Contención en Minas de Frío (Capítulo 17)
El 13 de julio, al segundo día del comienzo de las
acciones en Jigüe, recibí en mi puesto de mando en el alto de Cahuara la
información de que fuerzas del Batallón 17 enemigo habían comenzado a
avanzar desde San Lorenzo en dirección a Minas de Frío. La noticia era
preocupante. Si el enemigo lograba ocupar las Minas se colocaba en
posición privilegiada para penetrar en el corazón de nuestro territorio.
Desde las Minas podía intentar de nuevo ocupar Meriño y seguir hacia El
Roble con la posibilidad de caer desde la retaguardia sobre nuestras
posiciones en Jigüe, lo cual podría poner en peligro la operación contra
el Batallón 18, y significaría cortar nuestro territorio, al que había
aspirado con la operación de Meriño.
Sin embargo, en esa peligrosa coyuntura, yo tenía gran
confianza en la capacidad del Che y de las fuerzas rebeldes bajo su
mando en ese sector para impedir que el enemigo lograse su objetivo.
Mientras tanto, mi atención personal tendría que seguir dirigida hacia
la derrota de la tropa cercada en Jigüe y el rechazo de cuantos
refuerzos fueran enviados desde la costa en su auxilio. No fue la única mala noticia que recibí ese día. A
las 2:00 de la tarde, el Che me informó desde Mompié: Los guardias venían subiendo por el alto de Meriño.
Di instrucciones a Raúl [Castro Mercader], para que mandara la gente
de Angelito Verdecia (que estaba descansando en la Mina) a tapar ese
camino. Parece que hubo una confusión y Angelito cayó en una
emboscada en la que resultó muerto, perdiendo su arma, según uno de
la tropa que vino desperdigado, los otros dos que iban con él no han
aparecido. Si los guardias avanzan y rompen esa línea, no hay
refuerzos para allí. Lo que había ocurrido era que cuando los guardias
ascendían hacia el alto de Meriño, Angelito Verdecia y algunos hombres
que lo acompañaban habían sido sorprendidos por el camino que sube a El
Tabaco. En el encuentro, el enemigo sufrió cuatro bajas, entre ellas,
dos heridos de gravedad, pero resultó muerto el bravo capitán rebelde.
Los combatientes que lo acompañaban se dispersaron y dejaron el cadáver
de su jefe en poder de los soldados. La sensible pérdida de Angelito Verdecia me produjo
gran dolor y contrariedad, pero mayor fue mi irritación por las
circunstancias en que tuvo lugar. Sin conocer detalles, ordené al
Che investigar bien lo ocurrido y aclarar responsabilidades: No tengo nada que decirte. Con toda seguridad llegó
el aviso de que los guardias venían subiendo de S. Lorenzo a Meriño,
le dijeron a Angelito que fuera a interceptarlos en el alto, sin
calcular que tenían mucho más tiempo que él para llegar a ese punto
y allí mismo lo jodieron. Cuando yo salí de la Mina dije que cuidaran el camino
del Moro más acá del alto; tú me dijiste que lo mejor sería poner posta
en el mismo camino que sube de S. Lorenzo a Meriño, para vigilarlo y yo
estuve de acuerdo. ¿Cómo pueden haber sorprendido entonces a Angelito en
una emboscada? ¿Es que acaso subieron por algún trillo y salieron más
acá del alto? ¿Entonces, qué pasó con los que debían estar en el alto de
posta? Esa misma tarde, las fuerzas enemigas del Batallón 17
coronaron el firme de Meriño. Así me lo comunicó el Che a las 7:05 de la
noche: Esta tarde coronaron el firme los guardias y dice Raúl
[Castro Mercader] que tiene noticias que ya están en Meriño, aunque yo
no lo creo. Me parece necesario o un refuerzo o evacuar preventivamente
las Minas de todo lo superfluo. Tú dirás. Temprano en la mañana siguiente, el Che me informó: "De
Meriño todavía no hay novedad, los soldados están en el caserío y tienen
el firme; ordené el repliegue sobre las Minas de todos los otros". El Che agregaba en su mensaje que parecía que la culpa
