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10 de marzo de 2010

Más de un mes después del terremoto en Haití

El niño traductor

LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
Foto: JUVENAL BALÁN,
enviados especiales

PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Sonsonz hace rato no juega al fútbol, desde hace muchos días no detiene pelotas en la portería que tantas veces lo vio cansarse. El 12 de enero le rompió demasiadas cosas a su vida, entre ellas las horas dedicadas a patear el balón. Ese martes trágico le quitó, además, la tranquilidad del hogar. Ahora este pequeño de solo 13 años vive en una carpa frente al legendario, y luego desbaratado, Palacio Nacional.

Sonsonz en plena faena.

Fue allí donde Sonsonz conoció a los médicos cubanos, una de esas mañanas en que cuesta abrir los ojos a tanta desgracia. Supo que estaban vacunando en la plaza que hoy es su barrio y no dudó en lucirse con su español bien claro aprendido en República Dominicana. Desde ese día mágico, según él mismo dice, no se despega de los cubanos. Cada mañana los acompaña a sanar enfermos. Y mientras los galenos ponen la mano sobre el afligido, él ayuda a traducir el dolor. Orgulloso de sentirse útil, este pequeño no se desprende de su camisa verde, esa que con el logo de la Brigada Médica lo convierte en uno más entre ellos.

Dice Sonsonz que él es el traductor de los médicos cubanos. Ayer cuando lo conocimos en el Hospital de la Paz (Delmas 33) socorría al doctor Guillermo Baute en la consulta de Radiología. De un lado estaba la paciente haitiana, del otro el médico colombiano graduado en Cuba y más acá Sonsonz traduciendo la dolencia del creole al español. Cuentan que trajo en la mañana a su mamá enferma para que los doctores cubanos la vieran, pero se quedó luego en el hospital. Hasta un cartel con el horario de atención ayudó a colgar en la puerta de la consulta. La idea de pegar ahí mismo la imagen del Comandante Fidel fue de este pequeño: "Era un almanaque que traía en mi bolsillo. Quise ponerlo para que Fidel estuviera también en el Hospital de La Paz. Quería darle las gracias por traer tantas medicinas a Haití, por ayudarnos, por curarnos¼ "

Y es que Sonsonz es un niño agradecido. Las botas que calza, el pulóver que luce, la casa de campaña que resguarda a su familia y el catre donde cada noche acuesta a su mamá para que no se resfríe, se los regalaron los médicos cubanos. Con ellos comparte, también, las tres comidas del día. Ahora dice Sonsonz que quiere hacerse médico, pero allá en nuestra Cuba. Cada noche cuando a su mamá le sube la fiebre y no sabe qué hacer desea que los años pasen para aprender y poder ayudarla entonces.

Cuenta Sonsonz que hoy está vivo de puro milagro. El día que la tierra se sacudió sin piedad estaba en casa de unos vecinos. Cuando las cosas empezaron a tambalearse violentamente, todos quisieron salir al mismo tiempo, pero la puerta se había trabado. Cuenta que las construcciones de los alrededores fueron al piso, menos donde él estaba. Y quizás por nuestras caras incrédulas, ayer nos llevó al lugar. Tuvimos que creerle. La noche del desastre durmió solo en una calle cerca del hogar destruido, no fue hasta el otro día que encontró a los suyos. Juntos levantaron luego, con cuatro palos y una sábana vieja, su "nuevo hogar" en la plaza.

Sonsonz quería ser futbolista, pelotero, y además fotógrafo. Pero las sacudidas de enero lo juntaron a Cuba y a sus médicos. Con bata blanca sueña hoy, mientras ayuda a traducir y espera a que su escuela vuelva a abrir las puertas.

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