La Batalla de Las Mercedes: los
primeros cuatro días
(Capítulo 23)
En primer lugar, la operación de Las Mercedes debía
desarrollarse en un terreno de características diferentes. El relieve en
Las Mercedes, si bien no era completamente llano, era mucho menos
accidentado que en el interior de la montaña. El pequeño poblado de Las
Mercedes, donde se encontraba acampada la fuerza enemiga, estaba rodeado
casi en su totalidad por pequeñas ondulaciones o colinas de potreros, en
su mayoría, desprovistas de monte. Por el suroeste, los altos de La
Güira —donde Cuevas había sostenido un exitoso combate el 19 de junio— y
de Jigüe —otro Jigüe, por supuesto, no el de la gran batalla del Sur—
cerraban en arco el panorama. Por el sureste, a partir del mismo
caserío, el terreno se elevaba de forma repentina hacia el alto de El
Moro y, más allá, la loma de El Gurugú, posiciones que habían sido
ocupadas en momentos anteriores por escuadras de Raúl Castro Mercader y
otros capitanes rebeldes en la subida hacia el firme de la Maestra en la
zona de San Lorenzo. Sin embargo, al Este, el terreno se deslizaba
súbitamente hacia el llano, con destino a la zona de Bajo Largo y, más
allá, El Jíbaro y Jibacoa. Hacia el Norte, Las Mercedes eran separadas
del llano por el largo arco de la loma de La Herradura, donde había
hecho su primera resistencia efectiva la escuadra de Angelito Verdecia
el primer día de la ofensiva enemiga por este sector. En segundo lugar, partiendo de la premisa de que
cualquier refuerzo que intentara socorrer a una tropa sitiada en Las
Mercedes utilizaría con mayor probabilidad el camino de carros desde
Estrada Palma y el Cerro hasta este poblado, la operación contra el
refuerzo tendría que desarrollarse en un terreno completamente llano y
desprovisto de vegetación boscosa significativa. Y en tercer lugar, las mismas características del
terreno y la existencia de este camino permitirían al enemigo utilizar
todos los medios mecanizados de que pudiera disponer en ese refuerzo.
Estoy refiriéndome no solo a camiones y tanques ligeros, sino también,
pesados. Era una posibilidad bien concreta que necesariamente tenía que
figurar en nuestros planes. En consecuencia, debíamos sacar el mayor
provecho a cuantas minas pudiésemos plantar en el camino, y a cuantas
bazucas de las capturadas empleáramos, para lo cual el gran
inconveniente era la falta de personal entrenado en el uso de esta arma. El régimen de Batista no habría podido resistir el cerco
y la destrucción de su más famoso batallón de combate, el número 11, y
su más experimentado jefe, prácticamente en nuestras manos. Tampoco
impidieron la captura de su batería de obuses y el resto de las fuerzas
cercadas en Arroyones. Teniendo en cuenta estos factores, el 29 de julio,
cuando distribuí los 250 hombres que traje conmigo hasta La Llorosa,
destiné no menos de 100 de ellos a la operación de Las Mercedes. Había
decidido encomendar al Che la dirección del cerco. Al día siguiente de
la captura de la tropa de las Vegas, mientras se desarrollaban las
acciones en Jobal y Cuatro Caminos, el Che se movió con todo su personal
hacia Las Mercedes, y cubrió todo el sector sur del cerco, desde el alto
de El Moro hasta el de Jigüe. Aquí el Che repartió posiciones entre las
escuadras de Joel Iglesias, José Ramón Silva y otros jefes que después
participaron en la columna invasora. Comenzaba a dibujarse el cerco,
aunque aún no podía considerarse que estaba completo en la zona más
llana. Para reforzarlo en ese mismo sector, la mañana del 31 de julio
envié una escuadra al mando de Reinaldo Mora, que se ubicó junto al
camino de El Jíbaro en previsión de cualquier avance enemigo desde Cayo
