PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Ni aún en medio de la estresada
situación, el cubano abandona su chispa y cuando pregunto
cómo es posible que los más de 200 cubanos que a las 4 y 53
de la tarde de este 12 de enero convivían en la ciudad de
Puerto Príncipe hayan sobrevivido al letal sismo, algunos me
dicen que fue intervención divina; otros, con una sonrisa a
medias lo achacan al aché; hay quien habla de buena suerte y
de que "lo que está pa' uno no hay quien te lo quite"; la
mayoría aún ni lo cree...
La
doctora Madelaine no se desprende de su gorra y su Bandera.
Las historias atrapan. Cada una es más enigmática que la
anterior, cuando creo descubrir el testimonio más
espectacular, viene alguien y espeta: "Pero eso no es
nada... " y comienzan otra vez mis oídos a sorprenderse.
Entonces intento buscar respuestas a la bendición de no
lamentar la pérdida de ninguno de mis coterráneos. Debe
haber muchas, pero la mía, sin dudas, es esta: no puede
pagarse con mal lo que se hace con el corazón, no puede ser
la muerte el pago a las tantas vidas e ilusiones que nuestra
gente ha devuelto en Haití.
Imaginen ahora mismo que se están duchando y la bañadera
empieza a moverse. Semejante sensación sintió el profe Raúl,
ese que ahora nos ayuda a entender a los haitianos, nos
repite una y otra vez los nombres de las calles, nos busca
dónde dormir, nos consigue qué merendar y hasta nos sugiere
temas para escribir, como queriendo demostrar que el sismo
pudo ser muy fuerte, pero no acabó con sus energías.
Cree Raúl que está vivo de milagro. "Sentí que todo el
piso se movía, trataba de llegar hasta la puerta del baño
pero las sacudidas no me dejaban avanzar. Cuando finalmente
llegué, no conseguí abrirla, se había quedado atascada.
Fueron unos segundos espantosos. Pensé que nunca saldría, me
convencí de que el baño se derrumbaría conmigo adentro.
Cuando pararon los temblores logré destrabar la puerta, me
puse el pantalón y salí a la calle con otras compañeras a
buscar protección. Dicen en la prensa que el terremoto duró
un minuto, para mi fueron 24 horas".
Hoy Ariel Causa, encargado de asuntos consulares en
nuestra embajada aquí, se burla de la forma en que lo
sorprendió la calamidad: ¡le estaban pasando la máquina de
pelar por la cabeza! Cuenta que entre réplica y réplica lo
terminaron de pelar y cuando concluyó se le ocurrió inquirir
cómo había quedado, alguien le dio una sabia apreciación:
"Parece que te pelaron en medio de un terremoto".
Como
Idalmis, todos los cubanos
que el día 12 de enero estaban
en Puerto Príncipe "están vivitos
y coleando"; les queda mucha
historia por contar y hacer.
No hubo hora más desdichada para buscar el pan, así lo
cree la enfermera camagüeyana Riselda Zayas. Narra que ese
día había terminado de trabajar y salió a comprar el pan del
desayuno de la mañana siguiente en la tienda más cercana,
hoy en ruinas completamente. Con los ojos a punto de
estallar en lágrimas, dice que no había dado tres pasos a la
salida del mercado cuando este se desplomó como un castillo
de naipes. Lo que siguió fue el abrazo con otra cubana en
plena calle hasta que terminó la sacudida ¡Habían salido
ilesas!
Pero la historia más conmovedora fue la de la
intensivista Idalmis Borrero, una de las primeras que prestó
auxilio en la residencia de la misión médica a los haitianos
heridos que inundaban el lugar. Esta mujer, al parecer
delicada pero definitivamente de armas tomar, atendía esa
tarde a otro médico cubano recién operado de un pie, cuando
la vitrina de medicamentos se desplomó en el mismo sitio
donde hacía unos segundos estaba parada. Hoy saben que ese
local fue el que más daños estructurales sufrió allí.
"El paciente que yo estaba cuidando no podía apoyar el
pie. Cuando comenzó a temblar intentamos salir de la
edificación, tuvimos que recorrer varios pasillos, y era tan
fuerte el estremecimiento que nos tiraba de un lado a otro.
Nos ayudamos entre los dos, yo lo sostenía a él, luego él a
mí. Así logramos salir, lo puse entonces en el centro del
patio para que ninguna edificación le cayera encima.
—¿Te golpeaste? ¿Se lastimó la herida el doctor?
"Nada nos pasó, su herida no sufrió ningún daño."
Pero ahí no paraba todo. Esta cubana, luego de semejante
susto y tremenda heroicidad, comenzó a recibir a las decenas
de haitianos que llegaban despavoridos con sus familiares en
los brazos. Ella y otro médico eran el único personal de la
Salud que estaba allí en el momento del desastre. Fueron
muchos los que esa noche de terror pasaron por sus manos.
¿Podía ocurrirle algo a esta mujer en el terremoto?
Definitivamente, no. Había muchas vidas por salvar.