Victoria en Las Vegas de Jibacoa (Capítulo 21)
En el mensaje ya citado que le envié al Che el 20 de julio, horas antes
de la rendición del Batallón 18 en Jigüe, le anunciaba que
emprenderíamos las dos operaciones simultáneas contra las fuerzas
enemigas en Santo Domingo y las Vegas de Jibacoa, le adelantaba también
que él estaría al frente de esta segunda misión. El Che me contestó con
una notica en la que me pedía conversar personalmente conmigo porque mis
"proyectos dobles" le parecían "demasiado arriesgados". Al final quedó
convencido de que eran no solo recomendables sino factibles, cuando supo
el volumen del botín capturado en Jigüe y Purialón, y la posibilidad
real de contar, a partir de ese momento, con más de 300 hombres armados.
Yo había decidido priorizar la operación contra la tropa
de Santo Domingo, en primer lugar porque seguía siendo la más peligrosa
y porque su liquidación constituiría un golpe muy serio, casi mortal, al
enemigo, tanto en el plano material como moral. Pero, además, era en las
Vegas de Jibacoa donde habíamos pactado con la Cruz Roja efectuar el 22
de julio la entrega de los guardias prisioneros en Jigüe. Sobre los preparativos de esta entrega, el Che me envió
el 21 de julio un mensaje en el cual, entre otras cosas, me decía lo
siguiente: Recuerda que hay que trazar un plan para mañana, pues ya
la Cruz Roja mandó preguntar hora. Hay que traer todos los heridos de
abajo y mandar un mensajero a las Vegas. El plan era el siguiente:
Comunicarle al comandante de las Vegas, por medio de una mensajera
femenina, la hora en que se iniciará la entrega y anunciarle que será en
la casa de Bismark; previamente, tomar los altos de Bismark y el firme
de enfrente con un par de escuadras; advertir que si la aviación
continúa tan activa no podemos hacer la entrega a esa hora y deberá
esperarse al anochecer; admitir que en la casa de Bismark debe estar el
representante de la Cruz Roja con autoridades, sin hacer ostentación de
fuerza y decirle el número aproximado de heridos, advirtiendo que en
próximas entregas se darán más prisioneros enfermos. Por otra parte, en ese mensaje, el Che se quejaba de la
falta de noticias mías: "[...] ya pasa de castaño oscuro tu silencio".
Casi de soslayo me informaba que Minas de Frío estaba sin novedad, y
concluía con estas palabras que eran reflejo elocuente de nuestro estado
de ánimo por los acontecimientos victoriosos de Jigüe: "Hace falta un
trago para festejar esto dignamente". La mensajera femenina a que hacía referencia el Che
resultó ser Teté Puebla, eficaz colaboradora de Celia, quien tuvo una
participación destacada en este episodio y más adelante sería la segunda
jefa del pelotón femenino Mariana Grajales. La casa, en cuestión, era la
tienda del colaborador campesino Bismark Galán Reina, que durante mucho
tiempo sirvió como puesto de mando de Celia en sus tareas de
aseguramiento de nuestro esfuerzo guerrillero, hasta que tuvo que
evacuarla ante la inminencia de la entrada del enemigo a las Vegas de
Jibacoa. Ese mismo día, Radio Rebelde informó: Mañana martes 22 de julio a las 2 de la tarde, esperamos
entregar a la cruz Roja Internacional los militares heridos que están
prisioneros del Ejército Rebelde desde hace varios días. Aceptado por el jefe de operaciones enemigo que la
entrega de los prisioneros heridos se efectúe en la zona de Las Vegas de
Jibacoa, adonde pueden llegar vehículos motorizados y el Delegado
Internacional de la Cruz Roja, Sr. Peirre Jecqier [Pierre Jacquier] y
sus acompañantes, dichos heridos han comenzado a ser trasladados por el
territorio libre de Cuba hacia esa zona. Queda solo que dicho jefe de operaciones ordene a los
aviones enemigos que suspendan su ametrallamiento y bombardeo, mientras
se efectúe la entrega de los heridos al delegado de la Cruz Roja
Internacional. Ha sido precisamente esa región una de las más
castigadas por el napalm y las bombas explosivas, en estos días. Inmediatamente que termine el proceso de entrega de los
heridos, pueden reanudar los aviones de la tiranía sus ametrallamientos
y bombardeos, que a nosotros los rebeldes no nos impresionan esos raids
aéreos, a lo que ya estamos más que acostumbrados. Nuestra protesta contra los bombardeos se refiere
solamente a que se aplican criminalmente contra la indefensa población
campesina. Los médicos rebeldes han hecho esfuerzos increíbles por
salvar y mejorar a esos soldados heridos, lográndolo en muchos casos, a
pesar de la carencia de recursos médicos y de la cantidad de heridos. Esperamos que mañana estén en las manos humanitarias y
