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Haití: el infierno de este mundo XVIII

13 de febrero de 2010

Haití: el infierno de este mundo (XVIII)

LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
Fotos: JUVENAL BALÁN ,
(enviados especiales)

Las calles de esta ciudad, siempre congestionadas, ayer estaban desiertas. Los puntos de ventas, todo el tiempo abarrotados, lucían vacíos, ausentes...Todo permanecía cerrado este viernes en la capital haitiana. Un inusual silencio la recorría, mientras decenas de personas bajaban con sus biblias en las manos hasta Champs de Mars, la plaza de los miles de desplazados.

Este 12 de febrero, cuando llegaron al mes el horror, la angustia y la incertidumbre, Puerto Príncipe se convirtió en una gran iglesia, llena de fieles que se juntaron para agradecer e implorar. Las mujeres vestían de blanco, los hombres de negro y de blanco, sin embargo muchísimos también llegaron con lo única muda de ropa que les dejó el sismo de 7.3 en la escala de Ritcher que sepultó años de trabajo, dejó sin hogar a más de un millón de personas y terminó con la vida de más de 200 000 haitianos.

Por la paz de sus muertos, oraron muchos ayer. Allí estaba Job, un joven de 25 años que se quedó sin casa y ahora vive en la calle, y vino, dice, a adorar a Dios "porque es quien único puede ayudarnos en estos momentos y gracias a él estoy a salvo, por eso todos los que estamos con vida tenemos que venir". Job estará allí, implorando también por su Haití, durante tres días de ayuno.

Según Laine Stanley, médico haitiano graduado en Cuba, Haití necesita ayuda y muchos países cooperan, pero esto ha sido un desastre natural, y "solo Dios puede parar el movimiento de la tierra. Algunos creen que ya es el fin del mundo, este es un pueblo muy creyente. Pero nunca había visto a tanta gente orando junta".

Y mientras Krisnol busca un poco de sombra, pues dice que el sol ya pica, otros levantan sus manos y gritan aleluya, algunos ocupan la cima del monumento a Dessalines y se sientan a orar, muchas madres tiran sábanas en el piso y se acuestan allí junto a sus hijos para seguir el canto de miles. Sin embargo, otros en la misma plaza aprovechan para bañarse frente a sus carpas, quizás más tarde no haya agua, pero como este es día para enaltecer a Dios, incluso el tiempo del aseo es buen momento para cantarle. También hay quien ha montado su mesita para vender refrescos fríos.

Así vivió Puerto Príncipe el 12 de febrero. Un mes atrás, nubes de polvo, estruendos y gritos salieron de sus calles. Ahora, creyentes de todas las religiones juntan sus manos para implorar por que esto no se repita. El infierno de este mundo volvió a temblar ayer, volvió a sacudirse con la inmensa fe de que las cosas tienen que cambiar.

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