PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Quizás Wilsos hubiera querido
conocer a Solange en circunstancias menos dramáticas. Pero
por esas cosas de la profesión, y también de la vida y el
azar, esta joven de 30 años llegó a sus manos dos días
después del letal terremoto que estremeció a Puerto
Príncipe. Traía una impresionante herida en el tórax y su
vida pendía de un hilo. A partir de entonces el cirujano
Wilsos Canton, formado en Cuba, no se despegaría de ella.
Médicos
cubanos en el Hospital La Paz.
Así, junto a la cama de Solange, encontramos a Wilsos.
Realizaba la guardia nocturna en el Hospital Universitario
La Paz, más conocido como Delmas 33. Cuenta este joven
haitiano que dos días antes del sismo había llegado a Haití
para disfrutar de sus vacaciones, cuestión que no le
impidió, luego de las sacudidas, sumarse a la brigada médica
cubana que comenzó a atender a los lesionados. Desde ese
instante no ha parado de trabajar.
Del caso de Solange lo conoce todo. Dice Wilsos que la
muchacha quedó atrapada durante dos días debajo de los
escombros. Llegó al hospital con el tórax completamente
abierto. Enseguida fue sometida a una operación: el
pronóstico no era nada bueno. Sin embargo, luego de dos
intervenciones, hoy Solange está fuera de peligro, y sabe
que Wilsos, su médico, se formó en Cuba, por eso también da
gracias a Dios.
Este muchacho está pendiente de todo, desde la hora de
los antibióticos hasta de la alimentación de Solange.
Cuentan que incluso la comida le buscó, cuando la familia
aún no sabía que ella estaba hospitalizada en Delmas 33. Y
cuando preguntamos el porqué de tantos cuidados, responde:
La Revolución cubana me enseñó a hacerlo, me preparó para
ayudar a la gente. Ya lo dijo el Comandante Fidel, somos
como ángeles y estamos aquí para salvar la vida a la gente
de mi pueblo.
Wilsos es solo uno de los 16 médicos que anoche
trabajaban en el Hospital Delmas 33. Allí galenos cubanos y
haitianos asumen las guardias nocturnas para que no falte
atención médica en ningún momento del día. Este lugar, hace
una semana escenario del terror, ha cambiado mucho; las
noches van siendo de paz.
DELMAS 33, UNA
SEMANA DESPUéS
Una de las imágenes que más fuerte se han agarrado a mis
ojos desde que llegué a Haití fue la del Hospital
Universitario La Paz. Fue allí donde por vez primera tuve
que ajustarme los pantalones y apretar los ojos para no
parecer floja e inexperta entre mis colegas de tanta
experiencia. Los pacientes adoloridos acostados en el piso o
en viejos colchones, los quejidos desgarradores, la
preocupación de los padres por la gravedad de los hijos¼
marcaron mis primeras horas en Haití. Y anoche confieso que
sentí miedo cuando me dijeron "hay que volver", pero esta
vez la historia fue distinta.
Aquello parecía otro lugar. Médicos cubanos, haitianos,
españoles, mexicanos, chilenos, canadienses, colombianos
habían juntado esfuerzos para dar la mejor atención. Cada
paciente tenía su cama, la limpieza mejoraba y el silencio
se hacía cómplice del descanso de los aquejados, mientras de
un paciente a otro iban los médicos. Entre ellos estaba el
cirujano Oscar Suárez, quien calificó así la guardia: "La
noche será relativamente complicada, porque la incidencia de
los traumas, característicos de desastres como los que vivió
Haití, van disminuyendo. Lo que nos queda ahora es dar
continuidad a los pacientes, y mantener la atención médica
de noche. Hoy tenemos planificado atender siete casos".
También de un lado para otro, y sin cansarse, estaba el
doctor haitiano Jean Pierre Brisma, médico de la familia y
estudiante de segundo año de la especialidad de Cardiología.
La sala de Pediatría, ubicada en una casa de campaña en las
afueras del hospital, es su espacio de trabajo. Con una
pequeña luz, pues la planta eléctrica no alcanza para
abastecer el lugar, revisa cada paciente, chequea las
heridas, la cadencia de la respiración, la hidratación y la
administración de los medicamentos. Le toca a Brisma hacer
de médico y enfermero. Sumaban 15 los casos esa noche y se
sabía hasta el apellido de los infantes.
Atendiendo a la pequeñita Joselin Batista lo hallamos.
"La niña llegó muy deshidratada luego de cinco días bajo los
escombros, tenía una fractura en el brazo izquierdo por lo
que tuvo que ser llevada al salón. Está mejor y se alimenta
por vía oral". Sin embargo, quizás el caso más increíble de
la sala que atiende Brisma es el de la niñita que, con
apenas un mes y medio, sobrevivió. La trajo un desconocido,
nadie sabe su nombre, pero este joven haitiano se encarga de
alimentarla, bañarla, vestirla, además de atender su salud.
Así se viven las noches en el Hospital de Delmas 33,
donde las cosas toman su nivel, atrás van quedando los días
de la sacudida, ahora se impone el orden. Según explicó a
Granma el doctor Carlos Guillén, jefe del grupo de
médicos cubanos allí, la intención es que este lugar vuelva
a la normalidad cuanto antes. Ya hemos abierto nuevos
servicios, como los de ginecobstetricia, pediatría, cuidados
especiales, rayos X, laboratorio y ultrasonido. Ya tenemos
una sala que atiende a pacientes con enfermedades no
asociadas al sismo. Estamos pretendiendo, además, comenzar
una labor comunitaria en los asentamientos, con la ayuda de
varios países.
Aseguró Guillén que tienen todos los medicamentos e
insumos necesarios, provenientes de Cuba. Pero en este
hospital, en específico, tenemos también una farmacia en
común con los países que están trabajando acá; todos
aportan, dijo.
Sobre los quimbos que aún permanecen en las afueras del
hospital, comentó el doctor Guillén que son pacientes dados
de alta que por temor no se alejan del centro, tampoco
muchos de ellos tienen donde vivir. Queremos en los próximos
días, conjuntamente con la Cruz Roja colombiana y con SAMUR,
una Organización No Gubernamental española, armarles casas
de campaña para que tengan mejores condiciones, explicó.
Y para colmar la noche de buenas nuevas, llegaron Magdala
y Noel, una pareja de jóvenes que estaba a punto de traer al
mundo a un bebé. María o Anthony, nombre escogido para el
pequeño, nacería en La Paz y los médicos cubanos ayudarían.