El combate de Meriño
(Capítulo 13)
El día 6 de julio recibí la confirmación de la entrada
de los guardias en Meriño, mediante una nota de Celia que decía lo
siguiente: "El Che llamó a Fajardo que acamparon en Meriño 250 guardias,
no han tomado El Roble. Que digas si retira las fuerzas de Las Vegas y
los lleva a defender allí. Él espera, dentro de 10 minutos llama". El Che estaba estrenando la línea telefónica recién
tendida hasta Minas de Frío. En ese momento, Celia permanecía en La
Plata y recibió esta llamada de Piti Fajardo desde la tiendecita de la
Maestra. Yo había salido de La Plata esa madrugada y me encontraba en
camino, ya muy cerca de la tiendecita y de Mompié, con la intención de
seguir hasta Minas de Frío. Al mensaje de Celia contesté de inmediato:
"Que no retire las fuerzas de las Vegas. Que yo mando refuerzos para
tomar El Roble. Que traslade al Roble la bomba de 100 libras". Al recibir este mensaje decidí cambiar mi rumbo, y en
vez de seguir hacia Minas de Frío me dirigí a El Roble de Meriño con el
personal que me acompañaba: el pelotón de Andrés Cuevas y una escuadra
de la tropa de Camilo a las órdenes de Felipe Cordumy. Al llegar a El
Roble, ubiqué en sus respectivas posiciones a Cuevas y a Cordumy. Mi
idea era que si los guardias intentaban seguir avanzando desde Meriño
hacia El Roble, lo cual era el movimiento previsible, chocarían con la
emboscada de Cuevas; mientras Cordumy, quien los habría dejado pasar,
les cortaba la retirada, apoyado por la escuadra de Ciro del Río, que
había permanecido del otro lado del firme de Meriño. También al llegar a El Roble envié un mensaje urgente a
Lalo Sardiñas para que se trasladara sin pérdida de tiempo con su
pelotón a Minas de Frío. Mi intención era enviarlo al alto de Meriño
para cerrar completamente la retirada de los guardias. En ese momento,
Lalo estaba en la zona de Pueblo Nuevo como parte del cerco de
contención organizado contra la tropa de Sánchez Mosquera en Santo
Domingo. La presencia de Lalo contribuiría a la realización del plan
concebido para capturar la tropa que había tenido la osadía de entrar en
Meriño, al tiempo que impediría la llegada de algún refuerzo enviado por
el mando enemigo desde San Lorenzo. Cuevas, por su parte, a quien
después de su ubicación en El Roble se le sumó Jaime Vega con parte de
sus hombres, aseguraría que esa tropa no pudiera avanzar más allá de El
Roble y enlazar con el Batallón 18 que venía subiendo desde el Sur, en
caso de que esa fuera la intención del mando enemigo.
A Camilo, quien había quedado al frente del dispositivo
de contención en Santo Domingo, le envié con el mismo mensajero la
siguiente nota: Esta Columna de guardias está en una verdadera ratonera.
Lo que necesitamos es alguna tropa más, para impedir la llegada de
refuerzos. Pero no quiero debilitar esa posición [la de Santo Domingo];
por eso, después de pensarlo muy bien, he decidido mover de ahí, la
única tropa, que no está en posición defensiva, sino de ataque: la de
Lalo. [¼ ] Con Lalo aquí, creo que
podemos hacer algo bueno. Todavía a estas alturas nos veíamos obligados a realizar
verdaderos juegos malabares para distribuir y redistribuir las escasas
fuerzas con que contábamos, de acuerdo con la mayor amenaza concreta que
enfrentáramos en cada coyuntura. En ese momento, la presencia enemiga en
Santo Domingo, a pesar de su cercanía a la zona de La Plata, había
dejado de ser un peligro inmediato después del golpe, más psicológico
que material, recibido días antes en la primera Batalla de Santo
Domingo. Ahora la prioridad era la posible captura de la tropa llegada a
Meriño. De acuerdo con el Che mandé a buscar también hacia Minas
de Frío a Raúl Castro Mercader y sus hombres, quienes, como se
recordará, estaban posicionados en Polo Norte, cerca de las Minas. Este
grupo se mantuvo como reserva en las Minas. Tras llegar a marcha forzada al alto de Meriño, Lalo me
informó al mediodía del 6 de julio que, después de inspeccionar el lugar
previsto para tender la emboscada, consideraba que la posición no era la
más idónea, aunque luego exploraría algo más abajo. En respuesta a este mensaje, le envié a Lalo un refuerzo
de hombres para cubrir otro probable acceso cercano a su posición, con
las siguientes instrucciones: Te mando los hombres que quedaron. Sitúalos en el otro
punto que te indiqué con un jefe valiente, que cuide aquel camino y a la
vez ataque por la retaguardia a cualquier grupo enemigo que intente
