En la Aldo Santamaría Sin susto por el curso que viene IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ Ahora el sol castiga y la ropa se pega al cuerpo empapada de sudor. La gente de vez en vez pasa la mano por el rostro, resopla y después dobla nuevamente la espalda y sigue recogiendo escombros con obstinación, o pone tejas y canalones, o chapea, que trabajo hay de sobra en la secundaria básica Aldo Santamaría, en el poblado de Santa Fe, y las clases están "al doblar la esquina".
Charley abatió con fuerza. Desde la caseta de custodios, a la entrada de la escuela, las tejas venían como cuchillos, volaban cerca de los cristales y finalmente quedaban destrozadas en el techo. El viento pasó con tanta fuerza que hasta arrancó la majagua del patio y la tiró contra la cerca. Esa fue la suerte, que si llega a girar un poco, Odilio Delgado, Yoandris Veliz y Obdulio Gómez no hacen el cuento ni tienen tiempo y risa para recordar hoy, al amparo del verano, esas horas de guardia larga en que vivieron sustos por "el bicho más malo que ningún otro" que haya pasado por Santa Fe, ni siquiera el del 44. "Ese huracán hablaba y silbaba. Se quería burlar de nosotros, pero no pudo. Yo creo que no era mi día de despedida y todavía me quedan muchas guardias por hacer y varios ciclones con que fajarme", dice Obdulio, negado a sentir miedo durante las horas difíciles. A Marisel Echarte, directora de la Aldo Santamaría, no le hace falta consultar apuntes para recitar de memoria los desmanes. Ella pasó allí la noche del jueves para viernes 13, al igual que el profesor Antonio Guedes. De 14 aulas, nueve perdieron totalmente el techo de fibrocemento y en otras dos la voladura de los canalones hizo que entrara suficiente agua como para arrasar con el falso techo. Esta secundaria básica fue uno de los centros educacionales más dañados. Ahí está la muestra, y más: siete lámparas e igual número de bombillos frontales quedaron destruidos; 15 grandes cristales exteriores rotos; volaron las tapas de los seis tanques de agua; y el viejo, pero robusto árbol de majagua quebró una parte de la cerca perimetral. Tras el paso del huracán casi todo quedó revuelto, como si una manada de caballos pasara al galope y dejara su impronta de patadas furiosas. El cansancio está ahincado en los rostros de estas gentes que, pese a los días de trabajo hasta casi entrada la noche, siguen en batalla por ganar la esplendidez de su escuela, junto con los obreros de la Brigada VI Congreso del Ministerio de la Construcción. "Casi todos vienen de las provincias orientales, trabajan muy bien y no hay demora en la llegada de los materiales", dice Marisel. Se aferran al inicio del curso en los primeros días de septiembre y con alivio ven techadas ya cinco aulas, limpios de escombros los salones interiores, en restauración las áreas verdes, recuperado el mobiliario sin que haga falta otro nuevo, y sin perjuicio alguno los medios audiovisuales, el motor para el agua y los bebederos. Y siguen poniendo tejas y canalones e higienizando el plantel, además de acometer tareas urgentes como la organización escolar, la matrícula y la formación de los grupos. "Yo sentí pena cuando vi esto desbaratado, pero lo vamos a poner lindo, no lo dude", afirma un profesor muy joven, Juan Osmel Pereira. Todo ha sido posible por la movilización colectiva: desde los trabajadores del MICONS, los profesores, la comunidad, los padres y los alumnos, entre estos últimos, cuatro pioneros vanguardias que han participado en cuanta labor se convoca: Heidy Vento, Josmary Oliva, Yoexy Rodríguez y Jonnis Carlos Ricardo. "El primer día de clases ellos merecen un Diploma al Esfuerzo", precisa la Directora. Así van las cosas en la Aldo Santamaría, uno de los ocho centros docentes de Santa Fe, de los cuales seis sufrieron grandes daños. Según cuentan Odalys Noges y Ana Marta Rojas, metodólogas de Educación en el municipio de Playa, en la primaria Joe Westbrook perdieron el techo 16 aulas; en la Sierra Maestra, dos aulas, el comedor, la biblioteca y el almacén; y en la Camilo Torres e Ignacio Pérez, la parte que se amplió el pasado curso. En la secundaria básica Abel Santamaría los perjuicios mayores se localizan en 18 ventanales. Marisel retoma la palabra: "Estamos físicamente cansados y espiritualmente fortalecidos porque aprendimos una lección dura: Cuba no se va a librar de los huracanes, pero nosotros sí vamos a ganarles las peleas. Aquí no hay susto por el curso que viene". 27-8-2004 |