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26 de marzo de 2010

La experiencia de Haití

Más vale precaver...

LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
foto: JUVENAL BALÁN,
Enviados especiales

PUERTO PRÍNICIPE, Haití.— Siempre que recorro esta ciudad, sacudida sin compasión aquel martes trágico, regreso con una pregunta recurrente. ¿Qué habría sucedido si los haitianos hubiesen estado preparados, si al menos les hubieran enseñado qué hacer antes, durante y después de un terremoto? ¿Acaso la cifra de muertos y la devastación alcanzarían tamañas proporciones?

Y no hablo de las débiles construcciones, tema tratado con anterioridad por este periódico, sino de otra arista algunas veces obviada: la de saber cómo actuar cuando la tierra bajo nuestros pies tiembla. Pero no solo a nivel de país, de institución... , sino en el hogar, con la familia, con las cosas que nos pertenecen y nos ha costado años reunir.

Foto: Juvenal BalánPor más que la naturaleza insista en mostrar su fuerza, la sapiencia de los hombres puede aminorar desgracias.

Cierto es que vivimos al día, y que los desastres naturales no clasifican como tema de conversación frecuente en nuestras casas, con nuestros padres, con los hijos... Las preocupaciones y la agitación de la vida moderna nos llevan a pensar demasiado en el hoy, y no a prever qué puede ocurrir mañana. En estos temas de sismos con un ejemplo basta: ¿Cuando remodelamos el hogar, cuando reubicamos de sitio los muebles de siempre, pensamos alguna vez en ponerlos de manera que no obstruyan la vía de salida de la casa, ese espacio por donde puedan salir a la calle más de dos personas al mismo tiempo si la tierra comienza a temblar?

Así, cada vez que mire a su alrededor podrá percatarse de cuánto puede hacer para salir ileso de un terremoto. Por más que la naturaleza, muchas veces noble, insista en mostrar su fuerza, la sapiencia de los hombres puede siempre aminorar desgracias. No se trata de acordarnos de la lluvia cuando vemos los nubarrones, o de los sismos cuando la tierra empieza a inquietarse. Justamente el apresto comienza en el justo instante en que comprendamos que a nosotros también puede tocarnos la desgracia.

Confirman los expertos que los terremotos son fenómenos súbitos, por tanto resulta imposible definir día, lugar y hora en que pueden ocurrir. Solo el monitoreo constante de los movimientos telúricos, perceptibles o no, pudiera indicar probabilidades sísmicas. Ante esa incógnita y la certeza de su destrucción, ¿qué podemos hacer? La preparación empieza por casa. En primer orden, y amén de carencias económicas, es imprescindible tener a mano siempre una reserva de alimentos, agua, medicinas... pues mientras la ayuda llega al lugar de la devastación, ella puede ser la tabla salvadora. También se aconseja guardar para ocasiones así algunas velas, fósforos, linternas y baterías. Resulta determinante, además, portar siempre documentos de identificación. Y mantener al alcance los teléfonos de urgencias. Sería ideal que todo ello formara parte del plan de contingencia de cada familia.

Cuando la tierra comienza a moverse es posible que nada quede en su lugar, pero si se sujetan mejor a las paredes y los techos los cuadros, las repisas, los estantes, los espejos, los libreros, las lámparas, la destrucción puede ser menor, así como también puede ser menor la posibilidad de ser golpeados por la caída de estos objetos. Pero para ese instante lo mejor es haber logrado salir ya de la edificación hacia lugares abiertos donde tampoco constituyan peligros los cables y postes eléctricos.

Ahora bien, aunque el pánico tiene libre albedrío en tales situaciones, los expertos aquí en Haití dicen que la familia deberá prepararse para realizar esta salida en el menor tiempo posible, pero además con el menor daño. No han sido escasas las veces que en esas desbandadas muchos han encontrado una mayor desgracia.

¡Cuidado con volver a la edificación si la tierra aparentemente ha dejado de moverse! Aun cuando a simple vista la construcción puede no parecer resquebrajada, es posible que sus estructuras estén resentidas. La ocurrencia de sucesivas réplicas puede convertir en ruinas lo que hasta el momento quedó en pie, más vale entonces que no haya nadie dentro. Aunque, si los temblores son tan fuertes que la huida resulta imposible, también existen formas para buscar protección dentro de la estructura, pero ojo: solo ante la total imposibilidad de salir al exterior.

Rescatistas y conocedores del tema explican que en caso de estar lejos de la salida, lo mejor es agacharse en forma fetal con las manos agarradas a la cabeza debajo de muebles bien resistentes, no de endebles mesas, sillas, camas... , que no serán capaces de amortiguar los golpes de los objetos o estructuras completas que caen. Estos muebles más fuertes bien pueden ser identificados mucho antes de la ocurrencia de un sismo. Alejarse de las ventanas y puertas de cristal también es aconsejable. Otras recomendaciones hablan de situarse debajo de estructuras fuertes como las vigas, al lado de una columna, o en una esquina de la edificación. En caso de quedar atrapados urge mantener calma y, de a ratos, golpear con un objeto duro para tener comunicación con el exterior y guiar a los socorristas. Ahorrar energías que pueden necesitarse durante el rescate, cubrir la boca y la nariz con tela, y controlar el ritmo de la respiración, también pueden ayudar a sobrevivir.

Vale, además, alertar sobre el traslado y la atención de los heridos de una catástrofe. Si no se tienen los conocimientos y no peligra la vida de la víctima es mejor no tocarla e ir por ayuda. Muchas veces en ese desespero por socorrer se agazapa también la muerte. Y es que por más que queramos tender una mano, si el raciocinio no se impone en medio de la catástrofe muy poco útiles podremos ser.

Quizás si un poco de esos conocimientos hubiera anclado aquí, la cifra de muertos no fuera tan espeluznante: 230 000. Hay lecciones que desgraciadamente cuestan demasiadas vidas. Ojalá, entonces, que no hayan sido en vano, y que tantas buenas verdades no queden solo en los refranes populares, como ese de que más vale precaver que tener que lamentar.

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