6 de abril de 2010
Sacudidas de dolor
Tras la muerte, la
vida también florece
LETICIA MARTÍNEZ
HERNÁNDEZ
Fotos: JUVENAL BALÁN
(Enviados especiales)
PUERTO PRÍNICIPE, Haití.— Las palabras no
bastan. Por más que el diccionario coleccione letras, nunca
alcanzarán para definir en su justa medida la pobreza de un
país tan pobre. Con qué palabras detallar el llanto de quien
lo ha perdido todo, con qué frase atrapar la sed que cuartea
los labios, el hambre que enjuta los cuerpos, la
insalubridad que parasita estómagos, el desespero que
ensombrece miradas, la desazón que se disfraza de mujer,
hombre, niños ...
Por
primera vez los moradores del asentamiento recibieron
atención médica y epidemiológica.
Con esa idea enredada en la cabeza salí este
lunes de uno de los lugares más infortunados que vieron mis
ojos, uno de esos sitios donde no acabas de ver lo peor,
porque lo peor está aún por llegar cuando la naturaleza
vuelva a ensañarse con las miles de personas que duermen a
la intemperie en una de las colinas que bordean la Rout Nef.
Allí los pequeños juegan descalzos y desnudos; las familias
se amontonan en espacios sórdidos donde el piso es la tierra
y el techo sábanas huecas; las mujeres hablan de demasiada
hambre y ninguna comida para sus hijos; la violencia reina y
una caricia escasea más que un vaso de agua ...
Por si fuera poco para esta pobre gente que
lo perdió todo aquel martes trágico, a solo un kilómetro del
sitio que ahora es su "hogar" guardan innoble sepultura
miles de cuerpos que encontraron la muerte con las sacudidas
del 12 de enero. Bajo un sol que también decidió fustigar
con toda su energía, los cadáveres se amontonan en una fosa
común todavía abierta. Entrar allí recuerda el infierno
narrado en los libros, el terror contado en películas. Un
mal paso puede descubrir lo indeseable, mientras una cruz
negra en lo alto pareciera honrar el trágico final de tantos
muertos juntos.
Hasta estos dos lugares lacerados por la
desgracia, por la muerte en vida, llegaron los médicos y
artistas cubanos como una especie de señal "bendita", según
dijeron algunos. Cada cual hizo allí lo que bien, y con
gusto, sabe hacer. Mientras algunos esparcían salud por
donde nunca pasó un doctor, otros "payaseaban" o regalaban
colores para dibujar tristezas. Aquello parecía cosa de
locos. En seis puestos médicos la gente formaba
interminables colas para recibir alivios o vacunarse contra
males como la difteria, el tétanos, la tos ferina, la
rubéola, el sarampión ...
Por los recovecos que antes recorrieron los muchachos de la
campaña antivectorial, también anduvieron los payasos,
zanqueros, magos, rumberos...
"Esto es una feria de salud", dijo a
Granma la doctora Gladis Tápanes, directora del hospital
de campaña de Arcahie. "En este asentamiento viven alrededor
de 3 000 personas, cerca de 200 mujeres embarazadas, 150
niños y un centenar de ancianos. Para consultarlos vinimos
alrededor de 50 médicos". Fue ese batallón de doctores los
que al final de la jornada contabilizaron más de 500
consultas y 600 vacunados en aquel lugar triste donde por
primera vez se hablaba de salud. Entre los agradecidos
estaba la joven Angeline, quien con sus 22 años es
responsable de una criatura de tres y había sufrido más
desgracias que los días vividos. Como ella, también Eloisme
Marie daba gracias por las pastillas que guardaba con celo
en sus bolsillos. Ambas hablaban, además, del hambre que
lacera los rudos días en la colina, y de la lluvia que se
cuela de noche por las rendijas de sus quimbos maltrechos.
Y mientras todo esto sucedía en la montaña
de la tristeza, donde tantos se juntaron para sobrellevar la
tragedia, una cruz tomaba forma entre las manos de los
artistas cubanos y los niños. Dos maderas cruzadas llenas de
flores, palomas y colores ...
fue la obra del día. Pero ¿para qué era? La posterior
procesión traería la respuesta cuando, al triste compás de
un blues para los muertos que salía de la trompeta de Yasek
Manzano, muchos llegaron hasta la fosa común de tantos
cuerpos sin vida. Allí donde antes reinaba una cruz negra,
se yergue ahora otra repleta de colores. Pareciera entonces
que sobre la muerte, la vida también florece. |