protectoras de la Cruz Roja Internacional esos prisioneros heridos. En la mañana del día 22, el Che recibió el siguiente
mensaje del capitán Carlos Durán Batista, jefe de la tropa ubicada en
las Vegas, con quien ya el Che había establecido una comunicación
mutuamente respetuosa: Comandante de la Columna 8 Sierra Maestra Señor: En contestación a su escrito, debo informarle que
he recibido órdenes del General Jefe de la Zona de Operaciones para que
la garantía tanto para los heridos como para cualquier otra persona que
llegue a este Puesto. El acuerdo de la Cruz Roja Internacional así como
cualquiera otro entre caballeros y humanos será siempre respetado por mí
y por las tropas a mi mando. Debo informarle asimismo que la Cruz Roja a esta hora no
ha llegado a este Puesto, pero ya tenemos conocimiento que llegará de
momento. No obstante, si Ud. lo estima puede evacuar heridos que estime
y serán atendidos hasta tanto por nuestro Departamento de Sanidad, con
todo lo que se pueda y con la misma garantía de la Cruz Roja. Créame por nuestra parte haber tomado buena nota de su
carta e informarlo a la superioridad para que por otras unidades también
se cumpla. Con el respeto y consideración que merece le reitero el
saludo. Nótese el tono de este mensaje y el reconocimiento
implícito por parte del jefe enemigo al enfrentar, no el cabecilla de
una banda de forajidos, como hacía ver la propaganda del Ejército, sino
un verdadero adversario digno y organizado. Vale apuntar que el capitán
Durán Batista no cometió crímenes ni abusos durante su estancia en las
Vegas y, después de su captura por el Che, solicitó permanecer entre
nosotros y mantuvo una actitud decorosa y cooperativa hasta el final de
la guerra. A este mensaje, el Che respondió de inmediato con una
extensa comunicación que fue llevada personalmente por Teté Puebla al
puesto de mando enemigo en las Vegas. Por su significación, vale la pena
reproducirla de forma íntegra en estas páginas: Estimado Capitán: Contesto urgentemente su comunicación
de esta misma fecha con el fin de aclarar algunos conceptos de su carta
y anunciarle, además, que, dadas las seguridades ofrecidas por usted
enviaré los heridos más graves sin esperar la llegada de la Cruz Roja
Internacional. Estos heridos están algo alejados de aquel puesto y,
dado los pésimos caminos de la Sierra, no puedo adelantarle una hora
fija de llegada. Deben estar prevenidos esta noche por si podemos
hacerlos llegar en el curso de la misma. Le reitero la seguridad de que
la tregua será estrictamente cumplida por nosotros. No obstante,
queremos saber el alcance exacto de la misma para abstenernos de hacer
movimientos militares en esa zona, evitando así choques que pudieran
empañar este hermoso acto de confraternidad en el dolor. Para nosotros
son necesarias 48 horas a partir de la llegada del delegado de la Cruz
Roja Internacional, anunciada por Radio para las 2 p.m. del día de
mañana. A partir de ese instante, quedarán automáticamente rotas las
hostilidades, salvo indicación expresa en contrario. Debo aclararle
además que, para nosotros la tregua existe estrictamente en la zona de
Las Vegas, rogándole a usted me comunique antes de las 6 a.m. cuál es el
alcance que da su Estado Mayor a la misma. Obviando responsabilidades, debo comunicarle que los
heridos se moverán en las zonas comprendidas entre los vértices
siguientes: las Vegas, Mina del Frío y Altos del Jigüe; si se repite el
bombardeo y ametrallamiento que sobre esa zona se efectuó hoy, pueden
ocurrir desgracias lamentables. No es exageración mía al advertirle esto, ya que por
orden expresa de nuestro Comandante Jefe, Fidel Castro, entregaremos,
además de los heridos, a todos los sobrevivientes del Batallón 18 de
Infantería, dirigido por el comandante Quevedo, que se rindieran a
nuestras fuerzas. Tomamos esta decisión basados en razones humanitarias,
por el grado de desnutrición a que había llegado esa tropa luego de
resistir 10 días de cerco, en heroico cuanto estéril sacrificio. [...] Deseando estrechar su mano en más felices circunstancias
para Cuba, y en rueda de compañeros, se despide cordialmente de usted, Che Comandante de la Columna No. 8 "Ciro Redondo" El general Eulogio Cantillo, jefe de la zona de
operaciones, firmaba el 22 de julio en el puesto de mando de Bayamo una
directiva para la evacuación de heridos y prisioneros donde establecía
que la operación se efectuaría al día siguiente, a las 2:00 de la tarde.
