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11 de marzo de 2010

Después del terremoto en Haití

Para sanar las heridas del alma

LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
Foto: JUVENAL BALÁN,
enviados especiales

PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Cuba asaltó ayer la plaza Champ de Mars, la misma que desde hace dos meses da cobija a miles de rostros tristes, agobiados. Y sí, fue literalmente un asalto, pero de esos que solo saben hacer quienes se empeñan en sanar las heridas del alma. Un asalto a la cubana con rumba santiaguera, payasadas, acrobacias, magias, pinceles, colores, bailes, zancos, cantos... El capitán de la invasión: Kcho. Los conquistadores: los brigadistas de la Marta Machado. ¿La diana? cientos de haitianos que esa mañana olvidaron la tragedia para sonreír con Cuba.

Foto: JUVENAL BALÁNDe las casas de campaña y los quimbos maltrechos fueron los artistas cubanos sacando a la gente.

En el reloj rayaban las diez. Todo estaba listo frente a los jardines del desmoronado Palacio Nacional: la policía haitiana formada, las cercas para delimitar el espacio de la función. Pero como el arte no tiene esquemas, y mucho menos los ánimos de Kcho, la Brigada de la alegría, alejada de cualquier miedo, entró por donde menos se le esperaba. De las casas de campaña y los quimbos maltrechos fueron los artistas cubanos sacando a la gente, que del asombro pasaron al deleite cuando la felicidad invadió la plaza.

Kensí fue payaso ayer por primera vez. Los colores en la nariz y los cachetes trastocaron la tristeza de este pequeño, le borraron el mal recuerdo de un temblor que lo dejó sin casa. Como él cientos de niños, y también adultos, gozaron con los zanqueros cuando por debajo de sus piernas bien largas hicieron pasar una fila bulliciosa; con el payaso Cebollita cuando con su pistola de agua jugaron a empaparse unos a otros; con el mago Sixto quien frente a las narices de decenas de personas hacía desaparecer los gourdes (moneda haitiana) y las barajas; con el grupo vocal Desandann que los hizo mover cinturas hasta el éxtasis con sus cantos en creole; con los pinceles de Rancaño; con los trazos de Kcho, ese hombre que dijo a Granma sentirse feliz por haber aprendido que de nada vale el talento si no lo puedes compartir con los demás.

Y fue puro arte lo que ofrecieron los cubanos a cientos de personas en la plaza Champ de Mars. Entonces no resultó raro, bajo ese precepto de compartir el talento para hacerlo real, oír los acordes del jazzista Yasek Manzano. Aquel muchacho que estudió en Julliard, la prestigiosa universidad neoyorquina de música, que se ha presentado en escenarios de todo el mundo, y que ayer desbordaba felicidad en este Haití devastado.

No importan el nombre ni los premios, dice el laureado Yasek. "Soy uno más que vino a poner el corazón, a ayudar con el talento que la vida me dio, con lo que aprendí allá en Cuba. Me enamoré de esto. He estado con la Brigada en la Ciénaga de Zapata, en Guayabal, en la Isla de la Juventud... y Kcho sabe que puede contar conmigo".

Dice Kcho que desde el mismo 12 de enero el teléfono de su casa no paraba de sonar. "Los brigadistas, los amigos, me llamaban para saber qué íbamos a hacer, pero entendimos que todavía no era el momento de venir. Era el tiempo de los médicos, de curar, de operar. Pero llegó nuestro día, y estamos aquí para sanar cuanto antes las heridas del alma, porque si no el futuro de este país estará comprometido para siempre. ¿Qué cuándo me voy? No lo sé, acabo de poner un pie en este país, y vine para ayudar".

Ayer fue una fiesta la plaza de tantos hacinados. Todo parecía irreal, un espejismo de la felicidad que deseamos para Haití. Hasta la cerca que ampara al Palacio Nacional, y que recuerda la línea entre el lujo y la miseria, lució hermosa cuando manos cubanas colgaron en ella enormes dibujos hechos por los niños cubanos golpeados también por las catástrofes naturales. Un halo de fe, de esperanza, de sonrisas, cubrió ayer a Champ de Mars.

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