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27 de marzo de 2010

Más de dos meses después del terremoto

Endulzando a Haití

LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
Foto: JUVENAL BALÁN
(Enviados especiales)

PUERTO PRÍNCIPE, Haití – Cuentan que aquel martes de temblores, los azucareros cubanos guiados por Félix Méndez, jefe de la colaboración cubana en esta industria, estaban reunidos para poner a punto cada detalle de la zafra que debía comenzar en el central Jean Leopold Dominique, de Leoganne. Rozaban las cinco de la tarde, cuando llegaron las sacudidas de la tierra que a pocos kilómetros de allí encontraban su epicentro. Terminaría así la reunión; comenzarían entonces nuevos esfuerzos para echar a andar el ingenio.

Comenzó la zafra en el central Jean Leopold Dominique, de Leoganne.

Luego de más de dos meses "metiendo el brazo" a la obra, ayer el central volvió a moler, volvió lanzar el pitazo de arrancada, volvió a vivir las caras felices de los cientos de trabajadores que, aun sufriendo un país casi colapsado, no perdieron el empleo. Cuando llegamos al central al otro día del sismo, narra Méndez, notamos los rostros de preocupación de los haitianos, creían que el ingenio no funcionaría más. "Pero luego de revisarlo, nos percatamos que podía volver a moler, los daños no eran tantos. Luego de conversar con los obreros y saber que la mayoría lo había perdido todo con el desastre, sentimos más aún la urgencia de salvarlo. Esta gente no podían perder lo único que les quedaba en la vida, el trabajo".

Y ese empeño se concretó ayer en el central de Leoganne, el cual, según explicó Méndez, es el único en Haití con posibilidades de producir hoy azúcar y melado, y generar, además, corriente eléctrica, inmenso privilegio en un país donde el uso de esta energía es lujo de ricos. Para esta zafra tienen contratadas 39 000 toneladas de caña, y esperan producir 2 200 toneladas de azúcar.

Pero el ingenio no siempre lució el ajetreo de este viernes. Cuentan que en el año 1999, cuando los cubanos llegaron por vez primera a Leoganne, hacía mucho tiempo que el central no movía su moderna maquinaria. El marabú y el bejuco hacían reinado allí donde debía regir la caña. Su última zafra, antes del total abandono, había sido en el año 1985. No fue hasta el 2001, y gracias a la sapiencia de los azucareros cubanos, que volvía a la vida.

Es que donde hay hombres como Luis Roque o Jorge Luis Pérez, con deseos de echar pa’lante, con muchos años a la sombra de cañaverales y con el ruido de la molienda en las entrañas, las cosas tienen que funcionar. Es un lujo el grupo de azucareros cubanos que dan vida al central. Con el mayor de los orgullos habla Félix Méndez de su equipo: "De los 27 azucareros, tenemos ocho con más de 40 zafras en Cuba, siete han estado en más de 30, y los demás sobrepasan las diez campañas. Cuando hay una dificultad lo sufren". De ese sufrimiento supo ayer Granma, cuando un pequeño problema en el generador hizo peligrar el comienzo de la zafra. Pero bastó poco tiempo para que el susto se convirtiera en algarabía, y entre aplausos Jorge Luis sentenciara: "a los azucareros nada los detiene", máxima demostrada durante once años aquí.

El comienzo de la zafra en Leoganne fue una fiesta, como esas que viven los ingenios cubanos. Esta vez volvieron a ser los miembros de la brigada artística Marta Machado quienes, a tiempo de conga, recorrieron la instalación y hasta ayudaron a echar bagazo en la estera que alimentó los hornos. Sin embargo, ni los cubanísimos rumbeos sacaron a Méndez de su preocupación. Sabe que esta zafra no será fácil y que deberán emplearse a fondo.

"Tenemos lo fundamental, que es la caña y la maquinaria. Pero dependemos también de la constancia de las instituciones haitianas, de la voluntad de seguir trabajando con los productores. Nos preocupa además la fuerza para el corte de la caña, que es manual. Necesitamos no menos de 800 macheteros y solo tenemos 460 hasta ahora. Eso pudiera complicar la campaña".

Pero cubanos como los que conocí aquí no se sientan a esperar las derrotas. Por eso ya andan pensando, conjuntamente con la parte haitiana, en hacer estudios de suelos además de comenzar a introducir variedades de cañas más resistentes. Son los mismos azucareros que 24 horas después del sismo, salvaron la vida de un joven atrapado entre escombros y ayudaron a montar el hospital de campaña de Leoganne. Ciertamente no empezaron la zafra en tiempo, sueño de cualquier azucarero, pero no han parado de trabajar desde que tembló la tierra que pisaban.

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