Las
calles de esta ciudad, siempre congestionadas, ayer estaban
desiertas. Los puntos de ventas, todo el tiempo abarrotados,
lucían vacíos, ausentes...Todo permanecía cerrado este
viernes en la capital haitiana. Un inusual silencio la
recorría, mientras decenas de personas bajaban con sus
biblias en las manos hasta Champs de Mars, la plaza de los
miles de desplazados.
Este
12 de febrero, cuando llegaron al mes el horror, la angustia
y la incertidumbre, Puerto Príncipe se convirtió en una gran
iglesia, llena de fieles que se juntaron para agradecer e
implorar. Las mujeres vestían de blanco, los hombres de
negro y de blanco, sin embargo muchísimos también llegaron
con lo única muda de ropa que les dejó el sismo de 7.3 en la
escala de Ritcher que sepultó años de trabajo, dejó sin
hogar a más de un millón de personas y terminó con la vida
de más de 200 000 haitianos.
Por
la paz de sus muertos, oraron muchos ayer. Allí estaba Job,
un joven de 25 años que se quedó sin casa y ahora vive en la
calle, y vino, dice, a adorar a Dios "porque es quien único
puede ayudarnos en estos momentos y gracias a él estoy a
salvo, por eso todos los que estamos con vida tenemos que
venir". Job estará allí, implorando también por su Haití,
durante tres días de ayuno.
Según Laine Stanley, médico haitiano graduado en Cuba,
Haití necesita ayuda y muchos países cooperan, pero esto ha
sido un desastre natural, y "solo Dios puede parar el
movimiento de la tierra. Algunos creen que ya es el fin del
mundo, este es un pueblo muy creyente. Pero nunca había
visto a tanta gente orando junta".
Y mientras Krisnol busca un poco de sombra, pues dice que
el sol ya pica, otros levantan sus manos y gritan aleluya,
algunos ocupan la cima del monumento a Dessalines y se
sientan a orar, muchas madres tiran sábanas en el piso y se
acuestan allí junto a sus hijos para seguir el canto de
miles. Sin embargo, otros en la misma plaza aprovechan para
bañarse frente a sus carpas, quizás más tarde no haya agua,
pero como este es día para enaltecer a Dios, incluso el
tiempo del aseo es buen momento para cantarle. También hay
quien ha montado su mesita para vender refrescos fríos.
Así vivió Puerto Príncipe el 12 de febrero. Un mes atrás,
nubes de polvo, estruendos y gritos salieron de sus calles.
Ahora, creyentes de todas las religiones juntan sus manos
para implorar por que esto no se repita. El infierno de este
mundo volvió a temblar ayer, volvió a sacudirse con la
inmensa fe de que las cosas tienen que cambiar.