El de siempre

HERIBERTO ROSABAL

Muchos solo pudieron verlo después por televisión o en los diarios de ayer. Pero aún esos, que no tenían luz porque en ese momento Charley estaba pasando, sabían que Fidel estaba donde todo el mundo sabe que va a estar siempre en momentos cruciales: en el vórtice del suceso. Sobre todo si hay riesgo y si el suceso entraña peligro para el país y para el pueblo. Igual que aquel 5 de agosto. Charley avanzaba rumbo a la capital y Fidel le seguía el rastro como a tantos otros huracanes antes; huracanes propiamente dichos y huracanes de otra índole. No desde un cálido refugio ni a través de informes; no desde un retiro de vacaciones, sino bien de cerca, en el momento crítico.

Como siempre, infundió ánimos. El huracán no nos va a detener en nuestros planes de desarrollo, dijo, y también dijo lo que incluso quienes no estaban viendo la transmisión en directo por televisión, saben que dirá siempre: que en una contingencia como esta nadie quedará desamparado y que los reveses serán convertidos en victoria. La misma filosofía de siempre: la del asalto al Moncada, Alegría de Pío, los días de la quiebra de la URSS y del socialismo europeo... Convertir el revés en victoria.

El de este 13 de agosto fue simplemente el que los cubanos conocen, el que incansable insiste en el valor y en la fuerza inspiradora de las ideas; más cercano a cada hombre y mujer del pueblo cuanto más advierte que lo principal no es un individuo y su mérito, sino las ideas: el Fidel de siempre, frente a este o frente a cualquier otro huracán.

14-8-2004