12 de marzo de 2010
Dos meses
después del terremoto en HaitíSueños
que dejan de serlo
LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
Foto: JUVENAL BALÁN,
enviados especiales
PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Cuando en el año
2005 el Comandante en Jefe Fidel pidió que lo dejaran soñar
con la idea de miles de médicos latinoamericanos sanando los
dolores de este continente, hubo rostros incrédulos. Era la
primera graduación de la Escuela Latinoamericana de Medicina
(ELAM) y el líder cubano decía: "Solo que después de medio
siglo de lucha estoy absolutamente seguro de que nadie podrá
decir de los sueños de Cuba, como dijo Calderón de la Barca,
toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".
La
Brigada Henry Reeve, de los graduados de la ELAM, es uno de
esos sueños convertidos en realidad.
La historia vuelve a demostrar, una vez más
igual que otras miles de veces, que no se equivocaba Fidel.
Quien recorra hoy este país vapuleado por desgracias
naturales y años de colonialismo, no puede hacer más que
pensar en la genialidad de aquella idea que nació,
precisamente, tras el azote de dos huracanes a Centroamérica
en el año 1998. Más de 250 muchachos, con la lozanía de la
juventud y las convicciones bien ajustadas, andan sanando
por los lugares más increíbles, también por los más
citadinos y aglomerados.
Quienes aquí los recibieron y hoy comparten
con ellos las horas en consulta y en campamentos, coinciden
en apuntar que los jóvenes médicos llegaron para alegrar los
días de la Brigada Cubana, que ya estaba en Haití desde hace
casi once años. Dicen que se la pasan "inventando" para
hacer las horas más llevaderas entre las limitaciones de la
vida en campaña y la añoranza por la familia, y así dar
impulsos a quienes al final de la jornada regresan
agobiados. Pero aun así le sobra entusiasmo para
confeccionar los letreros que allá en el campamento de
Croiax des Buquets penden en la puerta de cada casa de
campaña: altruismo, esperanza, solidaridad, humanismo... una
especie de alerta para todo el que entre o salga.
Y es que estos muchachos han crecido en
Haití. Así lo considera el doctor, o el profe, Juan Domingo
Carrizo Estévez, rector de la Escuela Latinoamericana de
Medicina, que desde hace días dejó la sede de la universidad
para también vivir, y sufrir, el desastre de este pueblo.
"Una experiencia así es muy valiosa para el recién egresado,
e incluso para quienes llevamos años en la profesión, pues
deja huellas para toda la vida, refuerza valores, conceptos.
Uno se siente reconfortado cuando puede aliviar el dolor de
otros.
"Ver a los muchachos en el terreno
representa mucho para los profesores. Es una forma de
evaluar lo que hemos hecho durante estos años de formación.
No es solo que nos digan en el aula que son solidarios o que
tienen un profundo sentido de la esencia humana, sino poder
verlos aquí ayudando de verdad, oírlos expresarse, ver cómo
se comportan, cómo trabajan. Ver todas las cosas que son
capaces de hacer es importante para nosotros".
Aunque muchos graduados de la ELAM vivieron
los dolores de sus pueblos en otras oportunidades —como
durante las inundaciones en Guatemala cuando el huracán Stan
sepultó bajo lodo a más de 600 personas, o cuando la campaña
contra el dengue en Honduras—, esta experiencia en Haití ha
sido diferente. "Como Contingente de egresados de la ELAM es
el primero que crea el Comandante en Jefe. Estamos mejorando
los sistemas de organización para seguir creciendo y poder
llegar con todos adonde sea necesario".
Cuando sucedió el sismo en Chile, explica
Carrizo, llegaron a la escuela cientos de solicitudes para
ir a ayudar con la brigada médica cubana que hacia allá fue.
"Eso da la idea de que hemos formado buenos médicos. De aquí
fue uno de nuestros estudiantes chilenos. Lo mismo sucedió
cuando hicimos el llamado para venir a Haití. Hubo una
respuesta inmediata, tanto de los que hacían en Cuba sus
especialidades, como de los que estaban en sus países
trabajando, y de otros que permanecían aún sin empleo".
La Brigada Henry Reeve, de los graduados de
la ELAM, es uno de esos sueños convertidos en realidad, una
de esas aspiraciones de los jóvenes latinoamericanos que
añoraban sanar: de la boliviana Lidia Choquevillca, el
mexicano Néstor López, la nicaragüense María Esther
Betancourt, el uruguayo Federico Lubbe... muchachos que
soñaron ser médicos, pero eran pobres. Y sin embargo hoy en
Haití les llaman "dokté". |