La Cruz Roja se movería de Manzanillo o Bayamo hasta Yara y Estrada
Palma, y formaría un convoy de camiones y jeeps para llegar a las
Vegas ese mismo día o al siguiente por la mañana. En esa directiva, el
general Cantillo aclaraba lo siguiente: El trato a los rebeldes en caso que acompañen a los
heridos debe ser cortés pero firme, no dejándoles pasar de las avanzadas
de la Unidad, ni fraternizar con la tropa, y requiriendo su regreso tan
pronto entreguen heridos y prisioneros. El 23 de julio, en horas de la mañana, Faustino Pérez y
Carlos Franqui llegaron con un grupo de heridos a las Vegas y firmaron,
en nombre del Ejército Rebelde, el acta de entrega de estos primeros 15
guardias heridos, los más graves. En el curso del día, después de la
llegada del convoy de la Cruz Roja, encabezado por su delegado Pierre
Jacquier, comenzó a brotar del monte e ingresar al campamento enemigo la
impresionante caravana de 238 prisioneros, incluidos otros 42 heridos,
para el total de 253 guardias entregados ese día. Es importante decir
que la entrega se desenvolvió normalmente, sin incidentes, y que la
tregua acordada fue respetada por las dos partes. Si alborotadora fue la presencia de una mujer
guerrillera —Teté Puebla— entre los guardias, más revuelo aún causó la
sorpresiva llegada del Che, quien bajó en un mulo desde Mompié y
compartió un buen rato en la casa de Bismark con los representantes de
la Cruz Roja y los jefes de la compañía sitiada. Hasta sus buenos tragos
de coñac bebieron juntos, con lo que el Che se adelantó unilateralmente
a su ofrecimiento de celebrar las más recientes victorias. Ya el Che
había comenzado a convertirse en leyenda, y los guardias no desestimaron
la oportunidad de poder ver al comandante guerrillero argentino. No hay que insistir en lo que significó este acto de
entrega de heridos y prisioneros, que, por supuesto, fue silenciado por
la propaganda enemiga. Sin embargo, de inmediato se corrió entre las
filas de todas las unidades participantes en la ofensiva el testimonio
vivo de estos guardias, tanto por el trato humanitario recibido como por
las potencialidades efectivas de las fuerzas rebeldes, capaces de
derrotar y rendir un batallón completo, destruir sus refuerzos y
capturar en combate tan numerosa cantidad de prisioneros. Por nuestra
parte, se trataba de una demostración elocuente de la ética con la que
se desarrollaba la lucha del Ejército Rebelde. No tengo la menor duda de
que esta primera entrega de prisioneros en las Vegas de Jibacoa tuvo una
influencia importante en el curso posterior de los acontecimientos. Cumplido este interludio, estábamos en condiciones de
reiniciar las operaciones para lograr la rendición de la tropa enemiga
cercada en las Vegas de Jibacoa, la única que a estas alturas quedaba en
el interior de la montaña tras la retirada hacia Las Mercedes, el 27 de
julio, de las fuerzas que habían ocupado Minas de Frío, e incluso, las
establecidas en San Lorenzo, en cumplimiento del nuevo plan de
operaciones enemigo a que hice referencia en el capítulo anterior. Ya el 25 de julio, el Che había distribuido todas sus
fuerzas en las alturas que rodeaban el campamento enemigo, concentrado
en el pequeño llano entre las casas de Bismark y Santiago Torres. En
este sector actuarían las escuadras de Joel Iglesias, José Ramón Silva y
Luis Crespo. El Che y otras escuadras rebeldes se habían situado en la
falda de la loma de El Desayuno, directamente sobre el único camino por
el que tendrían que tomar los guardias de la Compañía 92 si quisieran
escapar. Desde esas posiciones, el Che controlaba de manera total
cualquier movimiento, y se hallaba dispuesto, no solo a cerrar en El
Desayuno un intento de huida, sino también a golpear al enemigo en
retirada desde la retaguardia. Por su parte, siguiendo nuestra ya probada estrategia,
Camilo y sus hombres, se habían colocado en la falda exterior de la loma
de La Llorosa, preparados para rechazar cualquier intento de refuerzo a
