1 de abril de 2010
Brigada de la
alegría
LETICIA MARTÍNEZ
HERNÁNDEZ
foto: JUVENAL BALÁN
Enviados especiales
PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Sucedió como en el cuento de Hansel
y Grethel, el de los hermanos perdidos y las migajas de pan.
Era bien temprano, todavía esta capital se sacudía el sueño,
y nosotros intentábamos hallar el campamento de la Brigada
Martha Machado. La gestión se complicaba en este Puerto
Príncipe abarrotado de casas de campaña y escombros. Parecía
difícil hasta que en los muros comenzaron a asomarse islas
colmadas de flores. Una y otra vez nacía Haití, pintada con
un verde esperanzador, en las paredes que conducían a la
"base" de los artistas cubanos.
Los
zanqueros se han robado el show.
Solo bastó seguir la huella para que en unos
minutos apareciera el campamento de Kcho y los suyos. Allí,
al lado de un terreno de fútbol y entre niños que jugaban a
las bolas, estaban las carpas donde hace casi un mes vive
medio centenar de cubanos que llegaron a este vapuleado país
para plantar alegrías. En nombre de una misión llamada
Sonrisa han desandado esta ciudad, rodeados siempre de gente
feliz, la misma que había escondido de sus rostros la risa
cuando la tierra los sacudió sin piedad. La Brigada llegaba
a Haití con una carta de presentación: el haber caminado su
Cuba bella sanando las heridas de tantos huracanados
vientos.
Fueron los acordes del Himno Nacional,
salidos del alma y de la trompeta del jazzista Yasek
Manzano, el anuncio de que comenzaba otra jornada de
trabajo. Y aunque era domingo, la agenda resultaba amplia.
Kcho había anunciado a los brigadistas que irían al
campamento de Croix des Bouquet que cada mañana acoge a
alrededor de 1000 niños; también actuarían en el otrora
campo de golf de Petion Ville que hoy resguarda a más de 45
000 personas que lo perdieron todo cuando su país tembló. Y
aunque la alegría resulta imposible de cuantificar, esa
noche los artistas cubanos durmieron tranquilos por ayudar a
tantos a vivir un domingo diferente.
Así han sido todos los días de los
brigadistas en Haití, esos que desde que pusieron un pie en
tierra proscribieron la palabra descanso de su vocabulario,
convencidos de que no podían hacer menos que los médicos
cubanos, quienes se despiertan sanando y poco creen en
domingos de asueto. Ya resulta imposible seguirle la ruta a
la Martha Machado aquí. Las guaguas, que asombran por la
bulla y el entusiasmo de sus felices pasajeros, han hecho
escala en hospitales, parques de desplazados, campamentos,
orfelinatos... ¡y hasta en un central azucarero! Allí llegan
armados de globos, afiches, pinceles, lienzos, bailes,
música, magia... Y aunque muchos incrédulos todavía se
pregunten a qué vienen y cómo ayudarán sin un cargamento de
comida, de agua o de casas de campaña, ellos saben que el
júbilo de su arte también trae sosiegos.
Y es que Haití cuenta, además, con muchos de los mejores
artistas cubanos. Allí están talentosos de las artes
plásticas como Alexis Leiva (Kcho) y Ernesto Rancaño; el
joven jazzista Yasek Manzano; los humoristas Carlos Gonzalvo
(Mentepollo), Omar Franco, Iván Camejo y Eleuterio González
(Telo); y otros tantos buenos artistas que aunque sus
nombres aún no retumben ni provoquen vueltas de ojos están
haciendo mucha historia aquí, si no de qué otra manera
explicar el hecho de que son ellos los que terminan
robándose el show. Cuando llega la Brigada todos quieren ver
a los zanqueros, esos muchachos inmensos que han provocado
una de las mayores algarabías que he visto en mi vida; a los
magos que dejan con la boca abierta a más de uno; a los
asombrosos malabaristas; a los felices payasos; al hombre
del látigo; a los incansables músicos que logran erizarnos
la piel cuando aquí escuchamos La Guantanamera.
Con tal cubanía, la Brigada Martha Machado intenta
contentar a este entristecido país. Y parece que lo logran,
pues cuando termina la función muchos quedan prendidos de
sus manos para que no se vayan con tanta alegría en los
bolsillos. |