salir de Meriño, por el camino donde tú estás. De inmediato, Lalo situó al refuerzo enviado, un total
de 12 hombres, en un estribo del pico Caraquitas, con lo cual cubrió del
otro lado el camino de Limones. Al frente de este grupo designó a Néstor
Labrada. Ese mismo día llegó Braulio Curuneaux a Meriño con su
ametralladora 50, a quien también mandé a buscar el día anterior desde
El Naranjo. Sin perder tiempo, Curuneaux ocupó una posición en el sector
este del cerco, en la falda de la loma de La Magdalena, junto al Che y
parte de sus hombres, incluida la escuadra de Hugo del Río, que cuidaba
el acceso a Minas de Frío. Al amanecer del día 7 recibí un mensaje del Che con una
confusa información de Cuevas en la que decía que los guardias venían
subiendo por El Roble. Esto me obligó a replantear toda la operación
prevista contra la tropa enemiga en Meriño. Lo mejor es transcribir el
mensaje que envié al Che a las 11:50 de esa mañana, pues me parece que
explica de la manera más clara posible la extraordinaria flexibilidad de
nuestra planificación táctica: Si Cuevas dice que los guardias subían por el Roble,
puede significar que vienen de la playa hacia arriba y no tenga nada que
ver con los movimientos en Meriño. Si así fuera, lo que tiene que hacer
él es virar los cañones hacia el otro lado, mientras planeamos alguna
otra maniobra. Si eso fuese rigurosamente cierto, el plan nuestro podría
ser destacar una patrullita que se hiciera fuerte en una posición buena
un kilómetro o dos más debajo de Cuevas, para ver si, cuando aquella
haga contacto con el enemigo, los de Meriño avanzan hacia abajo y caen
en la trampa. Trata de ver qué quiso decir Cuevas. En definitiva, no existió ese presunto movimiento
enemigo desde el Sur. No obstante, véase que en nuestras previsiones
siempre figuró el enlace de la tropa llegada a Meriño con el Batallón 18
o alguna otra fuerza enemiga procedente de la costa. Era el movimiento
más lógico desde el punto de vista del mando enemigo, pues con él,
nuestro territorio en el sector más occidental, quedaría dividido, y
todas nuestras fuerzas al oeste del río La Plata, separadas y
desvinculadas de las demás. A estas alturas, mi mayor deseo no era que se produjera
la llegada de un refuerzo procedente de San Lorenzo, sino que la tropa
de Meriño intentara seguir avanzando en dirección a El Roble, en cuyo
caso la encerrona preparada entre las fuerzas de Cuevas y las de Lalo
sería fatal. Si fuese necesario, podrían emplearse, además, las fuerzas
de Raúl Castro Mercader y una escuadra de seis hombres de la tropa de
Camilo, al mando de Orestes Guerra, que mantenía conmigo en Minas de
Frío también como reserva. Pero no ocurrió ninguna de estas dos cosas. A las 6:10
de la mañana del día 7 de julio, el Che me avisó que los guardias de
Meriño estaban aparejando sus mulos, evidentemente con la intención de
moverse, pero me advirtió que "no se sabe el derrotero todavía". Hora y
media más tarde me comunicó: Ya aparejaron todos los mulos y quitaron la posta del
lado del alto de Meriño. Aparentemente esperan algo de la aviación. Ya
avisé a Cuevas. Si se mueven en algún sentido le doy nuevo aviso. El
camino que parece más probable es el del Roble pero todavía están
regados en las casas. Hay que tener en cuenta el camino que sube a la
Mina [de Frío]. Yo le avisaré a Ciro [del Río] en el momento que avancen
para algún lado. Como se observa, hasta esa mañana el Che coincidía con
mi apreciación de que la ruta más probable de los guardias de Meriño
sería en dirección a El Roble. Pero ya en mi mente había surgido la
alternativa de que el movimiento de la tropa de Meriño fuese
sencillamente de retirada, de regreso hacia San Lorenzo. La tibia
conducta del mando enemigo para asegurar el enlace de esta tropa con
otra procedente del Sur, y el hecho cierto de que ordenar a los guardias
de Meriño que avanzaran sin apoyo hasta El Roble significaría hacerlos
penetrar más aún al interior de nuestro territorio, con la perspectiva
segura de caer en una trampa, me hicieron considerar como probable la
variante de la retirada. De ello es testimonio el siguiente mensaje que le envié
a Lalo a las 7:25 de la mañana de ese mismo día, desde mi puesto de
mando en Minas de Frío, después de recibir la primera comunicación del
Che: Los guardias han aparejado todos los mulos. Ya quitaron
la posta del Alto de Meriño; parece que se van a mover hacia el Roble.
