4 de marzo de 2010
Un mes
después del terremoto en Haití
El Sur haitiano
también existe
LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
Foto: JUVENAL BALÁN
Enviados especiales
PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Este país no es
solo lo que dibujan los medios de prensa por estos días. No
es solo lo que se oculta debajo de los escombros, no es un
montón de campamentos hacinados de personas, no es solo una
capital destruida y colapsada...No es, ni mucho menos, un
país sepultado, borrado del mapa, como algunas agencias aún
se empeñan en describir.
Incluso para quienes llegamos por primera
vez a esta tierra luego del terremoto, nos resultaba difícil
desprendernos de la idea de un Haití sacudido sin piedad.
Por eso cuando alguien nos propuso salir de la capital para
ver otro Haití, también con vida, no dudamos en tomar
carretera. Hacia el Sur partimos. Y ese día, al regreso,
muchos sentimos nuestros pulmones reventar de aire nuevo.
Las imágenes del Sur sorprendieron, luego de
52 días caminando esta capital convertida en infierno de
este mundo desde el 12 de enero. Allí estaba la instantánea
feliz y sosegada de los niños con uniformes escolares de
cualquier color: naranja, rosado, amarillo, verde, azul...
que tomados de las manos y con las mochilas repletas subían
lomas empinadas para llegar a la escuela. Eran una fiesta
las riberas de los ríos, las orillas de las playas, las
márgenes de cualquier espejo de agua donde todos juntos
bañaban sin pena sus cuerpos, daban puño a la ropa y
perseguían sin descanso los ya cansados peces. Luego, la
ropa limpia estirada sobre el piso, y los pescados
descamados al sol daban por concluida la jornada.
Al lado de los humildes hogares no faltaba
la tumba "lujosa" para sus muertos. Creo no haber visto un
cementerio en los cientos de kilómetros andados por el Sur
del país, sin embargo, sí muchas flores que acompañaban los
camposantos de cada familia. Por otro lado, en las afueras
de algunos de estos hogares, pintorescos puestecitos para
probar suerte en la lotería embobecían a muchos con la idea
de un número mágico que podía alegrarles la vida.
Hospital
Comunitario de Referencia de Aken.
En medio de todo esto, una "inquietante" y
frondosa vegetación tiraba por tierra la imagen de un Haití
sin árboles. Afirman los conocedores del tema que este país
está forestado solo en un 2%, entonces es posible que una
buena parte se concentre en esta región de la isla, donde
sus playas azules y llenas de cocoteros nada tienen que
envidiar a las que se venden en revistas turísticas de todo
el mundo. No sé si por ignorancia, o por esa triste manía de
condenar a nuestros pueblos a la omisión, no imaginé un
Haití lindo.
Entre tales bellezas naturales, pero también
entre las desgracias de muchísimos años de olvidos y
durísimos maltratos, andan nuestros médicos sanando desde
hace más de diez años. Por allí decidieron comenzar a
fortalecer el sistema de Salud Pública haitiano, quizás para
seguir demostrando que el Sur también existe.
UN, DOS...
Y SEGUIMOS CONTANDO
Dicen que el 13 de enero llegaban en
camiones y en rastras los enfermos al Hospital Comunitario
de Referencia de Aken. Muchos allí vieron a los médicos
cubanos, la mayoría mujeres, subirse en ellos con una
destreza increíble para canalizar venas, dar primeros
auxilios, poner medicamentos, inmovilizar miembros... Eran
tantos los heridos que hubiera sido una pérdida de tiempo
bajar a cada uno para atenderlos. Hoy un número habla de las
vidas salvadas o aliviadas: 7 014 pacientes que llegaron
huyendo desde Puerto Príncipe, casi a 200 kilómetros.
También cuentan que desde ese día son muchos
los que continúan durmiendo en los alrededores del Hospital
de los cubanos, como muchos allí lo nombran. Cada noche
tiran alguna sabanita en el piso, y en la mañana bien
temprano regresan a sus casas. Son los haitianos que viven
en las casas más endebles y temen que un nuevo temblor los
sorprenda durmiendo. Se salvaron de la primera gran
sacudida, y se cuidan ahora de otra a la vera de los
médicos, pues como ellos mismos dicen "con los cubanos se
salvan".
La doctora Mercedes Maturell Comas es la
directora del Hospital de Aken, y el 12 de enero le tocaba
la guardia. Quizás esta mujer nunca estuvo más acompañada
que aquel día cuando todos nuestros galenos decidieron
juntarse para ayudar en esa fatídica noche. Muchos habían
llegado para curarse, otros buscaban refugio. Pero hace unas
horas cuando allí estuvimos, parecía como si la tierra
hubiera seguido temblando. Decenas de haitianos hacían colas
frente a las consultas. "Menos los sábados y los domingos,
que son los días para ir a la iglesia, vienen muchos a
curarse".
Y es que no podía ser de otra manera.
Servicios completamente gratuitos de endoscopia,
ultrasonido, radiología, cirugía, pediatría,
ginecobstetricia, medicina interna, laboratorio,
oftalmología... allí donde el olvido ha campeado toda la
vida, no podían recibir rostros volteados por respuesta.
Afecciones comunes como la hipertensión arterial, el asma
bronquial, las infecciones diarreicas, la malaria, la fiebre
tifoidea, el SIDA y la tuberculosis encuentran alivio en el
único Hospital de Aken, localidad de más de 95 000
habitantes.
Dicen los que más canas pintan allí que
antes un examen de laboratorio costaba 300 gourdes
(alrededor de ocho dólares), una cirugía de mama 3 000
gourdes (alrededor de 80 dólares), cifras inalcanzables para
quienes malviven. Ahora más de 70 pacientes cada día
devuelven solo agradecimiento cuando los médicos cubanos les
sanan.
A 20 kilómetros de allí, otra institución
similar crece. Hasta Port Salut llegan 18 colaboradores para
refundar el antiguo hospital de la ciudad, con apoyo de la
Organización Panamericana de la Salud. Antes, solo un médico
cubano prestaba atención en un hospital al que le faltaban
especialistas, medicamentos, equipos médicos, y le sobraban
demasiados enfermos.
Se trata de comenzar a fortalecer el sistema
de Salud de Haití. Electromédicos y constructores arman
nuevas salas para operar, realizar partos, ofrecer servicios
de laboratorio, cuidados al neonato, rayos X,
ultrasonidos... Cuando concluya la segunda etapa
constructiva, más de 150 000 personas de siete comunas
podrán encontrar aquí solución a sus dolores.
Y aunque la palabra Sur recuerda
persistentes olvidos, nuestros médicos, testarudos al fin,
se empeñan en empezar por ahí la revolución de salud que
necesita este sufrido país. |