23 de
julio de 2010
A
seis meses del sismoCuba
no olvida a Haití
LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
Han pasado seis meses. Parece que fue ayer
cuando aquel 12 de enero hizo voltear el rostro de este
mundo tan agitado, tan olvidadizo, hacia Haití, la nación
más pobre del continente americano. Entonces la tierra
acababa de sacudirse infernalmente, y la comunidad
internacional lamentaba la tragedia de la nación de
Louverture. Sumaban cientos de miles las personas que
respiraban por última vez, y sobrepasaban el millón los que
perdían un techo donde pasar las noches, los soles, los
aguaceros ... A medio
año del sismo que asoló a Puerto Príncipe, más de un millón
continúan mal durmiendo bajo carpas, y amaneciendo a la
desesperanza aun cuando tantos países prometieron ayudar. A
seis meses del terremoto "la danza de los millones" sigue
sin aparecer, y el gesto del adiós se hace cotidiano.
Más
de mil médicos continúan sanando en Haití.
La capital haitiana todavía es un inmenso
campo de refugiados, con más de 1 300 campamentos que se han
convertido en "residencia estable" para quienes lo perdieron
todo, y cada mañana salen a buscar el sustento en un país
donde las opciones de trabajo, más allá de los mercados
informales, se vuelven demasiado escurridizas. Mientras, los
escombros permanecen impasibles, los vertederos se
eternizan, las lluvias amenazan, las enfermedades acechan,
los bosques desaparecen y la incertidumbre se apodera de una
nación en extremo lacerada tras tantos años de expoliación
capitalista.
Sin embargo, el mundo volvió a dar la
espalda a Haití. Una cifra basta para apuntalar la
hipótesis: el país solamente ha recibido un 2% de los cerca
de 10 000 millones de dólares que la comunidad internacional
prometió donar para la reconstrucción. Y entonces vuelven a
retumbar proféticas las palabras del Comandante en Jefe
Fidel Castro cuando en la reflexión del 16 de enero lanzaba
una dura verdad: "En Haití se pondrá a prueba cuánto puede
durar el espíritu de cooperación, antes de que el egoísmo,
el chovinismo, los intereses mezquinos y el desprecio por
otras naciones prevalezcan".
El
problema de los escombros sigue entorpeciendo la
recuperación del país.
Mientras algunos pasan página a la tragedia
de Haití, Cuba no quiere olvidar, no puede hacerlo porque
más de 11 años de trabajo allí le han hecho comprender el
valor de una mano extendida a tiempo, como la de aquella
noche del 12 de enero cuando el primer hospital que prestó
ayuda a los heridos del sismo fue precisamente el de los
cubanos, o cuando en el año 2008 despiadadas lluvias
sepultaban en el lodo a la ciudad de Gonaïves, los cadáveres
sumaban cientos, y solo los médicos cubanos soltaron anclas
allí para sanar y correr la misma suerte de los haitianos.
Por esta razón no parece extraño, menos exagerado, que al
indagar sobre el quehacer de nuestros galenos, muchos
haitianos respondan, con la mayor naturalidad, que "después
de Dios están los cubanos".
Entonces otra cifra vuelve a ser
demostrativa. Cuando tembló la tierra había allí 331 médicos
cubanos, hoy la cifra de quienes sanan a cualquier hora
llega a 1 010, entre cubanos y graduados de la Escuela
Latinoamericana de Medicina. Ellos se empeñan en reconstruir
un Sistema de Salud colapsado hasta los tuétanos que en
pocos años dará cobertura a más del 75% de la población: un
sueño hasta ayer prohibido para aquellos que quedaban a las
puertas de las instituciones sanitarias por no tener unos
gourdes (moneda nacional) con que retribuir una sencilla
inyección.
Con
la reconstrucción del Sistema de Salud haitiano, más del 75%
de la población tendrá cobertura médica. Fotos: Juvenal
Balán
Por eso el pequeño Kevens no para de dar
gracias cuando recibe la prótesis que le devolverá la
posibilidad de jugar al fútbol al estilo de Ronaldinho; o el
abuelo Paúl Benito no puede creer cuando la presión arterial
de sus 70 años mal cuidados lo ponen al borde de la muerte,
y los médicos cubanos le atienden sin pedir nada a cambio.
Así ha sido desde el año 1998 cuando el
huracán George se ensañaba con Haití, y nuestros médicos
plantaban su bandera por primera vez en esa nación tan
vapuleada siempre. A partir de ese momento son muchas las
historias contadas sobre ese amor de todos los tiempos como
aquella de Logista, la joven hermosa que perdió sus piernas
en el terremoto, llegó con dos de hemoglobina al hospital y
el enfermero José Enrique le donó su sangre para que
volviera a sonreír. Hoy esa muchacha está más viva que
nunca, y los médicos cubanos le enseñan a caminar con las
prótesis que de Cuba le enviaron. Cómo olvidar en el
hospital de La Renaissance, en Puerto Príncipe, la alegría
de Mackendi cuando la enfermera Marlene Jorge, "su mamita",
pasaba a verlo todas las tardes a la sala donde esperaba
para ser operado de su pierna. El pequeño había perdido a
toda su familia en el temblor de tierra, y solo tenía por
compañía a los médicos cubanos.
Así de sensible han sido nuestras ayudas en
Haití, ayudas obviadas en más de una ocasión por quienes no
descansan en el empeño de tapar el sol con un dedo, aun
cuando casi llegan a 500 000 los pacientes atendidos luego
del sismo, cuando en 30 salas de rehabilitación se han
aliviado alrededor de 180 000 haitianos, cuando se han
realizado más de 15 000 operaciones, cuando se han vacunado
a más de 125 000, cuando talleres de prótesis y
electromedicina se materializan o cuando 22 Hospitales
Comunitarios de Referencia están funcionando gracias a Cuba
y a los países del ALBA.
Y por si fuera poco, otro grupo de cubanos
levantan casas, siembran las presas de alevines, enseñan a
leer y a escribir, devuelven la vida a un olvidado central
azucarero ...
Son arquitectos, constructores, ingenieros, maestros,
veterinarios, pescadores, azucareros...
que junto a la Brigada Médica dan lecciones de auxilios
duraderos, de esa ayuda con miras de futuro que acabe con la
avalancha de "curitas" que cada año oculta las heridas de
Haití.
Ha pasado medio año, aunque parezca que fue
ayer. Siguen siendo Puerto Príncipe y sus alrededores la
sede del infierno de este mundo, donde tantas personas
sobreviven en condiciones infrahumanas, sin tener idea
siquiera de hasta cuándo durará el castigo. Mientras, el
mundo sigue padeciendo amnesia, y los pueblos, como
escribiera Fidel el 16 de enero pasado, serán cada vez más
severos e implacables en sus críticas. De cualquier forma
aún quedan quienes creen en el futuro de Haití, de ese Haití
querido que atrapa una famosa canción, de ese Haití que
descubre la sonrisa de sus niños, quizás como presagio feliz
de un futuro que necesariamente tiene que ser mejor. |