Basta con poner las palabras Haití y niños en los
buscadores de Internet para que aparezca una lacerante
pregunta: ¿Quieres adoptar a un niño haitiano? Pareciera un
trofeo de guerra, una limpieza de pecados o un mandato
divino expatriar a los pequeños del infierno de este mundo,
amén de si tienen familia o no.
Los que piden adoptar, mediante la red de redes, dicen
que tienen buena posición económica y que esa es la mejor
forma para ayudar a Haití. ¿Será que sacando a sus hijos más
pequeños, vendrá la prosperidad a esta tierra? ¿Será que
desarraigarlos los hará más felices? ¿No será más
gratificante buscarles el sosiego aquí?
Hoy una información alarma: Varios estadounidenses
intentaron sacar del país a 33 chicos para llevarlos a
República Dominicana y darlos en adopción, de manera ilegal.
No llevaban la documentación válida para hacer el trámite de
los niños, que tenían entre dos y doce años de edad. La
mayoría, según confirmaron en entrevistas posteriores,
tienen los padres vivos. ¡Algunos hasta dieron sus
direcciones y números de teléfono!
Peor aún: el primer ministro Jean-Max Bellerive reconoció
hace algunas horas que "sí hay tráfico de órganos de niños
haitianos". Y aunque el gobierno hace todo lo posible por
localizar a los infantes y entregarlos a sus familias o
buscarles adopción, el caos es tal que los pequeños terminan
abultando los bolsillos de los traficantes.
Las noticias entristecen. Que si llegaron tantos a
Estados Unidos, que si llegaron tantos a Francia, que si la
Arquidiócesis de Miami anunció la implementación de un plan
para llevarse a los niños huérfanos, en un programa que
emulará al "Peter Pan", que si la UNICEF denuncia el robo de
15 en los hospitales luego del sismo.
Mientras, sigo recorriendo esta capital. Sigo caminando
entre los niños que se acercan para tocarnos, algunos te
abrazan con una inocencia que entristece aún más que la ropa
sucia que traen. Ojalá las pequeñas a las que hoy sonreí
tengan, en casa o en el quimbo de la plaza, quienes las
protejan.
Entera certeza sí tengo de que la niñita de apenas un mes
y medio que atiende el doctor haitiano Brisma, en el
hospital Delmas 33, donde trabaja la misión médica cubana,
está a buen recaudo. La pequeña no tiene familia, nadie sabe
cómo se llama, pero allí todos cuidarán de ella hasta que el
gobierno decida qué hacer. Ojalá todos corrieran la misma
suerte.