Debes estar atento. Para cualquier dirección que se muevan vamos a
tratar de destruirlos. Si tratan de salir hacia San Lorenzo, cójanlos
entre tú y los 12 [de Néstor Labrada], que desde acá se le ocupará el
campamento y se les atacará por la retaguardia. Si avanzan hacia el Roble o Las Minas, tu misión es no
dejarlos recibir refuerzos. En mensaje al Che, a las 9:15 de la mañana, le informé:
Ya mandé aviso a Lalo con instrucciones para cada
situación. Mandaré explorar los caminos que vienen de San Lorenzo y Las
Vegas y tengo a Raúl [Castro Mercader] y los 6 de Camilo [los de Orestes
Guerra] listos para moverlos a donde hagan más falta si no fuesen
necesarios aquí. Ordené situar en el Alto de Mompié los 7 hombres que
quedaban de Camilo en La Plata y hasta Guillermo puede ser utilizado si
las circunstancias lo requieren. La prioridad concedida por mí a esta operación en Meriño
se infiere del hecho de que yo estaba dispuesto, incluso, a mover hacia
ese lugar a Guillermo García y sus hombres, quienes en ese momento
estaban en la zona de La Plata. A las 5:00 de la tarde le envié otro mensaje a Lalo, en
el que, para que no existieran dudas, le reiteré su misión y la de la
escuadra de Labrada. Todo está bien. Yo espero de un momento a otro se muevan
los guardias. Si vienen por ahí, procura matarle la vanguardia y
rechazarlos. Los otros 12 deben entonces tomar el camino de Meriño y
emboscarse allí para el caso de que los que están dentro intenten
atacarte. Esos 12 deben tener un jefe valiente y que sepa lo que tiene
que hacer si se quedan aislados del lado de allá; subir Caracas y bajar
por el Roble, hasta hacer contacto de nuevo. Al atardecer, ordené enviar un mortero a la posición de
Cuevas, para reforzar la vía más probable de avance del enemigo en
dirección a El Roble. El caso es que, en la mañana del 8 de julio, los
guardias de Meriño emprendieron su retirada hacia El Tabaco y San
Lorenzo. En verdad, el jefe de la agrupación estacionada en Meriño,
capitán Martínez Torres, había recibido de su mando superior la misión
de avanzar hasta El Roble y subir luego a Cahuara para enlazar con el
Batallón 18 en Jigüe, es decir, la maniobra que habíamos previsto. Sin
embargo, con el pretexto de que a sus dos compa-ñías —la 91 y la 93 del
Batallón 19— se les habían agotado las provisiones y, aunque habían
tratado de comunicarse con la avioneta de enlace, no lo habían logrado,
decidió regresar a San Lorenzo para abastecerse. Al parecer, a este jefe
enemigo le preocupaba con mucha razón la perspectiva de caer en una
trampa si seguía las instrucciones de su mando superior. Luego de un fatigoso ascenso hasta alcanzar el firme, a
las 8:45 de la mañana, la vanguardia enemiga chocó con la emboscada
tendida por el pelotón de Lalo Sardiñas y se inició el combate. Minutos
después, los 12 hombres de la escuadra al mando de Néstor Labrada,
situada en un firme del otro lado del camino, comenzaron a disparar
sobre el flanco izquierdo del enemigo. Ante el nutrido fuego cruzado que
recibieron, los soldados solo atinaron a protegerse en los cangilones
que la erosión había formado en el propio terreno. Pese al apoyo de la
aviación, que desde las 9:30 de la mañana ametralló los alrededores, la
tropa enemiga se vio obligada a retroceder hacia las trincheras abiertas
alrededor del caserío de Meriño. Al mediodía, Curuneaux, desde la posición que ocupaba en