del sorpresivo encuentro donde resultó muerto Angelito Verdecia el día
anterior la tuvo el propio Angelito o el guía que llevaba, pues fueron a
pasar mucho más abajo de donde se encontraban los soldados. Se confirmó,
según uno de los que acompañaba a Angelito, que el Ejército había
sufrido cuatro bajas. A las 11:55 de la mañana, el Che me comunicó con
urgencia las noticias recibidas en su puesto de mando en Mompié: Sin que pueda decirte cómo, los guardias están en las
Minas. Apenas te había mandado la comunicación, llegó la noticia que los
guardias estaban sólo en el alto del firme. Ordené entonces un repliegue
general y que Ciro [del Río] defendiera esa posición junto con la gente
que era de Angelito Verdecia. Sin embargo, a la 1/2 hora me comunicaron
que los guardias estaban en el firme del Moro arriba y la gente de
Angelito estaba aislada entre dos tropas, en el firme. Mandé confirmar
las noticias porque me parecía imposible, pero a los 5 minutos
comunicaron que los guardias estaban en la Mina ya, que cortaban la
comunicación; yo no pude hablar más. La fuerte resistencia que esa mañana ofrecía la
escuadra que era de Angelito Verdecia —de solo siete hombres—, a la
tropa enemiga en el alto de El Moro, hizo suponer que los guardias
habían ocupado Minas de Frío, cuando en realidad tardarían aún
varias horas en lograrlo. Según los informes de que disponía, el Che
me explicaba en detalle la situación de sus fuerzas en la defensa de
este sector: La situación es la siguiente: Raúl [Castro
Mercader], Ciro [del Río] y Angelito Frías pelean de frente. La
gente de Angelito queda entre dos fuerzas con escape hacia Meriño;
Fonso [Alfonso Zayas], César [Suárez] y Roberto [Fajardo] quedan
cercados con la sola posibilidad de faldear potreros entre las Vegas
y la Mina; Orlando [Pupo] tiene que escalar un firme difícil pero no
está en mucho peligro. Daniel [Readigo] y sus hombres tienen
retirada fácil. Todo depende de que Raúl [Castro Mercader] no haya
perdido la cabeza y haya podido avisar a los compañeros. Con la gente
que nos queda se puede defender bien el camino, pero no se puede
defender otro que la Magdalena. El del Roble y la Candela quedan
desguarnecidos. De manera preventiva, el Che ordenó el traslado de la
escuela de reclutas de Minas de Frío hacia La Magdalena, y hacia ese
punto decidió moverse personalmente para asumir su defensa. No obstante,
me preguntó cuánto tiempo era necesario resistir en ese sector, ante la
amenaza de que la fuerza enemiga pretendiera continuar hacia Jigüe en
auxilio de sus compañeros cercados. A las 3:05 de la tarde, desde mi puesto de mando en
el alto de Cahuara, le respondí al Che: Mira a ver cómo puedes recoger los restos de esas
escuadras y restablecer el frente. Me conformaría con disponer de 4 días antes de que esas
tropas puedan penetrar hasta aquí. Yo creo que si aparecen la gente de
Fonso, Verdecia y Suárez, se les podría encomendar a ellos la Maestra y
disponer de Ciro, Raúl [Castro Mercader] y Pupo, para utilizarlos en la
defensa de los caminos que vienen hacia acá. Mientras tanto haz lo que
puedas y trata de mantenerme informado. A las 8:00 de la noche, el Che me aclaró en un
mensaje que los guardias no habían tomado aún las Minas, pero que
estaban próximos a hacerlo, y reiteró que había repartido a sus
hombres para resistir. Poco después, a las 8:25 de la noche, me
ofreció más detalles: En la carrera por ver quién es más comemierda e
irresoluto, nos volvieron a ganar los guardias. La escuadra que era
de Angelito, (con 7 hombres) mantuvo en el alto del Moro al
Ejército. Había ordenado a Ciro que fuera a reforzar ese punto, pero
este volvió a ser "atacado" y "oyó silbar las balas" y se retiró.
