioso,
un grupo de aguerridos y eficientes capitanes que actuaron en la primera
línea de combate, con inteligencia y coraje, al frente de sus hombres. En este balance final es obligado destacar, en primer
lugar, al Che y Camilo, quienes cumplieron cabalmente con su papel de
ser mis principales lugartenientes en diferentes momentos, así como a
Andrés Cuevas, Ramón Paz, Daniel, Angelito Verdecia, Ramiro Valdés,
Guillermo García, Lalo Sardiñas y Pinares, entre otros. Como escribí en el parte leído por Radio Rebelde el
7 de agosto, apenas al día siguiente de concluida la Batalla de Las
Mercedes: La ofensiva ha sido liquidada. El más grande esfuerzo
militar que se haya realizado en nuestra historia Republicana, concluyó
en el más espantoso desastre que pudo imaginarse el soberbio Dictador,
cuyas tropas en plena fuga, después de dos meses y medio [de] derrota en
derrota, están señalando los días finales de su régimen odioso. La
Sierra Maestra está ya totalmente libre de fuerzas enemigas. La derrota de la ofensiva enemiga, después de 74 días de
incesante combate, significó el viraje estratégico de la guerra. A
partir de ese momento la suerte de la tiranía quedó definitivamente
echada, en la medida en que se hacía evidente la inminencia de su
colapso militar. Ese mismo día redacté una carta dirigida al mayor
general Eulogio Cantillo, quien dirigió toda la campaña enemiga desde el
puesto de mando de la zona de operaciones, asentado en Bayamo. Le
confirmé a Cantillo que se encontraban en poder de nuestras fuerzas
alrededor de 160 soldados prisioneros, entre ellos muchos heridos, y que
estábamos en disposición de establecer de inmediato las negociaciones
pertinentes para su entrega. Tras complicadas gestiones, esta segunda
entrega de prisioneros se efectuó varios días después en Las Mercedes. En el curso de esos 74 días de intensos combates para el
rechazo y la derrota de la gran ofensiva enemiga, nuestras fuerzas
sufrieron 31 bajas mortales. Las noticias tristes no amilanaron nunca el
espíritu de nuestras fuerzas, aunque la victoria nos supo amarga muchas
veces. Aún así, la pérdida de combatientes pudo ser muy superior,
teniendo en cuenta la intensidad, duración y violencia de las acciones
terrestres y los ataques aéreos, si no lo fueron se debió a la
extraordinaria pericia alcanzada por nuestros guerrilleros en la agreste
naturaleza de la Maestra y por la solidaridad de unos rebeldes con
otros. Muchas veces, heridos graves salvaron su vida, en primer lugar,
porque sus compañeros hicieron lo imposible por trasladarlos a donde
pudieran asistirlos los médicos, y todo, a pesar de lo abrupto del
terreno y el silbido de las balas en medio de los combates. A lo largo de estas páginas he ido mencionando los
nombres de los caídos, pero quiero relacionarlos de nuevo a todos aquí
para ofrecer de una sola vez el cuadro completo de nuestros mártires,
merecedores del eterno recuerdo de respeto y admiración de todo el
pueblo. Ellos son: Comandantes: Andrés Cuevas, Ramón Paz y René Ramos
Latour, Daniel. Capitanes: Ángel Verdecia y Geonel Rodríguez. Tenientes: Teodoro Banderas, Fernando Chávez, El
Artista, y Godofredo Verdecia. Combatientes: Misaíl Machado, Fernando Martínez, Albio
Martínez, Wilfredo Lara, Gustavo; Wilfredo González,
Pascualito; Juan de Dios Zamora, Carlos López Mas, Eugenio Cedeño,
Victuro Acosta, El Bayamés; Francisco Luna, Roberto Corría, Luis
Enrique Carracedo, Elinor Teruel, Juan Vázquez, Chan Cuba;
Giraldo Aponte, El Marinero; Federico Hadfeg, Felipe Cordumy,
Lorenzo Véliz, Gaudencio Santiesteban, Nicolás Ul, Luciano Tamayo, Ángel
Silva Socarrás y José Díaz, El Galleguito. Colaboradores campesinos: Lucas Castillo, otros miembros
de su familia, e Ibrahim Escalona Torres. Honor y gloria eterna, respeto infinito y cariño para
los que cayeron entonces. El enemigo sufrió más de 1 000 bajas, de ellas más de
300 muertos y 443 prisioneros, y no menos de cinco grandes unidades
completas de sus fuerzas fueron aniquiladas, capturadas o
desarticuladas. Quedaron en nuestro poder 507 armas, incluidas dos