la tropa sitiada, tanto del Batallón 17 desde Las Mercedes como del
Batallón 23 desde Arroyón. Recuérdese que el único acceso a las Vegas desde el
llano era a través del estrecho camino que pasaba por la loma de El
Mango y atravesaba luego la de El Desayuno, donde discurría a lo largo
de un desfiladero entre la abrupta falda de esta loma y el cañón del río
Jibacoa, que en esa región fluía entre enormes piedras y grandes pozas,
algunas de ellas las más espectaculares de toda la Sierra. En este tramo del camino, que apenas daba paso a un
vehículo, fue donde pudo haberse montado una resistencia efectiva, en
ocasión de la entrada del enemigo en las Vegas. No se logró entonces,
como vimos en su momento, pero yo estaba decidido a que esta vez el
terreno sería aprovechado al máximo por nuestras fuerzas, y que allí se
produjera una nueva victoria. Además, quienes dirigirían la operación
eran nada menos que el Che y Camilo, y bien sabía yo que ellos no
conocían la palabra vacilación. Lo importante era que si esa constituía la única ruta de
acceso a las Vegas, igualmente iba a ser la única de escape de la tropa
sitiada en ese lugar. Resultaba impensable que el Ejército intentara
otro camino, pues cualquier variante lo conduciría más al interior de la
montaña, y a estas alturas, en las condiciones físicas y morales en que
se encontraba la tropa enemiga de las Vegas, no cabía en absoluto otra
posibilidad que la de intentar la huida. Por otra parte, no salir por el
camino planteaba la empresa, casi imposible, de escalar la impresionante
mole de La Llorosa o la no menos escarpada falda de El Desayuno. El jefe
de la Compañía 92 no podría imitar a Sánchez Mosquera y sorprender con
un movimiento fuera del camino existente. El 26 de julio, el mismo día en que comenzó la retirada
del Batallón 11 de Santo Domingo, el Che me informó en un mensaje que la
tropa de las Vegas estaba completamente sitiada e, incluso, proponía
lanzar contra ella un ataque en regla esa noche, seguro de que se
rendirían en un par de horas. Pero cambió de idea y decidió esperar,
pues recibió noticias de que el capitán Durán Batista, quien se había
dado cuenta de que su posición era desesperada, estaba dispuesto a
negociar. Al mediodía del 28 de julio, el Che me pidió
autorización para acordar con el capitán enemigo la salida del personal
sitiado, previa la entrega de todas sus armas y pertrechos. Ese mismo
día, el Che recibió una comunicación del comandante Armando González
Finalé, jefe del Batallón 23 ubicado en Arroyón, en la que le proponía
una entrevista. De inmediato, el Che despachó un mensajero con la
siguiente nota al capitán Durán: Obra en mis manos una comunicación del comandante
Fifnale [Finalé] en que me invita a conferenciar. Ud. sabe que mañana
será tarde para eso y trato de ahorrar sangre. [...] Debe saber también
que está rodeado y no puede esperar ayuda del exterior; eso solo traerá
más sangre para ambos bandos pero principalmente para uds. Si realmente no acepta esta entrevista, correspondiendo
a mi caballerosidad debo aconsejarle que deje las casas y se proteja en
trincheras; todos los altos son nuestros. Yo le ofrezco dejarlo salir de
allí con todos sus hombres y conservando las armas cortas, sin cumplir
con el trámite de ser prisioneros, es lo más que puedo ofrecer dado el
número de hombres que tengo sobre ese punto y la seguridad absoluta de
que están perdidos. Recurro a sus sentimientos patrióticos para que [no]
anteponga falsos orgullos y evite una sangría inútil. Durán le respondió al Che que al día siguiente le
enviaría su contestación o iría personalmente a entrevistarse con él,
pero debía antes informar de la oferta a su jefe inmediato y que,
además, estaba esperando un convoy de suministros, por lo que le era
imposible moverse en ese momento. Pero los acontecimientos se precipitaron. El alto mando
de la tiranía había decidido enviar al Batallón 23 en auxilio de la
compañía sitiada en las Vegas. Ese era el "convoy de suministros" a que