Los tiros en el alto hicieron creer a todo el mundo que ya estaban
encima. 500 metros de tendido se han acortado y el teléfono,
empatado rudimentariamente por mí, no anda; veré si lo arreglan
mañana. Ordené a todos los pelotones avanzar para recuperar
posiciones. Me quedan de reserva Angelito Frías y Raúl [Castro
Mercader]; total: 10 armas. Si tratan de avanzar de frente o por las Vegas, podremos
hacer buena resistencia, si flanquean por Meriño, se nos van. A esta
hora no sé si hay o no guardias en este punto. Yo me quedo aquí; les
deseo éxito pronto. A la mañana siguiente, las fuerzas rebeldes al mando
del Che continuaron combatiendo contra las tropas enemigas que
avanzaban en dirección a Minas de Frío. Como resultado de una
confusión, mientras realizaba una exploración, Ciro del Río resultó
herido por otro rebelde que se encontraba emboscado. A las 9:05 de
la mañana, el Che me informó: En este momento la gente está fajada en el firme de
casa del Moro. Es un tiroteo no muy nutrido pero continuo. Ciro del
Río fue herido en un pulmón por un compañero que lo confundió. Hasta
ahora hay dos guardias muertos, según [José Ramón] Silva. El camino
del Roble no está custodiado, pero parece que centralizan su
esfuerzo por el alto. Dos horas después me enviaba otro mensaje: [...] los guardias nos tomaron el firme y van avanzando
sobre la Mina, pero no hoy, por lo que sé en Meriño, y espero
aguantarlos sin que lleguen siquiera a la Escuela [escuela de reclutas
de Minas de Frío]. Todo depende de la decisión con que combata la gente;
hay buenas posibilidades. Creo que pueden contar ellos con dos días de
respiro incluyendo el de hoy. Ocupado como estaba en la planificación de los detalles
de la operación en Jigüe, las noticias sobre el avance de los guardias
en dirección a Minas de Frío me obligaron a dedicar atención a las
posibles variantes que pudiera aplicar el mando enemigo, sobre todo, si
realizaban algún intento de acudir desde el noroeste en apoyo de la
fuerza sitiada en Jigüe. En medio de la compleja situación planteada,
tenía puesta toda mi confianza en que a los guardias les sería
materialmente imposible franquear las líneas de contención que podrían
interponerse en El Roble, La Magdalena, El Coco o Mompié, por mencionar
solamente algunos de los puntos por donde el enemigo pudiera tratar de
penetrar en dirección a Jigüe. Durante este tiempo procuré mantener una comunicación
constante y minuciosa con el Che, a quien le fui informando, en detalle,
de la marcha de la operación en Jigüe, y de quien iba recibiendo
pormenorizados informes de los sucesos en su sector. Cuando el Che me
comunicó esa mañana que el enemigo no había podido aún ocupar Minas de
Frío, me convencí de que la difícil situación creada en ese sector, y la
consiguiente amenaza a la operación principal de Jigüe quedaban
prácticamente resueltas, pues aunque los guardias pudieran llegar
finalmente a las Minas les sería casi imposible continuar su avance
desde allí. A las 11:20 de la mañana del 15 de julio le envié al
Che un mensaje en el que reconocía su esfuerzo y le informaba las
medidas tomadas en previsión de un avance ulterior del enemigo: Te felicito de que hayas logrado superar la crisis
por allá, mejorando mucho nuestro ánimo al sabernos sin peligro
desde esa dirección. Si están en Meriño e intentan bajar hacia acá
lo que tienes es que mandarme un mensajero a caballo para avisarme
rápido. Yo mandé a hacer trincheras más allá del Coco y podemos
agarrarlos entre dos fuegos. De todas formas, al pasar por el camino
del Roble deben ser tiroteados por el flanco. Si no pudieras retener la Mina, no dejes de dividir las
escuadras como te indiqué, para que un grupo cuide la Maestra y el otro
la Magdalena. El día 16, la tropa enemiga que ocupó Minas de Frío
no realizó ningún movimiento. A las 10:00 de la mañana, desde su
posición en una falda de la loma de La Magdalena, el Che me
trasmitió un mensaje por intermedio del teléfono de Mompié,
restablecido después de una interrupción de varios días: Dice el Che que los guardias no parecen tener
intenciones de avanzar hoy. Que recibió un refuerzo de seis hombres bien
armados, los que utilizará en caso necesario para reforzar a los que
cuidan la Magdalena. Que si tratan de ir por abajo, él personalmente se
ocuparía de impedir que avancen. Y horas después, a las 5:20 de la tarde, volvía a
informar: Dice el Che que no hay un solo guardia en Meriño; que de
la Mina se han ido como 40 guardias; que no se ve movimiento de guardias
desde Las Vegas hasta Meriño y que no se ve intento de avanzar por
ahora. No ha habido actividad ninguna en La Mina; que si tratan de
avanzar se lo impedirá en lo que a él le sea posible. El 20 de julio, convencido de que las disposiciones
defensivas adoptadas alrededor de Minas de Frío eran suficientes para
contener el avance ulterior del enemigo, el Che regresó a Mompié. Ese
día, en Jigüe, estaban ya en marcha los trámites para la rendición del
Batallón 18, lo cual yo le había informado al Che junto con mi intención
de proceder de inmediato, de manera simultánea, contra dos de las otras
fuerzas enemigas ubicadas todavía en el interior de nuestro territorio,
a saber, el Batallón 11 de Sánchez Mosquera en Santo Domingo, y la
Compañía 92 del Batallón 19 en las Vegas de Jibacoa. En cuanto a las
Compañías 91 y 93 que habían logrado penetrar hasta Minas de Frío, mi
criterio en ese momento era que lo dispuesto por el Che garantizaba la
contención del Ejército y que, eventualmente, el mando enemigo se
convencería de que su posición era insostenible y decidiría su retirada.
