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21 de abril de 2010

A la sombra de Louverture

LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ y
Foto: JUVENAL BALÁN
Enviados especiales

PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— La mañana en la plaza Champ de Mars avanza con esa lentitud de quien no quiere enfrentar otro duro día. La cola para conseguir un poco de agua no termina nunca. Las endebles "casas" se mantienen en pie, en espera de los vientos que podrían traer una temida temporada de huracanes. Los techos de lona pretenden guarecer de la lluvia. Los niños siguen jugando como si nada enturbiara sus días. Mientras, la estatua de Toussaint Louverture continúa impasible.

Foto: Juvenal BalánMuchos de los que a su alrededor malviven desde el 12 de enero, no tienen demasiado tiempo para pensar en su extraordinaria obra, menos sabrán que un abril, quizás más primaveral que este, murió enfermo y sin atención médica. Y es que 207 años después, los dolores del pueblo por el que vivió no tienen alivio, sobre todo luego de que un sismo matara aquí a más de 220 000 personas, dejara sin hogar a más de un millón y medio, y las condenara a amanecer con la espalda pegada al suelo. Así despiertan quienes buscaron refugio a la sombra del gran Louverture.

Y aunque desde la calle poco puede verse de la estatua que lo inmortaliza, pues han sido muchos los que allí han plantado casas de campaña y tendederas de ropa, no es difícil sorprenderse con la vigencia del hombre que, como escribiera Aimé Césaire, "quiérase o no, en ese país todo converge hacia Toussaint e irradia de nuevo en él".

Toussaint nació el 20 de mayo de 1743 en la colonia francesa de Santo Domingo. Su nacimiento, en la plantación de Breda, le impuso por años ese apellido gracias a la costumbre de asignarle al esclavo el nombre del amo o del lugar donde nació. Durante su infancia fue un niño débil. Y en esos tiempos en los que se apartó de los demás por temor a la burlas, se dedicó a cuidar los animales. Por eso a los doce años era un tremendo jinete. Así cuenta la doctora Digna Castañeda, profesora titular de Historia del Caribe de la Universidad de la Habana, en el artículo Toussaint Louverture, el precursor, donde agrega que montaba sin sillas, ni estribo, y que pronto se convirtió en el más atlético de sus amigos.

Su padrino, un viejo liberto llamado Simón Baptista, le enseñó a leer y a escribir en francés. Un sacerdote amigo le abrió, además, el mundo del latín. Narra la presidenta de la Cátedra del Caribe de la Universidad de la Habana que gracias a la lectura de una obra del abad Reynal supo sobre la profecía de que algún día los esclavos negros encontrarían en uno de ellos a quien los guiaría hacia la libertad. Entonces se consideró el elegido.

Así se enroló en noviembre de 1791 en la insurrección de esclavos, que logró transformar en un ejército disciplinado. Gracias a ello, expulsó de Santo Domingo a españoles y a ingleses. Según precisa Digna Castañeda obligó a los franceses a que "también reconociesen la necesidad de pactar una tregua durante la batalla de la Crête a Pierrot en el enfrentamiento con las tropas del general Lecrerc, quien fue enviado por Napoleón para eliminar a Toussaint y convertir la colonia en punto de partida para extender su imperio hasta América del Norte. En esa batalla se destacó Jean Jacques Dessalines, quien luego de la muerte de Toussaint, al frente de las tropas insurrectas,... culminó la obra militar louverturiana".

Finalmente Toussaint Louverture fue traicionado por el general Brunet. Entonces lo apresaron y lo condujeron a Francia. Pero antes de partir hacia una muerte segura aseveró: "Destituyéndome solamente han derribado en Saint Domingue el tronco del árbol de la libertad. Renacerá de sus raíces porque son profundas y numerosas". Y así fue. El 18 de noviembre de 1803 la colonia lograba su independencia. Como señala la doctora Castañeda, culminaba la obra de Louverture, quien de médico de la armada del Rey llegó a General de Brigada, el más alto grado militar. Se instauraba el primer Estado independiente de América Latina, la primera república negra en el mundo, y "sobre todo, la primera nación libre de hombres libres".

Tal legado no deben olvidar los hombres, ni los que aquí sufren la miseria, ni los que en tantas partes del mundo tienen en sus manos el poder de ayudar a aplacarla. Los amaneceres a la sombra de Toussaint Louverture no pueden seguir siendo sombríos.

 

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