En Puerto Príncipe hasta la lluvia sería hoy una maldición. Un buen
aguacero acabaría con las pertenencias de los miles que viven bajo
sábanas y lonas, enfermaría a los más débiles e inundaría en poco
tiempo a esta ciudad, llena de escombros y canales obstruidos. Y si
cayeran solo algunas gotas, el peligro de epidemia aumentaría cuando
a la suciedad se le sumen unos cuantos charcos.
Bajo esas amenazas clarea este sábado en la capital haitiana. La
cercanía del periodo lluvioso, a mediados de marzo, anuncia otra
tragedia, otra réplica del sismo que no termina. Quizás por eso sean
más los quimbos techados con tablas y las casas de campaña recién
montadas en plazas y parques. Cada cual hace su espacio lo más
seguro posible; sin embargo, lo que del cielo caiga quién sabe hasta
dónde logre entrar. Y aunque los medios oficiales anuncian que
trasladarán la capital hacia otros lugares, a los que viven en las
plazas eso parece no importarles mucho.
Quien recorra hoy Puerto Príncipe no puede hablar de un regreso a
la normalidad con tantos miles de personas viviendo hacinados, a la
intemperie, con hambre y un sinfín de necesidades, pero son
evidentes los síntomas de recuperación de este pueblo. Desde hace
días brigadas de escombreo trabajan sin parar, hay lugares como la
sede de la cancillería, derrumbada por completo, totalmente limpios.
Varias veces durante esta semana nos topamos con grupos de haitianos
barriendo las calles, imagen que, dicen algunos, no habían visto
nunca aquí. Quienes no tienen los equipos para recoger las pesadas
moles de concreto, arremeten contra ellas con mandarrias hasta
convertirlas en pedazos más pequeños. Así familias enteras
desentierran lo que fue su casa. Hay hasta quien comienza a pintar
las fachadas aún en pie.
Asombra la capacidad de adaptación a la calamidad. A las puertas
del estadio de fútbol de Puerto Príncipe, donde hoy viven cientos de
personas, un hombre ha montado su mesa y su pequeña planta eléctrica
para dar carga a los celulares. Todo el que entra o sale deja allí
su teléfono, y se va con el comprobante de entrega.
Ya todo el mundo está en las calles comerciando cualquier cosa,
ganar dinero es una prioridad. Cuentan que ya este es el ajetreo del
Puerto Príncipe de siempre. Pero las calamidades naturales siguen
recordando cuánto queda por hacer, pues el estado natural de este
país no pueden ser las tragedias. En pocas semanas llegarán las
lluvias, en algunos meses, los huracanes. Y este seguirá siendo el
infierno de este mundo, pero ¿hasta cuándo?