Los magos de la luz SILVIA BARTHELEMY En el poblado matancero de Los Arabos un niño de siete años abandona el juego de pelota que comparte con sus amigos para correr tras el carro de los "hombres que traen la luz". En el pueblo dicen que ellos hacen milagros, que alumbran las casas, que son grandes magos... Pero el pequeño no lo cree. Por eso al verlos llegar decide seguirlos y no perder ni un detalle de lo que esos hombres van a hacer.
El niño detiene la carrera justo cuando para el carro, y se esconde detrás de una ceiba. Desde allí observa. Su curiosidad infantil lo lleva a preguntarle a uno de esos hombres ¿qué hacen?, ¿por qué están en Los Arabos?, ¿son magos de verdad? Uno de ellos le contesta: ¡Nosotros no somos magos, simplemente somos linieros! Durante 15 días el pequeño estuvo cerca de los linieros. Supo de los riesgos y peligros de esa profesión, pero la fue admirando, queriendo, y juró que cuando fuera grande sería liniero. Aquel niño era Arsenio Herrera. Hoy tiene 54 años de edad y de ellos 34 dedicados al oficio de liniero. Ha desafiado por mucho tiempo el miedo, las alturas, y ha electrificado no recuerda cuantas casas, bateyes, zonas rurales y asentamientos campesinos de Matanzas. Hasta la Isla de la Juventud, Pinar del Río y Ciudad de La Habana ha viajado en varias ocasiones con su casco color mandarina (del cual nunca se separa, pues es casi un amuleto que lo acompaña y protege) para ayudar a reparar los daños ocasionados por los fenómenos atmosféricos. Arsenio admira su trabajo, y cree que si tuviera otra vida volvería a ser liniero. Siempre le ha gustado servir a los demás y su oficio así se lo ha permitido. Por eso este viernes, poco antes de que saliera el sol, viajaba hacia la capital junto a 75 matanceros para restablecer las averías dejadas por Charley y traer la luz nuevamente a las viviendas, hospitales y escuelas de la Ciudad de La Habana. Ni un momento dudó hacerlo. Más bien sintió orgullo. Es, dice, una misión humana, necesaria que tiene como principal recompensa el cariño y la alegría de la población desde el instante en que nos ven llegar hasta que finalmente logramos restablecer el fluido eléctrico. En Santa Fe, zona del Oeste de la capital, por donde Charley pasó con fuerza, está trabajando a estas horas la brigada de Arsenio con sus grandes escaleras, barrenadoras, cables... Las cosas por hacer no son pocas: transformadores dañados, postes caídos, conductores averiados, pero asegura que repararán todo eso con muchas ganas y empeño como buenos matanceros que son. De allí no se irá nadie, dice, hasta que el trabajo esté terminado. De eso pueden estar seguros. Por su edad a Arsenio ya no le permiten escalar los postes. Hace un tiempo se dedica a organizar, orientar y chequear el trabajo. También enseña las mañas del oficio a los nuevos que llegan como el joven Yuniet Sardiñas (24 años de edad). El muchacho, como le dicen en el grupo por ser el más joven, lleva un año y medio como liniero. Se enamoró también de lo difícil y riesgoso de la profesión. Es esta la primera vez que trabaja fuera de Matanzas y confiesa sentirse orgulloso de que lo hayan escogido para participar en la recuperación de la capital. Aquí estaré hasta el final, dice. Mientras desenrrolla unos cables Yuniet afirma que todo cuanto sabe se lo debe al "profe" Arsenio. "Es un hombre muy trabajador, tiene mucha experiencia y constancia. Me ha enseñado a sentir amor por lo que hago, y a no tenerle miedo". Quizás hoy Arsenio solo recuerde aquel pasaje de su infancia cuando alguien le pregunte en qué momento sintió inclinación por su profesión, o tal vez, cuando cuente a sus tres nietos que un niño de Los Arabos vigilaba escondido detrás de una ceiba a unos "magos que hacían la luz". Pero para los pobladores de Santa Fe él y su brigada son mucho más que eso, son hombres fuertes y solidarios que desafían el peligro, las alturas, las distancias, y están en la capital para decir muy pronto: y se hizo la luz...
17-8-2004 |