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   Un paseo para Brenda ANETT RÍOS JÁUREGUI Una ciudad que espera un huracán es como una ciudad en espera de la guerra. Las calles están en toque de queda. La oscuridad es doblemente intensa durante la noche. Los barrios están solitarios y los vientos más leves, o las lloviznas, anuncian la desgracia a punto de acontecer. 
 Lo primero que advierten los niños en estas circunstancias es que no tienen que levantarse temprano para ir a la escuela. Después descubren la incertidumbre en la familia, el tono grave de los locutores en la televisión, y una rutina diferente en los horarios, las comidas, las exigencias del día. Un huracán, a veces, y solo a veces, también puede convertirse en una espléndida noticia, una buena aventura. Brenda María Baró, por ejemplo, lo único que sabe de Iván es que los adultos le llaman "ciclón". Ella tiene cuatro años, no creo que entienda bien lo que significa esa palabra. Comparte un secreto con los niños que la acompañan: eso que los adultos nombran "ciclón", en verdad quiere decir "paseo". El jueves pasado, cuando la capital tomaba medidas urgentes para protegerse de Iván, el Hogar Infantil Mi casita, de Guanabo, y el Círculo Infantil mixto Los Girasoles, de la circunscripción 68 del Reparto Guiteras, ambos en el municipio de La Habana del Este, recibieron la orientación de ser evacuados. Los dos centros tenían peligro de inundación y había que proteger a los 24 niños sin amparo filial que hospedan. Adria González, directora del Círculo Infantil Provincial para Sordos e Hipoacúsicos Año Internacional, supo que su institución, ubicada en la zona 8 de Alamar, tendría que albergar a estos niños. Rápidamente reunió al personal y empezó a organizar nuevos espacios, recibir muebles, tomar nuevas decisiones, pues su centro no está diseñado para internar niños. Sin embargo, era la edificación perfecta, fuerte, segura, sin peligro de inundación. Las "seños" de Mi Casita y Los Girasoles reunieron a todos los muchachos y les explicaron que iban a cambiar de hogar. Los niños, de cero a seis años de edad, y en su mayoría varones, son huérfanos, con madres reclusas, o casos sociales. Sus "seños" irían con ellos, así que no habría problemas con el viaje. Las guaguas escolares hicieron el trayecto de un lado al otro de La Habana del Este, y con ellas se trasladaron las directoras, profesoras, trabajadoras sociales, enfermeras, cocineras. Lo más importante: lograr que todo quedara como una expedición, que los niños prosiguieran su vida naturalmente. Los trabajadores de los círculos y el hogar infantil permanecerán atentos hasta que todo vuelva a la normalidad. Cuando la fase de alarma ciclónica termine, podrá pensarse en salir de Alamar. Las guaguas anaranjadas (transporte escolar) parquean junto al Círculo, listas para cualquier necesidad o imprevisto. Pero allá dentro solo hay tranquilidad y armonía. A las 12 del día de ayer, los huéspedes de Año Internacional estaban en sus camas para la siesta. Algunos se resistían a dormir, terminado el almuerzo. Brenda María daba vueltas en la cama. Cuando llegamos a su salón, un niño gritó: ¡Llegó la visita! La periodista y el fotógrafo le parecieron inspectores de Educación. La seño Alina, que trajo a su hijo con ella, pues su turno duraba todo el día, insistió para que Brenda nos dijera su nombre completo. La timidez cedió. Brenda cree que está de paseo —comentó la seño Isabel— ellos piensan que esto es una excursión. Los horarios son menos rígidos, no tienen la presión que sentimos los adultos, están a gusto. Finalmente Brenda posó entusiasta ante la cámara fotográfica, nos despedimos y regresó al intento de la siesta. Afuera llovía insistentemente, pero los niños sienten predilección por la lluvia. 17-9-2004  |