Espino por el camino de Purial de Jibacoa y El Jíbaro. En cuanto al rechazo del refuerzo, decidí colocar la
línea principal a la altura de Sao Grande, a dos kilómetros
aproximadamente de La Herradura, ya en pleno llano. Era, a mi juicio, el
lugar más conveniente a lo largo de todo este trayecto, o mejor sería
decir, el de menos inconvenientes. En este punto, el camino atravesaba
el pequeño caserío de Sao Grande y, por lo menos, tenía algunas curvas
que podrían facilitar cierta sorpresa frente a la avanzada enemiga. Para allí envié inicialmente a Félix Duque, a El
Vaquerito, a Luis Crespo, Eddy Suñol y otros grupos. En total, unos 50
hombres, a quienes esa noche se sumó el combatiente Felipe Cordumy
provisto de una bazuca. Poco después dispuse el traslado de Crespo y su
escuadra para reforzar más aún el sector sureste del cerco en Las
Mercedes, que me parecía el más vulnerable. El mismo día de las acciones en Jobal y Cuatro Caminos,
sin perder un minuto, indiqué el traslado de Guillermo y de los
combatientes más antiguos de las fuerzas de Daniel, subordinadas ahora a
Pinares, a una zona difícil del cerco de Las Mercedes: las colinas en
torno al cementerio, entre el poblado y la falda interior de la loma de
La Herradura. No había que ser adivino para prever que ese sería el
sector por donde el enemigo trataría de romper el cerco, pues se trataba
de la dirección que lo llevaría de manera más directa a la relativa
protección de las fuerzas acantonadas en el Cerro y Estrada Palma. Era,
por tanto, el sector que debía ser más reforzado. La otra fuerza de reserva, la de Lalo Sardiñas, fue
movida esa misma noche hacia el alto de Jigüe, con instrucciones de
apoyar a Guillermo en caso de un intento de ruptura del cerco por el
sector del cementerio. Recuérdese que los pelotones de Guillermo García
y Lalo Sardiñas habían sido ubicados desde el día anterior en Cuatro
Caminos, como parte de la operación contra la tropa de Arroyón. Todos estos movimientos se realizaron a pesar de que
todavía, a la altura de esa noche del 30 de julio, no teníamos aún
certeza de la presencia enemiga en Las Mercedes, pues se habían recibido
algunas informaciones confusas acerca de que los guardias habían
evacuado la posición junto con la salida de los de Arroyón. Para aclarar
el asunto, esa misma noche, mientras yo me movía por la zona de Jigüe en
torno a Las Mercedes, el Che envió a Raúl Castro Mercader con algunos
hombres a realizar una exploración por las cercanías del campamento
enemigo, la cual arrojó como resultado que, en efecto, en Las Mercedes
todavía permanecía un buen número de soldados. A las 2:10 de la madrugada del 31 de julio, el Che
le envió un mensaje a Camilo, quien permanecía aún en una falda de
la loma de La Llorosa, donde le informaba: En las Mercedes quedan guardias, los vamos a atacar.
Avísale a Fidel para que movilice el mortero, que nos sería muy
útil, y tú puedes bajar también, pues allí no haces nada. La
trípode, sobre todo nos viene muy bien. Hay que hacer contacto con Fidel. Daniel murió a las 6
de la tarde. Mándame el detonador de la bomba con toda urgencia. Poco después, a las 3:30 de esa misma madrugada,
Camilo respondió: Che, el detonador se lo llevó Fidel junto con la
bomba. Trataré de hacer contacto con él, no ha venido nadie y no sé
dónde puede estar. Tengo que dejar unos hombres aquí por si viene
algún mensaje que nos lo manden enseguida. Ahora mismo movilizaré la gente para bajar lo más
rápido posible. Tendremos que buscar a Fidel a rumbo, no tengo a nadie,
creo, que conozca el camino. En esa misma respuesta, Camilo advirtió al Che sobre
sus planes de ataque: [...] debes tener mucho cuidado al avanzar, los planes
de Fidel eran también cercar los guardias en las Mercedes. Cuídate con