tanques, 10 morteros, varias bazucas y 12 ametralladoras calibre 30. A todo ello habría que añadir el efecto moral de este
desenlace y su trascendencia en la marcha de la guerra: a partir de ese
momento, la iniciativa estratégica quedaba definitivamente en manos del
Ejército Rebelde, dueño absoluto, además, de un extenso territorio al
que el enemigo no intentaría siquiera volver a penetrar. La Sierra
Maestra, en efecto, quedaba liberada por siempre. La victoria sobre la gran ofensiva enemiga del verano de
1958 marcó el viraje irreversible de la guerra. El Ejército Rebelde,
triunfante y extraordinariamente fortalecido por la enorme cantidad de
armas conquistadas, quedó en condiciones de iniciar su ofensiva
estratégica final. Con estos acontecimientos se abrió una nueva y última
etapa en la guerra de liberación, caracterizada por la invasión al
centro del país, la creación del Cuarto Frente Oriental y del Frente de
Camagüey. La lucha se extendió a todo el país. La gran ofensiva final
del Ejército Rebelde condujo, con la fulminante campaña de Oriente y de
Las Villas, a la derrota definitiva del Ejército de la tiranía y, en
consecuencia, al colapso militar del régimen batistiano y la toma del
poder por la Revolución triunfante. En la contraofensiva victoriosa de diciembre de ese año,
se decidió el triunfo con alrededor de 3 000 hombres equipados con armas
arrebatadas al enemigo. Las columnas del Che y de Camilo, avanzando por las
llanuras del Cauto y de Camagüey, llegaron al centro del país. La
antigua Columna 1 de nuevo entrenó más de 1 000 reclutas en la escuela
de Minas de Frío, y con jefes que surgían de sus propias filas, tomaron
los pueblos y ciudades en la Carretera Central entre Bayamo y Palma
Soriano. Nuevas tanquetas T-37 fueron destruidas, los tanques pesados y
la aviación de combate no pudieron impedir la toma de ciudades cientos
de veces mayores que el pobladito de Las Mercedes. En su avance, a la Columna 1 se le unieron las fuerzas
del Segundo Frente Oriental Frank País. Así ocupamos la ciudad de Palma
Soriano el 27 de diciembre de 1958. Exactamente el 1ro. de enero de 1959 —la fecha señalada
en carta a Juan Almeida antes de iniciarse la última ofensiva de la
dictadura contra la Sierra Maestra—, la huelga general revolucionaria,
decretada a través de Radio Rebelde desde Palma Soriano, paralizó al
país. El Che y Camilo recibieron órdenes de avanzar por la Carretera
Central hacia la capital, y no hubo fuerzas que hicieran resistencia. Cantillo, en reunión conmigo, con Raúl y Almeida
reconoció que la dictadura había perdido la guerra, pero poco después
desarrolló en la capital maniobras golpistas, contrarrevolucionarias y
pro imperialistas e incumplió las condiciones pactadas para un
armisticio. A pesar de ello, en tres días estaban a nuestra disposición
las 100 000 armas y los barcos y aviones que poco antes habían apoyado y
permitido la fuga del último batallón que penetró en la Sierra Maestra. Pusimos en libertad, sin condición alguna, a los
prisioneros de guerra, a quienes respetamos la vida, cuidamos su salud
cuando estaban heridos y protegimos en medio de los combates. Entramos en la capital el 8 de enero de 1959, me hubiera
gustado que muchos de aquellos militares profesionales que no eran
culpables y tenían cualidades se hubieran unido a nosotros, pero ya no
fue posible. Una marea de pueblo revolucionario se incorporó a nuestra
tropa y, junto a los veteranos del Moncada, el Granma, el llano y
la Sierra, nutrió de gente sana, nueva y pujante las filas de lo que
poco tiempo después serían nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias. La
vida, al fin, desbordaba predicciones y sueños. El 11 de noviembre de 1958 había salido de La Plata con
30 hombres armados y 1 000 reclutas desarmados a conquistar la patria
anhelada por los mambises, con el propósito de que esta vez sí
entraríamos a Santiago. El 1ro. de enero de 1959, tras la epopeya
escrita en montañas, campos y ciudades, nada pudo impedir el triunfo de
la independencia definitiva y la justicia en Cuba. |