15
de julio de 2005
Víctor ya puede dormir tranquilo
Orlando
Guevara Núñez
SANTIAGO
DE CUBA.—Cuando Víctor Manuel Ramírez vio que una brigada de
constructores terminó de ponerle el techo a su casa, todo su
sentimiento lo expresó en solo cuatro palabras: Ya puedo dormir
tranquilo. Con sus 88 años de edad —junto a su esposa Martha
Nápoles, de 85— llevaba casi una semana con otra parte de la casa
convertida en dormitorio, desde que las violentas ráfagas del
huracán Dennis derrumbaron el techo de su centenaria vivienda,
ubicada en San Antonio 508, en la demarcación del Consejo Popular
Los Maceo, de esta ciudad.
La sorpresa para la
familia fue dolorosa. Agua, mucha agua; viento, mucho viento; el
techo, de tejas tradicionales, comenzó a ceder y ... al suelo.
Confiesan que no esperaban una cosa así. Después, la sorpresa fue
agradable: se aparecieron compañeros con un camión, tejas,
martillos, patas de cabra, un andamio y... no descansaron hasta
reponer el techo de las dos habitaciones.
Elia, hermana de Martha,
de visita en la casa, dice que todos quedaron asombrados por la
rapidez para solucionar el problema; pensaban que tendrían que
esperar algún tiempo, pues saben que son muchos los necesitados.
En la provincia ha
comenzado ya la labor de recuperación de los daños ocasionados en
viviendas, sobre todo en los municipios de Guamá, Tercer Frente y
Santiago de Cuba, los más dañados. A esas zonas llegan techos de
zinc, tejas, cemento y otros materiales de construcción. En muchos
casos se hace entrega de esos recursos y las propias familias se
encargan de la reconstrucción, con la ayuda de vecinos y
organizaciones de la comunidad.
Pero el caso de Víctor
y Martha es distinto, porque son dos personas de avanzada edad.
"No,
periodista, no nos tire fotografías a las personas, que salga lo
que se hizo". Y la negativa se impuso, con la sola excepción de
Richard, un joven estudiante que vive con ellos. De todas formas
recogimos una impresión que ningún lente puede captar: el
agradecimiento de una familia santiaguera ante la solución de un
problema que la martirizaba. Y el sosiego de Víctor ante la
realidad de poder dormir tranquilo.
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