una confusión y te entren creyendo son tropas enemigas. No me luce lo
más acertado avanzar sin coordinar planes. En la noche del 30 de julio, en efecto, el Che y Camilo
perdieron contacto conmigo durante algunas horas. Yo me había movido
hacia el alto de Jigüe, detrás de Las Mercedes esa misma noche. Me
acompañaban unos 40 combatientes, entre ellos, Pedro Miret con dos
morteros y la ametralladora 50 de Curuneaux. Mi intención era bombardear
con los morteros las posiciones enemigas por la madrugada. Al final no
lo hicimos; por una parte, por temor a la inexperiencia de nuestros
improvisados morteristas y, por otra, porque nos dimos cuenta de que los
proyectiles de los morteros de 60 milímetros se encontraban en mal
estado. A pesar de no tener noticias mías, Camilo y sus
hombres se prepararon de inmediato en la noche del 30 de julio para
abandonar La Llorosa y avanzar hacia Las Mercedes, cumpliendo las
indicaciones del Che, quien a las 6:45 de la mañana del 31 de julio
respondía a Camilo sobre su preocupación de que fuera a caer bajo el
fuego rebelde: El ataque está coordinado, pues tengo contacto con
la gente de Suñol, a través de él con Huber y también hice contacto
con Lalo y Guillermo. Las Mercedes están sitiadas, no sabemos
cuántos soldados serán, pero están bien atrincherados y bien
distribuidos. El problema del detonador es grave pues no puedo hacer
contacto con nadie que tenga uno bueno y es la garantía de que Suñol
no dejará pasar refuerzos o las tropas de adentro. En estos momentos
doy instrucciones para que no se tire un tiro si no tratan de salir. Tú puedes venir a la noche y mandarle este plano a
Fidel. Los trabajos de arreglo del tanque no han seguido por este
ajetreo y temo me lo jodan. El plano al que hace referencia el Che era un croquis
confeccionado por él de las primeras posiciones del cerco. El Che había decidido iniciar las acciones esa misma
noche, aun cuando los guardias no hicieran ningún movimiento durante el
día. Así se lo informó a Camilo en el mismo mensaje: "Esta noche se
puede atacar coordinadamente a una misma hora todas las postas. Pásalo". Desde su llegada a Las Mercedes el 26 de mayo, el
comandante Corzo Izaguirre, jefe del Batallón 17, había instalado su
puesto de mando en el centro mismo del poblado, en una buena casa
perteneciente a Sarita Álvarez, quien prestó innumerables servicios a
nuestras fuerzas. Desde allí, Corzo había disfrutado durante dos meses
de una estancia relativamente tranquila. Pero le había llegado la hora
de tener que entrar en acción, y él lo sabía. En vista de los acontecimientos de los días anteriores,
el comandante Corzo estaba consciente de que cada minuto que
permaneciera en Las Mercedes iba en contra de la integridad de su tropa,
y no tenía otra alternativa que escapar de la montaña. Antes de proseguir, debo apuntar que, después de la
liberación de Las Mercedes, la casa de Sarita Álvarez se utilizó durante
varias semanas por el Che como su propio puesto de mando, y fue donde
terminó de reorganizar su Columna 8 Ciro Redondo, para la invasión a
Occidente. En este lugar se efectuó la segunda entrega de prisioneros
—principalmente de los guardias capturados en las Vegas— después de
concluida la batalla. En el portal de esa casa murió a finales de agosto
el combatiente manzanillero Beto Pesant, a quien le estalló en las manos
un obús de mortero, mientras trataba de desarmarlo. Muy a tiempo fueron tomadas todas las disposiciones
preparatorias del cerco, pues el comandante Corzo, sin pensarlo dos
veces, intentó el 31 de julio, al día siguiente del Combate de Jobal y
la huida del Batallón 23, salir de la ratonera en que se encontraba. Con
esta acción se inició la Batalla de Las Mercedes, la última operación de