la falda de la loma de La Magdalena, me pidió instrucciones. En ese
momento todavía no pude darle órdenes precisas, sin conocer a ciencia
cierta el rumbo que seguía el enemigo ni el plan del Che con sus
hombres. En consecuencia, le orienté: "[¼ ]
si tú ves que los guardias tratan de forzar el cruce hacia San Lorenzo,
atacando a Lalo, y tú los divisas por el firme que sube, dispara sobre
ellos a discreción para intimidarlos y dispersarlos". Ante su incapacidad para superar las posiciones
rebeldes, el capitán Martínez Torres pidió un nuevo apoyo de la aviación
para intentar una vez más el avance en dirección al camino de San
Lorenzo. Cerca de las 12:20 del mediodía, dos B-26 y un caza F-47
comenzaron a ametrallar los alrededores por espacio de dos horas y
media. Tras el ataque aéreo, las compañías enemigas intentaron un nuevo
avance sobre las posiciones rebeldes, pero fueron nuevamente rechazadas
por los hombres de Lalo y de Labrada. La escuadra de Ciro del Río,
apoyada por la ametralladora 50 de Curuneaux, comenzó a avanzar para
colocarse en posición de hostilizar a los guardias desde su flanco
derecho. A las 12:50 de la tarde, el Che me envió un mensaje
donde me informaba: Me da la impresión que todos los guardias se han
descolgado para el otro lado del firme. Traté de hacer contacto con Lalo
pero no ha vuelto mi mensajero. Ciro del Río está avanzando por el firme
que ellos tenían hacia arriba. A la 1:55 de la tarde, el Che me envió otro informe
todavía con datos poco precisos de la acción: Los guardias estaban en la punta del firme pero parece
que Lalo se retiró y ya tomaron la embocadura del camino a San Lorenzo.
Estas son conjeturas; exacto no sé nada. Los mensajeros no hicieron
contacto con Lalo. De aquí (500 m) se ven pasar uno a uno para San
Lorenzo. No es sino hasta las 2:00 de la tarde cuando recibí por
un mensaje de Lalo la primera información concreta del desarrollo de las
acciones: Tuvimos combate con los de Meriño. Le vimos 2 muertos
pero considero tengan como ocho; esta emboscada de este lado es muy
corta, pero le tiré 12 granadas y como ocho satélites a un montón que
había en un hoyo y gritaban: "No dejen los heridos, huyan, nos están ro-deando",
y uno decía: "avanza por el trillo", y otro decía "avanza tú". Duró como
una hora y media, empezó a las 9 y 30, la aviación no hizo nada. Están
intentando avanzar de nuevo; la emboscada de San Lorenzo no la moví para
nada. El dato aportado por Lalo en este mensaje acerca de que
su emboscada "es muy corta" resultó clave en lo que ocurrió en
definitiva. Ya en este momento, yo había tomado algunas disposiciones
urgentes para reforzar la posición de Lalo y frustrar el propósito de
los guardias de salir hacia San Lorenzo. A las 2:15 de la tarde, le
informé al Che en un mensaje: Mandé a Raúl Castro [Mercader] con 8 hombres a reforzar
a Lalo. Los 7 hombres que quedaban a Camilo de su columna en la Plata ya
están al llegar aquí. Guillermo está situado en el alto de Mompié con su
pelotón para trasladarlo aquí si las circunstancias lo requieren. Si los guardias no han salido, esta noche mandaré 40
hombres a cavar trincheras en la loma donde está Lalo y lo reforzaré con
los de Camilo que están al llegar (todos con automáticas y un rifle
ametrallador). También situaré la bomba de 100 libras que ya está aquí.