se refería Durán Batista, y que chocó inevitablemente con las emboscadas
de Camilo en El Mango. El mismo día 28, antes del combate contra el refuerzo,
Camilo me envió el siguiente mensaje: Estoy en la posición que me indicó el Che, tengo bien
explorado todo y estoy rogando para que algún Dios ignoto nos traiga una
tropa por este lugar. Tengo el "jamo" preparado para pescar por lo menos
25 ó 30, ayer cuando el fuego grande en S. Domingo, los de Arroyones
corrieron como locos, el pánico se ha apoderado de las Tropas enemigas,
las noticias corren veloces, parece [que] ya saben los últimos leñazos
que hemos dado. Ese día varios camiones con guardias y suministros
salieron del campamento de Arroyón. El convoy de refuerzo, compuesto por
tres compañías de infantería, estaba apoyado por dos tanques ligeros
T-17 y una batería de obuses de 75 milímetros que se ubicaron en el alto
de La Güira. El dispositivo estaba a las órdenes del teniente coronel
Ferrer da Silva. Una de las tanquetas T-17 precedía la caravana, al
mando de la cual viajaba el capitán Victorino Gómez Oquendo, jefe de la
compañía de tanques del puesto de mando de Bayamo. Los vehículos se
movieron sin novedad hasta el entronque del camino que sube desde Las
Mercedes, y prosiguieron su cuidadosa marcha en dirección a Los Isleños
y, más allá, a la loma de El Mango. Desde sus posiciones en la falda de La Llorosa, los
hombres de Camilo vieron acercarse al enemigo. Arriba, la aviación
bombardeó y ametralló las posiciones donde presumía que estaban ubicados
los combatientes rebeldes. Abajo, directamente sobre el camino,
preparado con minas y zanjas para impedir el paso de los vehículos,
estaban las escuadras de los capitanes Orestes Guerra y Lázaro Soltura.
Cuando el convoy penetró en el tramo donde el camino se estrechaba,
entre el farallón de la loma y el cañón del río Jibacoa, los rebeldes
abrieron fuego. Los camiones se detuvieron y los guardias saltaron a
tierra y buscaron protección. La tanqueta siguió avanzando, mientras sus
ocupantes permanecían confiados dentro del blindaje. Pero al otro lado
del río, desde las posiciones ocupadas en la loma de El Desayuno por la
escuadra de César Suárez, de la tropa del Che, se sintió el sordo sonido
característico de un disparo de bazuca. Para sorpresa de todos, sin
embargo, la tanqueta no retrocedió. En cambio, tras unos segundos en los
que parecía que el vehículo blindado iría hacia atrás, la tanqueta
aceleró la marcha, bajó hasta el río, lo cruzó y comenzó a subir por el
camino de El Desayuno. Dos o tres bazucazos más no dieron en el blanco,
y pronto la T-17 rebasó la fusilería rebelde y logró penetrar en las
Vegas para gran algarabía de las avanzadas del campamento enemigo. Por su parte, los hombres de Camilo se habían lanzado
sobre el resto del convoy paralizado. Algunos guardias optaron por
desprenderse hacia el río y lograron escapar. En definitiva, el grueso
del refuerzo fue detenido y capturados los suministros. Los guardias
sufrieron 16 muertos y numerosos heridos, entre ellos el propio teniente
coronel Ferrer da Silva. Tras la retirada del enemigo, los rebeldes
dieron fuego a un jeep, un tractor y un camión comando; también
ocuparon fusiles, cajas de raciones de campaña, granadas de fusil,
cananas y balas. Sobre la tanqueta enemiga que logró filtrarse hasta las
Vegas de Jibacoa hay un elemento anecdótico que vale la pena registrar
en estas páginas. El capitán Gómez Oquendo fue recibido por sus
compañeros de armas con efusivas expresiones de reconocimiento debido a
su coraje y decisión. Oquendo, hombre campechano y modesto —quien
después de su captura, al día siguiente, pidió permanecer en nuestras
filas—, pronto cortó las felicitaciones y explicó lo siguiente, según me
contaron después y me ratificó el propio Gómez Oquendo: No, no, esperen, no fue valor. Lo que pasó fue que, al
sentir el primer bazucazo, como no pudimos ubicar la procedencia del
disparo para responder con nuestro cañón, di la orden de retroceder.