la famosa ofensiva, que duraría toda una semana, durante la cual no se
dejó de combatir ni un solo día. A las 9:00 de la mañana, el Batallón 17 intentó
romper el cerco. Se entabló el combate que duró todo el día hasta el
anochecer, y a pesar de todo su esfuerzo, el enemigo fue
eventualmente rechazado de nuevo hacia Las Mercedes. En el parte de
guerra leído por Radio Rebelde el 1ro. de agosto, se informó lo
siguiente: La batalla continuó durante todo el día de ayer, la
noche y la madrugada de hoy. Refuerzos enemigos están en marcha desde
Estrada Palma, en un esfuerzo desesperado por impedir que éste batallón
también sucumba ante el empuje arrollador de nuestras fuerzas. La
batalla se desarrolla con empleo de aviación, de tanques y artillería,
por parte del enemigo, y con empleo de morteros y bazookas por nuestra
parte. La lucha se libra ya en el llano, cada vez más distante del
macizo montañoso de la Sierra Maestra. En realidad, nos estábamos adelantando un poco a los
acontecimientos. Ese día no hubo lucha contra ningún refuerzo ni tuvimos
que emplear todavía la bazuca. Aunque parezca increíble, el mando
enemigo no hizo el menor intento por acudir en ayuda de la tropa que
trataba desesperadamente de escapar. La única conclusión que cabía sacar
es que aún no habían reunido en Estrada Palma las fuerzas que
consideraban suficientes. Quizás estaban esperando por la llegada desde
Bayamo de los tanques pesados Sherman. Al final de ese mismo parte, por cierto, Radio
Rebelde anunció de forma errónea por su cuenta: Reiteramos nuestro llamamiento urgente a la Cruz Roja
Internacional, a fín de que envíe delegados al central Estrada Palma
para entregar 160 prisioneros, muchos de ellos, heridos, algunos de suma
gravedad. Donde no exageraba del todo la información de Radio
Rebelde era en lo que respecta al uso de morteros por parte nuestra,
pues ya había mencionado que intentábamos utilizarlos desde la noche del
30 de julio. El mismo 31 de julio, mientras se desarrollaban los
primeros combates, recibí, por intermedio de dos guardias prisioneros,
información exacta de que las tropas sitiadas constaban de unos 370
soldados con abundante armamento, incluida una tanqueta T-17, dos
bazucas, dos morteros de 81 milímetros y 12 ametralladoras calibre 30.
Además, estaban fuertemente atrincherados en posiciones estratégicas,
que de atacarse, tomadas por asalto, el resultado sería un alto costo de
vidas. Por ello, ordené a todas las fuerzas rebeldes construir
trincheras e iniciar el hostigamiento y la reducción sistemática del
campamento enemigo. También había decidido, coincidiendo con la apreciación
del Che, que las posiciones anteriores de Camilo en La Llorosa y El
Mango carecían ya de sentido después de la rendición de la tropa enemiga
en las Vegas de Jibacoa. Sin embargo, en el esquema que estaba diseñando
figuraba enviar a Camilo a sustituir a Lalo y a Guillermo en sus
posiciones en Cuatro Caminos. A mi juicio, estas posiciones en aquel
lugar eran una pieza clave en el combate contra el refuerzo, pues
llegado el momento, no solo presionarían desde el flanco, sino que
también podrían envolver el refuerzo por la retaguardia. Por tal motivo,
en la madrugada del 31 de julio, logré interceptar el movimiento de
Camilo hacia Las Mercedes con la orden de que se posicionara en Cuatro
Caminos para actuar contra el refuerzo. A la 1:00 de la tarde del propio día 31, Camilo
recibió noticias de mi llegada al aserrío de Jobal Arriba. De
inmediato, me informó en un mensaje: [...] se está peleando en las Mercedes desde por la
mañana, tenemos dos heridos no graves. Aquí están Guillermo y Lalo,
hace un rato llegó [Reinaldo] Mora. Le envío el plano que me mandó
el Che. Necesitamos un detonador. Todo marcha bien. La próxima
