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           18 de julio de 2005 
          Paisaje trinitario 
          Después de los vientos
          de Dennis, la crecida de los hombres en esta parte del país parece
          robarle la fama al huracán 
          JUAN ANTONIO BORREGO 
          TRINIDAD, Sancti
          Spíritus.—Si aquello dura unos minutos más no estaríamos haciendo
          el cuento, dice Miguel Puig, pescador de oficio y uno de los hijos de
          Casilda, quien debió capear el huracán en el pueblo, o más bien
          pelear cuerpo a cuerpo contra su furia. 
           Pobladores de Casilda ubican los nuevos techos asignados. 
          Miguel y un reducido grupo
          de pobladores habían quedado cuidando las pertenencias del barrio y
          por un imponderable de última hora no pudieron evacuarse como estaba
          previsto. Ahora que mira los restos del atracadero, que vuelve a
          sentir el aire silbándole en la cabeza y que recuerda el olor de la
          tormenta, se da cuenta de que el mal tiempo que una vez lo puso en
          ascuas en Yucatán fue apenas una ventisca. 
           Trabajadores del Turismo laboran en instalaciones del litoral Sur. 
          Cuando los vientos
          huracanados y la elevación de las aguas invadieron el caserío —rememoran
          los vecinos— era desesperante ver escapar los equipos
          electrodomésticos, los colchones, la ropa y todo hacia los mangles, y
          no poder hacer nada. 
          Freddy Bécquer, un
          trabajador eléctrico del pueblo que también sufrió en su vivienda
          los atropellos de Dennis, apenas ha tenido tiempo para contarlo,
          porque desde las horas que le siguieron a la tormenta ha estado bien
          ocupado en esta zona. 
          Liniero de 26 años de
          experiencia y con campañas similares en Pinar del Río, La Habana,
          Matanzas y Cienfuegos, habla de las 14 ó 15 horas diarias de trabajo
          para poder restablecer la vitalidad de las líneas de 13 000 voltios,
          empeño que acoge a cientos de trabajadores de este giro. 
          ANCÓN RESPIRA 
          Una teja de barro
          incrustada como hacha afilada en el tronco de una palma de jardín en
          el hotel Trinidad del Mar, fue quizás el mejor anemómetro que
          reportara la velocidad de los vientos en la Península de Ancón. El
          fotógrafo que recogió la imagen, como para no dar la oportunidad a
          que nadie más la registrara, se afanó después en arrancarla con
          ambas manos, pero al final desistió. El cuerpo extraño no quería
          abandonar su nuevo hábitat. 
          En el más joven hotel de
          la zona no han reparado mucho en la curiosidad, en medio del desastre
          que provocaron los vientos: casi 5 000 metros de falso techo
          arrancados, 400 lámparas que corrieron similar suerte, daños severos
          en 60 habitaciones, humedad en las 241 de la instalación, hecho
          escombros el restaurante especializado... 
          Unos 250 trabajadores sin
          corbata ni uniforme procuran cambiar la imagen del lugar, y su
          director, Reinier Rendón, adelanta un pronóstico optimista: "Queremos
          recuperar al menos un 60% del hotel en unos 40 días". 
          El Ancón, pionero de la
          Península y todavía más cercano al mar, y el Costa Sur padecieron
          por igual. En este último fue a tierra con todas sus columnas el
          tanque de agua elevado que, a su vez, destrozó una parte de la
          cisterna y las bombas. 
          Las pérdidas en la red
          hotelera de la provincia resultan altas en pesos y en divisas.
          Mercedes Zerquera, auxiliar de limpieza del hotel Ancón, tal vez no
          conoce el monto exacto de los daños, pero tiene absoluta claridad de
          la situación: Esto está duro —dice— pero lo sacamos. 
          BUENAS NUEVAS 
          Trinidad sigue a oscuras.
          Alguien refresca sus medicamentos dentro de un cubo con agua para
          salvarlos del calor. Hoy se cumplen diez días de apagón en todo el
          municipio y, sin embargo, un altoparlante sobre ruedas trae nuevas a
          los vecinos: 
          El acueducto de San Juan
          de Letrán funciona para gran parte de la villa, decenas de pipas
          abastecen de agua al resto, 45 grupos electrógenos mantienen vivo
          este servicio, la elaboración del pan y otros alimentos, además de
          la infraestructura sanitaria del municipio. 
          Hemeregildo Torres, un
          conocedor local de la mecánica, anduvo con su gente del CIMEX por
          comunidades, y hasta por el monte, instalando estos generadores,
          especialmente asignados por la dirección del país para aliviar la
          situación en Trinidad. 
          En las últimas horas se
          supo además que ya 30 de los postes de la línea Trinidad-Cienfuegos
          están en pie, y unos 20 cables han sido tensados. Los hombres que lo
          hacen, expertos fogueados en estos trabajos, no hablan de descanso. 
          EN FUGA EL PESIMISMO 
          Vitaliano Orozco, nacido
          hace 91 años en Casilda, pensaba que lo más grande de todo lo que le
          había tocado ver en esta vida era el ciclón del año 32 que
          arrastró la boya de la bahía —lingote de hierro incluido— hasta
          la carretera de Ancón. 
          Los casildeños han
          regresado poco a poco. Aquí encuentran una teja, allá el colchón,
          más allá el refrigerador. Ya algunos acomodan el techo de la casa,
          oportunamente asignado por el Estado, y otros se suben a su pesquero
          para echar a volar la nostalgia sobre el mar. 
          Un colega escribe que en
          Casilda el pesimismo está en fuga, y Cuca Toledo, una anciana que lo
          perdió casi todo, incluido "el televisor que Fidel me mandó con los
          trabajadores sociales", parece darle la razón. 
          Ahora estoy en casa de
          Martha —dice—, pero yo sé que la Revolución no me dejará sola.
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