Mientras tanto, el pelotón de Andrés Cuevas, reforzado
con los hombres de Jaime Vega, y el Che con parte de su tropa, avanzaban
para atacar por la retaguardia a las compañías enemigas. Poco después, a las 3:20 de la tarde, envié un mensaje a
Lalo Sardiñas en el que le informaba: Dentro de unos minutos salen para allá un fusil
ametrallador y seis hombres más con armas automáticas. Por la noche
mandaré una bomba de cien libras para ponerla en el camino de San
Lorenzo. Mandaré hombres también para hacer trincheras. Si se resiste
bien ahí los copamos y rendimos. [¼ ] Cuevas, Vega, Che, Ciro
y una escuadra de Camilo están avanzando por Meriño. Los felicito a
todos. P.D. Mandé a Fonso [Alfonso Zayas] que los tiroteara por
el camino de la Mina a San Lorenzo. En efecto, la escuadra al mando de Alfonso Zayas, con un
Garand y 10 fusiles de cerrojo, había partido por el camino de Minas de
Frío hasta las cercanías del campamento enemigo en San Lorenzo, y había
hecho algunos disparos con el propósito de provocar la salida de la
tropa allí estacionada en persecución de la patrulla rebelde o en
auxilio de las compa-ñías cercadas en Meriño. Rápidamente, Zayas tomó de
nuevo el firme y se dirigió a toda prisa en busca de un alto propicio
cerca del camino a Meriño para preparar una emboscada. Así me lo hizo
saber en un mensaje que me envió a las 2:10 de la tarde. Pero al llegar
a un trillo que iba en línea recta de San Lorenzo al lugar donde se
encontraban apostadas las fuerzas de Lalo Sardiñas, Zayas decidió hacer
contacto primero con sus compañeros. Entonces, Raúl Castro Mercader,
quien había llegado con la escuadra de refuerzo, le indicó que debía
quedarse cuidando ese trillo aún desguarnecido, para así cubrir la
retaguardia rebelde en ese punto. Los guardias de Meriño intentaron esa tarde forzar por
tercera vez la salida por el camino de San Lorenzo y fueron rechazados
nuevamente. Una vez más se vieron obligados a retroceder bajo el
hostigamiento continuo desde la retaguardia por fuerzas del Che, Cuevas
y Jaime Vega, apoyados por la ametralladora 50 de Curuneaux. En este
último repliegue, los soldados abandonaron algunos de sus mulos. A las 4:05 de la tarde, el Che me informó: "Estoy a 300
m de los guardias, pero debajo de ellos. Tengo 7 mulos que no los
dejamos marchar pero necesitaríamos una ayudita en cualquier dirección,
preferentemente retaguardia para tomarlos". Así las cosas, cabía prever tres posibilidades: la
primera, que siguieran insistiendo una vez más en forzar el camino hacia
San Lorenzo; otra, que trataran de hacerlo por el camino de El Tabaco; y
la tercera, que el enemigo enviara un refuerzo desde San Lorenzo. Con
estas variantes en mente, a las 5:00 de la tarde trasmití el siguiente
mensaje a Lalo Sardiñas: Salgo a hacer contacto con Che y Cuevas y a ver si puedo
reforzar el camino del Tabaco. Hagan una buena defensa de trincheras en el camino que
viene de San Lorenzo y pónganle dos bombas. Puedes poner veinte hombres y la trípode hacia San
Lorenzo y el resto hacia Meriño. Cuida también tu retaguardia por el
firme donde estás con alguna posta. Fonso tomó posesión en un firme cerca del camino que
sube a Meriño, para tiro-tear cualquier refuerzo que venga de S.
Lorenzo. Si todavía no se han escapado por algún lado, hay que
impedir mañana de todas formas que vengan refuerzos. Llena eso de huecos. Y a Celia, que estaba en Mompié, le indiqué: Voy a hacer contacto con el Che y Cuevas. Laferté que se encargue de mandar antes de que sea de
noche el personal para cavar trincheras. Guillermo que permanezca ahí.