esperamos mandarla desde Bayamo. A la 1:10 de la tarde, antes de recibir este mensaje
de Camilo, le escribí al Che: Desde esta mañana tengo lista la artillería y la 50,
y 40 hombres. Estoy situado en un alto de donde se divisa la zona de
combate. Pero es imposible mover los mulos sin que los divisen los
aviones. Con los morteros 60 apenas se puede contar pues
explota 1 de cada 5 obuses. Por eso no pude bombardearlos ayer de
madrugada. Pero espero que el 81 dé óptimos resultados. Hay que mantener inmovilizados a los guardias hasta
la noche. Por la tarde tendré esta tropa cuidando la entrada de
cualquier refuerzo por Cuatro Caminos y por la noche la movilizaré
para preparar un ataque con apoyo de mortero. Esta mañana mandé un pelotón con Reinaldo Mora hacia
las Mercedes. Guillermo pasó también hacia ese rumbo. Con Lalo no he
hecho contacto pero él sabía que tenía que movilizarse hacia allá. Y, por último, le comunicaba: A juzgar por las comunicaciones interceptadas, Corzo
es el que está encerrado en las Mercedes. El tanque de ellos parece
que ha sufrido tres impactos. Han pedido balas para ametralladoras
30 y agujas para la cristóbal. Yo subiré por el camino de Arroyones hacia la loma del
Jigüe, excepto que los guardias se desplacen, en cuyo caso trataremos de
interceptarlos por cualquier dirección. Y en una posdata, le agregaba: "Esta vez creo que te
daré chance de sacarme una muela, pues me tiene muy jodido". Desde mi puesto de mando en Jobal Arriba, seguía
todo el tiempo los movimientos del enemigo mediante el equipo de
microonda ocupado. De ahí que a las 3:50 de la tarde pude enviarle
un mensaje al Che en el que le informé: Viene un refuerzo con dos tanques, aunque no sé el
punto exacto, pero supongo sea por el camino de Sao Grande. Un
tanque le decía al otro que tomara precauciones, "sobre todo al
llegar al río". Aunque venga el refuerzo y logre entrar, el asunto es
cuestión de bazoocas. Yo creo que deben ir para el punto donde tengan
que venir los refuerzos. Esta noche le podemos meter el ataque general
apoyado en los morteros. Y finalizaba: "Recibí el plano. Yo estaré por allá sobre
las 8 y 15 p.m.". Pero no fue sino hasta algo más de las 9:00 de la noche
cuando pude llegar junto con los combatientes que me acompañaban al alto
de Jigüe. Allí hice rápido contacto con el Che. Le informé las medidas
adoptadas, incluido el envío de Camilo a Cuatro Caminos, y conocí en
detalle la disposición del cerco de la tropa de Las Mercedes. Después de cambiar impresiones sobre la situación, el
Che partió con Pedro Miret y la escuadra de morteros con la intención de
ubicarlos donde pudieran realizar por la madrugada un ataque al
campamento enemigo. Miret ocupó posiciones para comenzar el ataque, pero la
falta de una exploración previa del terreno provocó que los primeros
disparos realizados no fueran efectivos. En vista de ello, Pedrito
decidió retirarse para no seguir malgastando proyectiles, y en espera de
poder localizar bien los objetivos enemigos. Esa madrugada, el Che ordenó realizar una nueva
exploración del campamento enemigo en Las Mercedes, esta vez a cargo de
una patrulla perteneciente al pelotón de Lalo Sardiñas, al mando de
Silvio García Planas. El grupo se acercó tanto al sector de los guardias
que el amanecer los sorprendió en una posición comprometida a orillas
del río Jibacoa, de la cual no podían retirarse sin riesgo de ser
descubiertos. Silvio y sus hombres quedaron atrapados y se vieron
obligados a permanecer ocultos todo el día a orillas del arroyo Jibacoa,
para intentar retroceder cuando cayera la noche. A las 5:25 de la mañana, el Che me envió el
siguiente informe: Se recibió noticias de la gente; vino uno de ellos.
