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17 de
abril de 2010
Como peces en el agua
LETICIA MARTÍNEZ
HERNÁNDEZ foto: JUVENAL BALÁN (Enviados especiales)
PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— La marché (mercado) de
Pont Sondé está "que arde". Son cientos las personas que
desde bien temprano asaltan la calle para vender lo
negociable y no, lo pagable y no. Las mujeres se sientan en
el suelo para gritar a todo pulmón sus mercancías. Cualquier
cosa es posible encontrar allí donde todos van para arañar
los gourdes (peso) que les hará el regreso a casa más
feliz. No importa entonces que las calles colapsen entre
tumultos de gente, filas de automóviles, sacos de productos¼
Pareciera que quien más grita más vende, mientras el sosiego
de la mañana, a fuerza de alaridos, huye.
Camilo
muestra uno de los ejemplares.
Así de agitados son los amaneceres en Pont Sondé, ese
pedazo de tierra, también pobre, agitada y polvorienta, por
donde se llega luego de dos horas de camino sorprendente: de
un lado, el mar inmensamente azul; del otro, montañas
arrasadas; luego Arcahie, después San Marcos, dos pueblos
repletos de tanta vida. A noventa kilómetros de Puerto
Príncipe, la capital sacudida sin compasión el pasado 12 de
enero, y a unos pasos de esa marché infernalmente
ruidosa, dos cubanos pasan horas entre la tranquilidad de
muchos peces. Son Camilo Parra y Raúl Savón, hombres nobles
que hacen de su trabajo un arte cuando con paciencia de
maestros explican los secretos de su quehacer a quien recién
llega y, antes de presentarse, se declara neófito en el
tema. Para ellos, más que un día de trabajo es una fiesta
cuando otros cubanos llegan a sus predios, allí donde las
caras del terruño querido no abundan.
Por Camilo supe que de febrero a abril empieza la
reproducción de las especies; que hacen un muestreo de
hembras y machos; que les palpan el vientre; que hacen
biopsias ováricas; que las pesan para saber la dosis de
hormonas a aplicar; que las marcan para conocer cuando
desovan; que aplican el tratamiento a las seis de la tarde y
a las dos de la madrugada; que a las doce horas ocurre el
desove; que toman la hembra, la secan y la aprietan para
extraer los huevos; que los fertilizan con la esperma del
macho; que los depositan en incubadoras; que nacerán las
larvas a las 20 horas; que a los tres días pasarán a los
estanques de crecimiento...
Así lo sabe de memoria, y hasta con los ojos cerrados,
Camilo que desde hace años trabaja allá en la estación de
alevines de Paso Malo, en Granma. Solo que aquí el poco
espacio lo incomoda. De las más de 68 hectáreas de su Paso
Malo, ahora tiene 1,5, y cuando la producción desborda los
límites de los estanques entonces llega a preocuparse mucho.
Y es que han logrado obtener más de un millón de larvas,
pero solo pueden hacer crecer 200 000 en los estanques de la
Estación Nacional de Alevines, lo demás va a parar a lagos y
ríos con la esperanza de que allí puedan librarse de los
depredadores naturales. Pero tal pesar parece que tiene fin.
Por ello Raúl Liens, otro de esos hombres emprendedores
con los que cuenta Haití, habla de nuevos tiempos para la
colaboración en la rama acuícola que empezó en 1999, tuvo
que ser interrumpida tras el golpe de estado a Jean Bertrand
Aristide, y volvió a reanudarse en el 2008. Todavía recuerda
como un suceso para quien lo presenció, y también lo sudó,
cuando al aeropuerto Toussaint Louverture llegó un avión
cargado de alevines y larvas. Era una donación del Gobierno
cubano valorada en 155 000 CUC.
Aquel 20 de diciembre, varios camiones aguardaban en
pista para transportar un banco de reproductores y
reemplazos que traía tencas, amuras, carpas, colosomas,
labelos ¼
Así tomaba fuerza una ayuda trascendente para un pueblo tan
vapuleado, según dijo a Granma Raúl Liens,
responsable de la colaboración en la rama de la pesca, quien
tiene la misión de asesorar a los haitianos en la producción
acuícola. "Tenemos una estación que aunque pequeña funciona
bien, un banco de reproductores, estamos preparando el
reemplazo¼
pero queremos buscar áreas nuevas para hacer crecer las
larvas, y convertirlas en alevines que puedan sembrarse en
los lagos con mayores posibilidades de supervivencia. El año
pasado obtuvimos 500 000 alevines que logramos sembrar en
esos lagos, este año esperamos llegar a los 869 000 y a los
cinco millones de larvas, de ahí la urgencia de hallar áreas
para no estancarnos".
El joven Cléophat Jean-Verna, médico veterinario graduado
en Cuba y ahora director de la Estación de Alevines, es
fruto de la colaboración entre ambos países. Pasó siete años
de su vida en la mayor de las Antillas, y ahora se siente
también como pez en el agua trabajando con los colegas que
tanto aprecia. "Siento que no he salido de allá. Tengo la
certeza de que todos los cubanos tienen un corazón de oro, y
por eso siguen ayudando a mi pueblo".
Cuando este miércoles supe de esa otra mano que extendía
mi país, recordé entonces cuando acabada de llegar a Haití
en aquel enero trágico, un haitiano aún consternado ante
tantas pérdidas me comentaba que lo que les hacía falta no
eran los peces, sino saber cómo y con qué pescarlos. Una
frase que más allá de su significado literal, recuerda que
las ayudas efímeras son pan de hoy y hambre de mañana, y que
eternizar los auxilios conlleva a la mendicidad.
Sin embargo hoy, cuando las cosas parecen mejorar en la
Estación, cuando urgencias como el pienso y el fertilizante
de todo el año están garantizadas, cuando están por
comprarse nuevos equipos, cuando se preparan para sembrar
unos cuantos miles de alevines este lunes en la presa
Pelligre, cuando la mayor inconformidad es ampliarse para
hacer más¼
nadie olvida aquellos días cuando la maleza inundaba a la
abandonada Estación de Alevines construida por la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO). Cuenta Raúl Savón, guantanamero de pura
cepa, que allí nada funcionaba. Tuvieron que reparar las
redes hidráulicas, arreglar los estanques, devolverles la
forma perdida. Y como tesoro rescatado, Raúl habla de los 18
colosomas salvados, de las 16 carpas, de las tres tencas, de
las seis amuras...
Y es que estos hombres son como peces en el agua cuando
de trabajar se trata. Así ha sido durante tantos años
viviendo entre los vaivenes de las presas y la rudeza de
muchas redes. Por eso cuando en la bulliciosa marché
de Pont Sondé descubren un pescado en venta, sospechan que
salieron de sus manos. Entonces la alegría puede más que
cualquier añoranza por su Cuba. |