Pero, producto del nerviosismo del conductor, la marcha atrás se trabó y
no hubo forma de lograr movernos. En esas circunstancias éramos un
blanco fácil para otro bazucazo. Di entonces la orden de avanzar a toda
máquina, y tuvimos la suerte de poder pasar. Fue, en la práctica, una huida hacia adelante. Al día siguiente del combate en la loma de El Mango y el
rechazo del intento de refuerzo a la tropa sitiada en las Vegas, el Che
recibió a dos oficiales de la Compañía 92 enviados a conferenciar por el
capitán Durán. La respuesta que trasmitieron fue que el jefe de la tropa
agradecía la propuesta del Che pero no la aceptaba, pues el "honor
militar" no le permitía entregar sus armas sin combatir. En vista de
ello, el Che declaró reabiertas las hostilidades. Esa misma tarde, después de pegar candela a sus
provisiones y parte de sus balas, la Compañía 92 dio comienzo a su
intento de huida. De inmediato el Che ordenó a todas sus escuadras que
iniciaran la persecución y el hostigamiento de la tropa en fuga,
mientras las fuerzas rebeldes en la loma de El Desayuno intentaban
cerrar la vía de escape del enemigo, con el apoyo de las fuerzas de
Camilo desde El Mango. En la persecución de los guardias participaron,
entre otras, las escuadras de los capitanes Joel Iglesias, José Ramón
Silva y Luis Crespo; y desde El Desayuno y El Mango cerraron la salida
las escuadras de los capitanes César Suárez, Orestes Guerra y Lázaro
Soltura. Camilo y el resto de su personal contuvieron y rechazaron los
intentos del Batallón 23 desde Arroyón por auxiliar a las tropas de las
Vegas. El combate se prolongó con intensidad hasta el
anochecer. Un balance preliminar realizado esa misma noche por el Che, y
el informe que me enviaron, daba cuenta de 40 guardias prisioneros, ocho
muertos y cinco heridos. En definitiva, el total de prisioneros ascendió
a 98, prácticamente la compañía completa. Fue capturada la tanqueta T-17
casi intacta, con un cañón de 57 milímetros, un mortero con 80 obuses,
dos ametralladoras de trípode calibre 30, varios fusiles automáticos
Browning, 20 carabinas San Cristóbal, 40 fusiles Springfield y 20 000
balas, entre otros pertrechos. En la acción fue hecho prisionero el
capitán Gómez Oquendo, y entre nuestras bajas solo resultó herido el
combatiente Angelito Frías. A la hora de redactar ese informe, el capitán Durán no
había sido capturado, pero se tenía la información de que estaba herido.
Fue hecho prisionero a la mañana siguiente. Este valiente y caballeroso
oficial también optó por quedarse con nosotros en la Sierra, y tanto él
como Gómez Oquendo, junto con el comandante Quevedo, prestaron valiosos
servicios durante los meses finales de la guerra, en los contactos y
negociaciones con los jefes enemigos. Con esta acción, las Vegas de Jibacoa quedaba
definitivamente liberada, y una nueva unidad enemiga, en este caso la
Compañía 92, resultó destruida y anulada como entidad combatiente. Era
otra victoria rotunda. Ahora solo quedaban, en las cercanías de la
montaña, las fuerzas enemigas de los Batallones 23 del comandante Finalé,
acampado en Arroyón, y 17, del comandante Corzo, estacionado desde el
comienzo de la ofensiva en Las Mercedes. En ese orden, fue sobre ellas
que decidimos actuar de inmediato, con la victoria definitiva al alcance
de la vista. |