Entró en el arroyo y no puede salir hasta la noche. En el tanque
[...] tienen que tener otra microonda; sería muy importante para mí
para poder tomar determinaciones rápidas. De los demás lugares no se ha reportado nada. Lo malo es
que Pedrito y esa gente se fueron. Ahora no pueden estudiar la posición
para tirar y de noche suceden cosas como las de hoy. El tanque sería
utilísimo de día pero de noche se anula, pues no puede llegar a la
posición de los soldados y ellos están muy bien atrincherados, son como
50 en cada firme. Lo que sí podría hacer es tomar las Mercedes, pero
necesita el apoyo de la bazuca para su colega. Se refiere el Che a la tanqueta capturada en las Vegas
de Jibacoa, la cual, desde entonces, tratábamos de poner en
funcionamiento para incorporarla a la batalla. Al amanecer, la aviación comenzó a ametrallar las
posiciones rebeldes, aunque sin resultado apreciable alguno. Ese día, el
enemigo no realizó ningún intento por romper el cerco y las fuerzas
rebeldes continuaron hostilizando su campamento. El Che ordenó ubicar la ametralladora 50 de
Curuneaux, manejada en esta ocasión por Gonzalo Camejo, en un firme
cercano, pero su dotación equivocó el lugar y se situó en una
posición demasiado descubierta, batida fácilmente por la aviación y
el fuego de las ametralladoras 30 y los morteros enemigos, ubicados
en puntos bien fortificados, por lo que decidió retirarla de
inmediato. A las 9:30 de la mañana, el Che me informó del resultado
improductivo de esta maniobra: La aviación no dio mucha candela, pero todo lo nuestro
fue una mierda. El firme que había señalado no era y resultó que la 50
estaba bajo el fuego de las 30, sin trincheras y los morteros estaban
dando en cualquier lado. Esa tarde, cumpliendo instrucciones de Guillermo, Huber
Matos avanzó sus posiciones en la loma de La Herradura, estrechando un
poco más el cerco al campamento enemigo. En mi puesto de mando, me enteré por el equipo de
microonda que refuerzos enemigos estaban en camino desde Estrada
Palma, en un intento de impedir que el batallón cercado en Las
Mercedes sucumbiera ante el empuje rebelde. Esa tarde le envié un
mensaje a Suñol alertándolo de ello, y le agregué: Confío en que no dejen pasar por ahí [por Sao
Grande] los guardias. Atrinchérate bien. Esta batalla se gana no
dejando pasar los refuerzos. Por el lado de Cuatro Caminos tenemos una fuerte
tropa. Hay una patrulla encargada de hostilizar a los guardias
por la retaguardia cuando choquen contigo. La fuerte tropa en Cuatro Caminos era, como ya dije, la
de Camilo. La patrulla era una escuadra dirigida por Rafael Verdecia,
Pungo. El 2 de agosto, tercer día de la batalla, los
guardias de Las Mercedes intentaron de nuevo tres veces romper el
cerco, y tres veces fueron rechazados por la gente de Guillermo, y
obligados a regresar a sus trincheras. Ese día, el Che le aconsejó a
Guillermo: Si fuera posible, deja salir un poco de tropa para
meterle mano fuera de sus trincheras. Suspende los tiros
innecesarios. Ponle mucho ojo a los tanques que hay dos abajo, el de
arriba parece que está averiado. Si llegan a irse hay que caerles atrás hasta donde
vayan. Ya el Che estaba previendo la posibilidad de que un
refuerzo apoyado por los tanques pesados Sherman cuya llegada a Estrada
Palma ya conocíamos, pudiera lograr romper el cerco rebelde y sacar a la
tropa sitiada. De ahí, su indicación de perseguir implacablemente a los
guardias en retirada, hasta el propio Estrada Palma si fuera necesario.
En cuanto a la tanqueta enemiga ubicada en Las Mercedes, ese día fue
inutilizada de manera definitiva por un certero bazucazo disparado desde
el alto de El Moro por el combatiente Herman Marks, norteamericano de la
tropa del Che con experiencia en el manejo de la bazuca por su
participación en la guerra de Corea. Esta tanqueta enemiga aún hoy está
en Las Mercedes, en el mismo lugar donde recibió el impacto devastador
del bazucazo, como testimonio material de la victoria rebelde contra la
ofensiva. La aviación continuó atacando con persistencia las
posiciones rebeldes. Ese día los ataques aéreos causaron la muerte del
teniente Godofredo Verdecia, de la tropa de Guillermo, y resultó herido
el combatiente Félix Mendoza, de las fuerzas del Che. Sin embargo,
durante toda la jornada, a pesar de los ataques de la aviación enemiga,
continuó el hostigamiento de las fuerzas rebeldes al batallón cercado. En vista del fracaso del intento de utilización de la
ametralladora 50, desde mi puesto de mando en Jobal Arriba, mandé a
buscar bien temprano a Braulio Curuneaux y la dotación de la
ametralladora. Para mí estaba claro que esa arma sería más efectiva en
el combate contra el refuerzo. Mi intención era reunirme con Curuneaux
en el aserrío de los González, darle instrucciones precisas y enviarlo
esa misma noche a su nueva posición. Aunque todo parecía indicar que el principal
esfuerzo por socorrer a la tropa sitiada provendría desde la
dirección de Estrada Palma, no podía desecharse la posibilidad de
que el mando enemigo intentase un esfuerzo secundario desde la
dirección de Cienaguilla y El Jíbaro, donde había concentrado
algunas fuerzas. Por eso, envié poco después del mediodía el
siguiente mensaje al Che: Acabo de recibir tus dos notas sobre Fonso [Alfonso
Zayas] y lo del mortero. Yo había sugerido el envío de aquel a la zona de
Cienaguilla por considerar que aquella era una tropa llamada a ser
enviada de refuerzo y me parecía conveniente que apenas se moviera
encontrara resistencia y no pudiera llegar fácilmente a Jíbaro.