La orientación era que el ex teniente del Ejército de la
tiranía Evelio Laferté —quien permaneció con no-sotros tras su captura
en febrero, en el segundo Combate de Pino del Agua, y que ahora estaba a
cargo de la escuela de reclutas en Minas de Frío— enviara un grupo de
ellos a cavar las trincheras para extender la línea de Lalo. Los guardias intentaron por cuarta ocasión forzar el
camino de San Lorenzo, y fueron rechazados una vez más por las fuerzas
rebeldes. El combate se prolongó hasta las 6:30 de la tarde, y el
enemigo se vio obligado a retroceder nuevamente. Durante el desarrollo de este cuarto combate salí de
Minas de Frío para hacer contacto con el Che y Cuevas. Pero en el camino
me tropecé con algunas escuadras rebeldes en retirada, al parecer por un
mal entendido de alguna orden. Luego de darles nuevas instrucciones y
cambiar impresiones con Lalo, envié un mensaje al Che a las 7:45 de la
noche: Llego aquí por el camino de la Mina a Meriño y me
encuentro una gran confusión. Tengo aquí la escuadra de Ciro que iba en
retirada, diciendo que había guardias en Meriño, que a mi entender eran
Cuevas y compañía. La 30 iba también en retirada según me dice por orden
tuya. Me extraña un poco que tú hayas dado esa orden quedándote ahí. Acabo de conferenciar con Lalo hace media hora. La cosa
por allá está muy bien; pero me temo que los 12 que estaban cuidando el
camino de Limones y que por la mañana dispararon contra los guardias, al
verse todo el día sin contacto, se retiren por Caracas. Todo eso hay que
arreglarlo. A mí me parece que debemos vernos tú y yo, pues las mejores
posiciones están o pueden estar en nuestro poder. El refuerzo sólo puede
venir por San Lorenzo y yo te aseguro que no llega. Yo dejaría un poquito de gente por aquí abajo y
concentraría la fuerza en el camino que viene de Limones pues son ese
punto y la posición de Lalo, en estos momentos, las más esenciales, ya
que los guardias para abajo no van a ir de ninguna manera. Los mulos
sólo pueden salir por cualquiera de esos dos caminos. En realidad, la escuadra de 12 hombres que cuidaba el
camino de Limones, al mando de Néstor Labrada, se había retirado por la
loma de Caracas, y unido a los siete hombres de la columna de Camilo. El
refuerzo esperado de la tropa enemiga estacionada en San Lorenzo no
salió en ningún momento en auxilio de sus compañeros cercados. En vista de la difícil situación en que se encontraban
las compañías enemigas cercadas en Meriño, el guía de esa tropa, un
campesino de la zona nombrado Armando Rabí, le planteó al capitán
Martínez Torres, como única salida para romper el cerco, descolgarse
hacia el valle de El Tabaco por los farallones, del otro lado de la
parte más meridional del firme. Aprovechando la oscuridad de la noche y
el hecho de que la línea rebelde de Lalo no llegaba hasta esa parte del
firme, la tropa enemiga emprendió sigilosamente la fuga en esa
dirección, dejando atrás el resto del arria de mulos. No fue sino hasta cerca de la medianoche, después de la
llegada de Cuevas al ahora desierto campamento enemigo, que recibí la
confirmación de la huida de la tropa. A las 11:45 de la noche envié a Lalo un mensaje: Los guardias parece que se descolgaron todos para el
Tabaco. Dejaron siete mulos con alguna mercancía, calderos y mochilas.
No se sabe por dónde se llevaron los otros. Los 12 tuyos, según
noticias, se juntaron con siete de Camilo que subieron por el firme de
Caracas y estaban por el camino de Limones. Mañana a las 4 y 30 de la madrugada, levanta a la gente
y con la primera claridad manda a explorar el firme hasta el camino de
Limones, toma el firme con la gente, teniendo cuidado con algún guardia
rezagado que pueda quedar y registren todo bien buscando armas, balas,
mochilas, etc. En una hora pueden terminar. Deja entonces una posta de
seis hombres para que cuiden el camino hasta las 12 del día, y tú
trasládate bien temprano para la Mina con el personal a descansar. Los mulos que se ocuparon no tenían balas. Investiga
para ver qué pasó con los otros. Trae las minas. A pesar de que el Combate de Meriño no representó un
aporte importante desde el punto de vista material en armas, municiones
y pertrechos, significó, no obstante, otra victoria de nuestras fuerzas
en este sector, que contendría por un tiempo los planes de la ofensiva
enemiga. Los varios intentos de los guardias de forzar las líneas
rebeldes fueron todos rechazados. Al enemigo se le ocasionaron no menos
de ocho muertos y un número indeterminado de heridos, mientras que las
tropas rebeldes no sufrieron ni una sola baja. Aunque el grueso de las
dos compañías del Batallón 19 lograron escapar del cerco tendido,
perdieron toda su impedimenta y quedaron en condiciones tan difíciles
que apenas pudieron ser nuevamente utilizadas con efectividad durante el
resto de la campaña. Pero lo más importante fue que el intento de penetración
del enemigo en la profundidad de nuestro territorio había sido
rechazado. Los guardias fueron desalojados de Meriño, y se les impidió,
por el momento, su plan de enlazar esta tropa con la del Batallón 18 que
avanzaba desde el Sur. Tocaba ahora, precisamente, el turno de liquidar esta
otra amenaza. Al día siguiente, me trasladé a Mompié y de allí a Jigüe.
No cabía un minuto de descanso. |