Portada

 De nuestros reporteros

Haití: el infierno de este mundo

 Galerías

 Conozca Haití

 Mensaje de los Cinco

De nuestros reporteros

29 de abril de 2010

Las deudas de Bassin Bleu

LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
Foto: JUVENAL BALÁN
Enviados especiales

PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Bassin Bleu está en la mismísima Cochinchina; donde el diablo dio las tres voces y nadie oyó; donde el polvo tupe los poros, asfixia, ensucia; donde hasta la lluvia se niega a caer; donde los ríos, aunque anchos, son raquíticos y pasan rápido como para no estar mucho tiempo; donde las casas, hechas de adobe y paja, parecen de plastilina, de esa que se desmorona y amenaza con derrumbarse de un lado.

La construcción ha permitido ofrecer empleos.

Ir a Bassin Bleu supone desafiar un terraplén infernal, no existe otra forma de encontrar esa comuna del departamento del Noroeste. Ni el más sofisticado de los carros se salva del batuqueo insoportable de las ruedas contra las piedras que no parecen ablandarse ni siquiera con el peso de tantos camiones repletos que se anuncian siempre con una inmensa nube de polvo. Poner un pie en tierra, luego de más de una hora de mal camino, solo es posible luego de que los huesos vuelven a su sitio y la sangre se calma. Llegar cansado a Bassin Bleu parece entonces una máxima.

Lo que para nosotros devino odisea de un fin de semana, es la cotidianidad de tantos miles que en esos recónditos entornos tan olvidados descubren cada mañana el alba. Allí están los niños con las barrigas hinchadas, las ropas inmensas y las caras sucias que juegan a mojar la tierra para armar figuras de fango; los jovencitos que patean algo parecido a un balón de fútbol a la orilla del río; las mujeres que, desinhibidas, bañan sus cuerpos a plena luz del día; los burros que cansados suben y bajan peñascos; la niña que se toca la pancita y abre las manos cuando un automóvil de "blancos" pasa a toda velocidad como si también quisiera pasar rápido las imágenes de Bassin Bleu; la regia señora que con pamela, traje y zapatos polvorientos espera nadie sabe qué a la vera del camino...

A Bassin Bleu, donde todo parece increíble pero es dolorosamente cierto, llegaron un día los cubanos. Tenían sed, estaban cansados por el zarandeo constante del camino, el churre opacaba sus ropas, no tanto así una idea que traían afincada en la bandolera, soñadora hasta el límite, pero evidentemente no tan imposible. Aquellos "locos cuerdos" pretendían armar un hospital donde nadie recuerda haber visto nunca una jeringuilla. Es probable que para quien lea estas líneas pueda parecer lejana, repetitiva... la idea de no contar con un médico. Sin embargo, para la madre que en sitios como Bassin Bleu ve perder a su hijo sin saber siquiera el porqué, para la familia que asiste al sufrimiento del abuelo, para el enfermo que prefiere morir antes de aguantar un dolor tan fuerte y tan curable... aquellos galenos que llegaron agotados eran bendición divina.

Pero aquí nada ha sido fácil. Construir un hospital en medio de la nada, o de la mucha miseria, tan alejado de Puerto Príncipe, al que solo se llega dando tumbos, donde el agua que recibe viene del cielo... parece obra de gigantes. Todavía hay quien recuerda el día en que trajeron el autoclave, el equipo de rayos X y la enorme planta eléctrica. Nadie sabía cómo ponerlos en su sitio, pesaban demasiado y ni aun la fuerza de varios hombres lograba moverlos algunos metros. Fue entonces cuando camillas y gatos mecánicos resultaron solución. Y como parece que en Bassin Bleu las cosas no resultan fáciles, aún falta por hacer el pozo donde almacenar agua. Esperar aguaceros para sanar nunca ha sido buena práctica.

Al frente de esta "locura" va una mujer, una joven que a sus 33 años es responsable de la obra y será la directora del hospital, pero que antes fue jefa de Enfermería en el hospital de Mirebalais, y mucho antes sanó en Carice, la comuna de más difícil acceso en Fort Liberte, en el Noreste. Parece entonces que esta muchacha, linda y delicada, está apta para la rudeza de Bassin Bleu. Por ella supe que 18 médicos cubanos y 33 haitianos trabajarán en la institución que contará con un salón de operaciones, uno de terapia intensiva, uno de partos, otro para atender a los recién nacidos. También tendrá una consulta de pediatría, medicina interna, rehabilitación, servicios de ultrasonido y hasta un sillón de estomatología... lujos de primer mundo aterrizados en medio de la nada.

Y aunque pudieran sentirse dioses en tal paraje desolado, estos cubanos tienen tesoros demasiado nobles. "Cuando nos ponemos los pulóveres de la Brigada Médica, muchos reconocen la imagen del Che; y si les decimos que además somos los médicos de Fidel, saltan de alegría; eso te obliga a trabajar aun en medio de tantas durezas", así lo confiesa Eusebio Riquenes, un guajiro orgulloso de su Guisa, allá en Granma, que es jefe del departamento Noroeste.

Subir