Habiendo ellos retirado la tropa de Purial [de Jibacoa] no me parece
lo más lógico que ahora intenten enviar los refuerzos por esa misma
vía. Hiciste bien, a mi entender, reteniendo a Fonso mientras
no sea reforzado Silva. Una vez hecho esto, yo soy del parecer que Fonso
se aproxime lo más posible a Cienaguilla emboscándose en el camino que
viene para acá. A Guerrita [Felipe Guerra Matos] le encargué preparar
una emboscada a la retaguardia de Cienaguilla. Si tú no consideras
suficientemente fuerte la línea de aquel lado, recoge gente de la que
ande por ahí y utiliza también de las que están entre las Mercedes y la
Maestra, pues es donde virtualmente no nos hacen ninguna falta. Lo que había ocurrido era que esa tarde recibí la
información de que las tropas enemigas estacionadas en Purial de
Jibacoa se habían retirado. La noticia me la trajo Felipe Guerra
Matos, quien actuaba como una especie de segundo al mando de la
columna de Crescencio Pérez. Como se recordará, Crescencio había
recibido la misión de cubrir precisamente los accesos a Las Mercedes
desde las zonas llanas al sureste del poblado. Esa noche, le escribí
al Che: Guerrita está aquí. Me informa que hace dos días se
fueron las tropas de Purial. Debe dedicarse el pelotón de Alfonso (Zayas)
a hostigar la tropa de Cienaguilla, avanzando hacia allá y tratando
de ponerle una emboscada en la retaguardia. Si dicha operación ya no fuera posible porque una
patrulla de Guerrita la hubiere realizado, entonces que Fonso se sitúe
emboscado, lo más cerca posible de aquella tropa en el camino que
conduce hacia acá. Mora y Crespo deben situarse en el punto acordado
para prever cualquier avance desde Cayo Espino por el camino de Purial y
Jíbaro. En realidad, lo que ocurrió fue el movimiento de fuerzas
enemigas dispuesto en el nuevo plan de operaciones, firmado el 26 de
julio en el puesto de mando de Bayamo, al que ya hicimos referencia en
capítulos anteriores. Entre las disposiciones de este plan figuraba que
el Batallón 12 de Infantería debía retirarse de Purial de Jibacoa en
dirección a Cienaguilla. Ese día, 2 de agosto, decidí también aplicar una táctica
similar a la utilizada en la Batalla de Jigüe, que consistía en
suspender completamente el fuego en el cerco con el fin de confundir al
enemigo y hacerle creer que las fuerzas rebeldes se habían retirado, así
provocaríamos la salida de los guardias de sus trincheras. A las 4:00 de la tarde, le envié el siguiente
mensaje al Che: Aquí van los dos morteros y un morterista; el otro
está enfermo. Lalo tiene un muchacho que se llama Emilio
[Rodríguez], que sabe manejar bien el mortero, pues estuvo con Pedro
[Miret] mucho tiempo y es muy valiente. Trata de localizarlo por tu
lado, que yo trataré por el mío. Si vamos a suspender el fuego totalmente en el cerco, es
mejor que se use la 50 contra los refuerzos; pues no hacemos nada con
dejar de disparar con los fusiles si se dispara con la 50; en cambio
ésta por allá abajo puede meter mucho miedo. Los morteros los tienes ahí
para usarlos en cualquier intento de salida de los guardias. A estas alturas, todos los intentos por reparar y echar
a andar la tanqueta capturada en las Vegas habían sido infructuosos,
pero yo seguía insistiendo. Esa tarde, dispuse el traslado de la
tanqueta con ayuda de un tractor hasta mi puesto de mando en Jobal
Arriba para seguir tratando de repararla. Así se lo comuniqué a Arturo
Aguilera a las 6:45 de la tarde: "Estoy cerca del tanque. Pienso ir para
el aserrío esta noche y llevar el tanque. Quiero que traigan el tractor