De no ser así, estábamos en condiciones de rendirlo una vez liquidada la
amenaza en Santo Domingo, en ese momento, la más peligrosa. Durante la noche, el Che me envió un mensaje: "Estoy en
Mompié. Todo tranquilo. Vine a verte porque tus proyectos dobles me
parecen demasiado arriesgados. Espero que me digas dónde estarás mañana
para darme una carrera a la noche". Al día siguiente todo se mantuvo tranquilo en Minas de
Frío. Ese día, como veremos en capítulos posteriores, yo estaba camino
de La Plata con los guardias prisioneros del Batallón 18, y el Che se
mantenía ocupado en los preparativos de la entrega de estos prisioneros
a la Cruz Roja, como pactamos con esta organización humanitaria. En un mensaje que recibí esa noche, el Che me explicaba
todos los arreglos que se hicieron para efectuar la entrega de
prisioneros en las Vegas de Jibacoa, y agregaba al final, casi de
soslayo: "El fuerte de las Minas, sin novedad". Era su manera de decirme
que la situación se mantenía igual, que los guardias no habían dado un
paso más allá de Minas de Frío. En los días subsiguientes, no ocurrió nada nuevo en el
frente de las Minas. El 27 de julio, mientras se desarrollaba la batalla
contra las fuerzas que huían de Santo Domingo, el mando enemigo, como
parte de un nuevo plan de operaciones al que haré referencia en otro
capítulo más adelante, ordenó a la tropa posicionada en Minas de Frío
abandonar el lugar y retirarse de regreso a San Lorenzo y Las Mercedes.
Esto era exactamente lo que yo había previsto. A las 3:55 de la tarde, el Che me informó del
movimiento de las tropas enemigas: [...] los guardias han hecho un movimiento de
retroceso en la Mina llegándose al firme del Moro. No sería raro que
hicieran lo mismo en Las Vegas [...]. Le doy órdenes a Raúl [Castro Mercader] para que avance
simultáneamente con la retirada de los guardias. Minutos antes, el Che había instruido a Raúl Castro
Mercader, en previsión de que esta tropa acudiera en auxilio de la
compañía cercada en las Vegas de Jibacoa: Debes estar atento para ir tomando posiciones
adelantándose a medida que los guardias retrocedan. Si abandonamos el firme del Moro debes colocarte en la
Maestra, en la encrucijada de San Lorenzo, si se quedaran en el alto del
Moro hay que tomarles el firme de la derecha, por donde está construido
el camino a las Vegas para hostilizarlos si pretenden bajar por allí. Sin embargo, estas precauciones resultaron innecesarias.
La tropa enemiga retrocedió directamente hasta San Lorenzo e, incluso,
con el apoyo de una compañía enviada desde Las Mercedes por el jefe del
Batallón 17, comandante Corzo Izaguirre; esta tropa, más las fuerzas que
permanecían en San Lorenzo, completaron su retirada hasta Las Mercedes. De esta manera, no solo Minas de Frío, sino además, todo
un extenso territorio en el sector noroccidental —incluidos Meriño, El
Tabaco, San Lorenzo, Gabiro y La Esmajagua—, quedaba liberado. Resultaba
obvio que el enemigo no podría volver a penetrar en él; era otra
victoria nuestra, esta vez sin necesidad de combatir. |