PUERTO PRÍNCIPE, Haití— Jeane Louis Antonin
perdió al esposo aquel martes del sismo. Los temblores de la
tierra, que sacudieron también su vida, acabaron con los
días de un amor que ya pasaba los 15 años. Hoy esta mujer,
optimista hasta el dolor, vive sola en una carpa maltrecha
levantada por ella misma en el parque de Dessalinnes. Cada
tarde, luego de ganarse la vida, va al hospital a ver a su
pequeño, herido desde el 12 de enero.
Jeane Louis se quedó sola en este mundo para
criar al hijo. Todas las mañanas, antes del amanecer, sale
ilusionada de regresar, al menos, con lo indispensable. La
debilidad del niño la obliga muchas veces a llevarle todo el
alimento hallado, sin pensar en su propia salud. Mientras,
del otro lado de la ciudad, otra mujer, Gabriel Marie,
descubre el alba con la ausencia de su pierna derecha, y sin
el calor de sus seis hijos a la vera del lecho hospitalario,
pues sus retoños conquistan en las calles cada minuto de sus
vidas y poco tiempo les queda para atenderla. Marie solo
piensa en el día que pueda salir de allí a trabajar también.
Estas son solo dos historias entre las miles
que laceran el alma y duelen más porque sus protagonistas
son mujeres muy golpeadas por la vida, por el desastre... Y
es que han sido ellas las más vapuleadas por el sismo, en un
país donde la miseria y la discriminación las maltrataban
desde antes. Todavía no se olvidan aquellas duras imágenes,
que tanto recorrieron el mundo, donde muchas haitianas
disputaban hasta con los dientes el poco de agua que
saciaría la sed de los suyos, cuando la ley del más fuerte
imperaba en Puerto Príncipe. O las del bulevar de Dessalines,
donde el saqueo hizo reinado y las mujeres también
arriesgaron sus vidas entre los escombros de los centros
comerciales, para luego lamentarse cuando los hombres les
arrebataban lo robado.
Los desastres naturales también incrementan
la vulnerabilidad de las mujeres a ser víctimas de
violencias y abusos sexuales, más en una nación como Haití,
donde según un estudio del Banco Interamericano de
Desarrollo un tercio de las mujeres y las niñas
entrevistadas dijeron que habían sufrido violencia física o
sexual, más del 50% de ellas tenían menos de 18 años. En
consecuencia, luego del sismo se dispararon las denuncias de
violaciones en los campamentos de desplazados, cuando la
oscuridad y la desprotección de cientos de féminas se
volvieron cómplices de malhechores, muchos de ellos fugados
de las destruidas cárceles.
Ha sido doblemente fuerte el desastre con
las recién paridas y las mujeres embarazadas, estas últimas
en mayor peligro de sufrir desnutrición. Según los expertos,
debido a los efectos perturbadores de tamaña tragedia, las
mujeres no logran amamantar a sus hijos. También el estrés
que viven las embarazadas por estos días ha provocado la
muerte de muchos fetos.
Pero en medio de la desdicha, las mujeres no
se sentaron con los brazos cruzados para ver pasar la
tragedia, no podían hacerlo. En un país como este, donde la
mayoría de las familias son monoparentales, las mujeres
llevan sobre sus hombros el sustento de familias muy
numerosas. Cálculos de la Organización Panamericana de la
Salud (OPS) develan que el 43% de las familias haitianas es
guiado por féminas.
Por eso no es raro recorrer esta ciudad y
verlas llenando mercados con sus productos; cargando en sus
cabezas los sacos de carbón, que luego harán prender los
fogones del hogar; manejando con destreza las
retroexcavadoras que limpian de escombros a Puerto Príncipe,
como Lydia Félix, que asombra a más de uno cuando irrumpe
con su Caterpillar en las montañas de concreto; o cuidando a
los más pequeños en las plazas donde miles se hacinan.
La desgracia en Haití también tiene rostro
de mujer. Y cuando este lunes el mundo entero celebre el
centenario de la instauración del 8 de marzo como día
Internacional de la mujer, quizás Jeane Louis Antonin no
recuerde, o no sepa, que ese también es su día. Será para
ella otra jornada de mucho sudar, de mucho trabajar, de
mucho sufrir...