Cuba:   CATEGORÍA 5  En la lucha contra los huracanes 

11 de julio de 2005

Ciudad que regresa

PEDRO DE LA HOZ

Si no fuera porque aquí o allá, en Alamar y Marianao, en el centro histórico y el Cotorro, en San Miguel del Padrón y Guanabacoa, en Regla y los alrededores del Parque de la Fraternidad, había grupos de trabajadores y voluntarios juntando ramas y despejando suciedades, diríase que La Habana de ayer era la misma ciudad de siempre.

Foto: RICARDO LÓPEZ HEVIALos últimos estropicios de una calle habanera son borrados por trabajadores de Servicios Comunales, con la colaboración de colegas y equipos de otras entidades del Estado.

Habría que prestar oído al silencio, en buena parte de esas calles en las que en tiempos normales, se escuchan danzones y viejas tonadas difundidas por esos lánguidos programas radiales dedicados al recuerdo, cada domingo en la mañana. O asomarse de manera indiscreta a las salas de las casas para comprobar el mutismo de los televisores que atrapan a esa hora la atención de los niños, imantados por los muñequitos de la tanda infantil, señales de la prolongada interrupción del fluido eléctrico en amplias zonas de la capital. O captar el mensaje solidario del ama de casa que ofrece a la vecina el favor de un emergente fogón de luz brillante —solo a medida que avanzó la mañana comenzó a generalizarse el servicio de gas manufacturado—, o los apremios de los viandantes a la caza de un punto de expendio de pan.

Un viejo morador de la ciudad se dispone a habilitar la antena del televisor: "Hay que estar bien informado Ånos diceÅ esa es una premisa de nuestra Revolución".

El Malecón, limpio y despejado, sin trazas de los estropicios que el mar arroja cuando se revuelve, acoge a turistas y enamorados, practicantes de ejercicios calisténicos y avezados pescadores que en La Punta, armados con sus cañas, saben que es un buen día para arrimar los pejes a sus brasas.

Maestros de vacaciones y padres responsables se acercan a las escuelas —más de 200 sufrieron en diversa medida los efectos del meteoro— para ofrecer ayuda en la reparación constructiva.

En los hospitales y policlínicos, la vitalidad de los servicios mantiene su pulso inalterable, como cualquier día, o quizás aún más, por ese extra que el alma cubana suele aportar ante tensiones circunstanciales.

Entretanto, cerca de 10 000 trabajadores y más de 300 equipos de transporte y carga de Servicios Comunales, el Movimiento de Microbrigadas, empresas de la Agricultura, la Industria Azucarera y la Construcción y de otros organismos estatales, se hallan desplegados en una operación destinada a avanzar en la higienización de la urbe, con énfasis en los municipios de la zona oriental, los más afectados.

En la Plaza de Armas, el centro de la vieja ciudad, un vendedor de libros de uso, al saber que rastreamos las huellas del paso de Dennis por La Habana, nos muestra un amarillento ejemplar que reproducía las actas capitulares del Cabildo de los primeros tiempos de la villa, y señala una página que da cuenta de la sesión del 31 de diciembre de 1557. Tres meses antes, en octubre, la naciente comunidad había sufrido los embates de un ciclón. En vista del calamitoso estado de cosas que imperaba aún en vísperas del nuevo año, "fue acordado por los dichos señores que después de la tormenta y huracán que pasó por los caminos de los que este pueblo se sirve y se abastece, que son el camino de Matanzas, el de Batabanó y el de Guanajay, están cerrados y copados a causa de dicha tormenta y huracán, y conviene al servicio de Dios y de Su Majestad que se abran, de suerte que se puedan andar".

Este domingo 10 de junio del 2005, apenas 48 horas después del paso del huracán, los caminos de La Habana están abiertos y se respira el aire de la ciudad que recupera su ritmo, y el de sus habitantes empeñados en hacerla mejor.

   

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