para sacarlo lo antes posible". En un mensaje a Guillermo enviado a las 9:00 de la
noche del 2 de agosto, le informé de la nueva táctica a seguir: Vamos a seguir una táctica similar al Jigüe. Vamos a
parar el fuego completamente para hacerles creer a los guardias que nos
hemos ido. Pásale el aviso a toda la gente de ese lado. Nadie debe
disparar. Todo el mundo debe procurar que no lo vean, ni observen los
guardias su presencia. Estar atento por si tratan de salir y abrir fuego
solamente si los guardias tratan de escapar por algún lado. Así
ahorramos parque y confundimos al enemigo. Tal como había indicado, luego de buscarse combustible
para el tractor, este comenzó a mover la tanqueta lentamente. Pero un
fuerte aguacero lo hizo resbalar en el fango, y resultó imposible
continuar. A las 11:45 de la noche, molesto por el nuevo
contratiempo, le informé a Camilo: Llevo dos días esperando el cabrón tanque para hacer una
incursión a fondo en la retaguardia del enemigo. Pedrito debe bombardear
esta noche a Estrada Palma desde 2 Grúas, para complicar y estorbar la
concentración de tropas enemigas. Y por último, una recomendación: "Te mando una mina,
detonador, cable y fulminante. Recuerda que la mina antitanque hay que
ponerla en el medio del camino, enterrada". Esta era la situación al amanecer el cuarto día de la
batalla. Durante toda esa noche, las posiciones rebeldes que
participaban en el cerco mantuvieron el alto al fuego. A las 4:45 de la tarde, del 3 de agosto, el Che me
envió otro mensaje. Haré todo como me dices. El camino que va a Cayo
Espino sin pasar por Jíbaro debe pasar por la Herradura
necesariamente. No creo que se deba debilitar más el cerco, pues podrían
intentar una salida desesperada y romper nuestras líneas en algún punto
vulnerable, salvándose parte de una tropa que no debe salvarse. Y más adelante agregaba: "Me parece que tiene cierta
importancia tener la 50 aquí dentro de un par de días porque se puede
coger el explorador. [...] Sino, les puede seguir tirando comida y
parque indefinidamente". Se refería el Che a la avioneta de exploración enemiga,
que, aparte de su función de orientar el tiro y bombardeo, lanzaba
impunemente paracaídas con suministros y municiones al campamento
sitiado. Por último, en ese mismo mensaje el Che me pidió que
me encargara de un asunto que lo tenía bien molesto: Debo pedirte que trates de localizar mi mulo, pues
alguno lo sacó y es una cosa que no estoy dispuesto a permitir. Aquí se
cagan en todo con un desparpajo bárbaro, te pido que me remitas el mulo
con el que lo cogió para que se beneficie del ayuno. Esa mañana, Guillermo ordenó a la fuerza de Huber Matos
que permaneciera emboscada a lo largo del firme de La Herradura para
evitar la salida del batallón enemigo. Ese día, en específico, Huber
Matos me envió dos mujeres detenidas por sus combatientes, quienes
llevaban cartas, medicinas y ropas a los soldados sitiados. Las postas
de la tropa de Suñol les habían permitido pasar por Sao Grande
indebidamente. El resto de la mañana y parte de la tarde, la
aviación ametralló indiscriminadamente las zonas de Gabiro, las
Vegas de Jibacoa, Arroyones, La Herradura y otros puntos cercanos.
Sin embargo, en Las Mercedes solo la avioneta de reconocimiento
sobrevolaba el campamento enemigo. Mientras tanto, Camilo y sus
hombres siguieron emboscados en las lomas de Estrella Bello; y de
Los Popa, en Cuatro Caminos, esperando a los refuerzos. Esa tarde,
el Che le escribió a Camilo en un mensaje: Por aquí todo bien. Hoy la aviación nos dio
descanso. [...] No te deseo que agarres un tanque porque Fidel te lo
va a quitar. |