23 de febrero de 2010
Un
mes después del terremoto
Haití: el infierno de este mundo (XXI)
Leticia Martínez Hernández
Fotos:
Juvenal Balán
(Enviados especiales)
PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Quizás suene a
paradoja, pero desde que llegamos a esta tierra muchos nos
sentimos afortunados. Cada amanecer en el infierno de este
mundo vuelve a recordarnos cuán dichosos somos, sobre todo
cuando a esa hora temprana nos asalta el recuerdo feliz de
nuestra Cuba, el calor de las familias, la sonrisa tierna de
los hijos, la paz del hogar y la seguridad de un país que,
sin ser el paraíso, añoramos hasta el delirio.
Gabriel
Marie besa al doctor Guillén.
Ahora recuerdo los regaños maternos cuando
allá me quejaba en exceso y por cualquier nimiedad: "que si
la guagua se demora unos minutos en pasar, que si no ha
subido el agua hasta mi piso, que si el vecino de atrás
molesta, que si tengo que levantarme demasiado temprano, que
si hace mucho calor...". Entonces pensaba que el mundo se
acabaría. Pero, ayer cuando conocí a Gabriel Marie sentí
pena, más que por ella, por mí y todos los que hacen de la
queja un arte. Haití no termina de aleccionarnos.
A Gabriel Marie le falta la pierna derecha.
El martes 12 de enero del 2010, cuando un temblor de tierra
se empeñó en desaparecer a esta capital, un trozo de
concreto de la casa donde vivía le cayó encima. Comenzaba
entonces la Odisea para esta mujer, pero a diferencia del
héroe de Homero, a ella nadie la espera al regreso, su
esposo murió ese día y sus seis hijos viven en las calles.
Gabriel Marie continúa internada en Delmas
33, uno de los centros hospitalarios donde colaboran
nuestros médicos, el mismo sitio que ayer recibía a cientos
de pacientes, pues nadie tiene que llevarse la mano al
bolsillo para recibir alivio. Si no fuera así, entonces
Marie no estuviera contándonos esta historia acostada en su
cama de la sala de hospitalización. Dice que llegó un día
después del sismo adonde los cubanos, cuando los cadáveres
interrumpían el paso. Pero la desesperación la llevó a ir a
otro hospital, de donde regresó luego con la pierna
amputada.
Según explicaron los médicos a Granma,
cuando la analizaron por primera vez dictaminaron que la
pierna podía salvarse con fijadores externos. Pero a la
mañana siguiente ya Gabriel Marie había dejado el hospital.
Cuentan que regresó a los pocos días con lágrimas y sin su
pierna. Nuestros médicos volvieron a atenderla. Hoy espera
otra intervención quirúrgica pues la herida no cicatriza.
Este
era ayer el cuerpo de guardia del hospital donde está
internada Gabriel Marie.
Sin embargo, también otras cicatrices
laceran a Marie. Sus seis hijos viven desamparados en las
calles y a veces vienen a verla; solo Julie, una de las
cuatro hembras, se pasa las 24 horas del día a la vera de su
madre. "Cuando en el hospital me dan la comida se la mando a
mis hijos, pues pasan mucha hambre en la calle; en ocasiones
cuando alguien me regala un poco de dinero se lo mando. El
más chiquito tiene 13 años y el mayor 24. Me preocupan
mucho, no tienen quien los atienda y los ayude, ni a su
padre, ni a mí".
Ojalá ahí terminara el infierno de Marie.
Desde hace unos días la presión de un prestamista que antes
del sismo le facilitó alrededor de 1 300 dólares, suma
preocupaciones a su vida. Hasta el hospital llegan las
notificaciones de que tiene que pagar urgente.
No obstante, esta mujer, a quien la vida ha
golpeado sin piedad, todavía tiene fuerzas para dar un beso
al doctor Carlos Guillén, el mismo al que la CNN puso el
cartel de médico español, pero que Marie sabe de sobra que
es cubano, cubanísimo.
La vida de Marie empequeñece cualquier
inconformidad. Entonces me pregunto si tenemos derecho a
quejarnos tanto y por tan poco. |
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