19 de febrero de 2010
Un mes después
del terremotoAgua, pero no bendita
La llegada de las lluvias complica todavía
más la ya caótica situación de Puerto Príncipe. La ayuda al
parecer está pensada, pero los haitianos aún no se enteran
LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ y JUVENAL BALÁN
(fotos), enviados especiales
PUERTO PRÍNCIPE, Haití.—Sous Shilove todavía
no sabe que el presidente francés estuvo en su ciudad. Mucho
menos que prometió entregar 326 millones de dólares, además
de 1 000 carpas y 16 000 cubiertas de lonas para cuando
empiece la temporada lluviosa. Este joven, hijo mayor y por
tanto responsable de una numerosa familia, solo sabe que las
lluvias ya están cayendo y empeorarán la caótica situación
de Champ de Mars, la plaza donde desde hace más de un mes
vive miserablemente junto a miles de personas.
Médicos
cubanos atienden en las plazas a los enfermos. Abundan las
infecciones respiratorias.
Desde el 13 de enero, Sous Shilove y su
familia duermen bajo unas pocas tablas y unas lonas viejas,
en un espacio que no supera los dos metros cuadrados. Sus
cuerpos "descansan" pegados al suelo cada noche, pero en la
madrugada de ayer ni siquiera eso pudieron lograr. Un
aguacero intermitente desde la dos de la madrugada, que se
prolongó por casi tres horas, los mantuvo en vilo y
asustados. En la mañana, sus pocas pertenencias se secaban
al sol.
Cuenta el joven que se le ha hecho muy
difícil encontrar materiales entre los escombros para hacer
un techo fuerte, pues muchas de las edificaciones
derrumbadas por el sismo están bajo el control del Estado.
Sin embargo, dice que su casa fue saqueada luego de la
tragedia y no pudieron salvar nada. Dijo Sous a Granma
que desconoce cuáles son los planes del Gobierno para ayudar
con la llegada de las lluvias, pues no tiene acceso ni a la
radio, ni a la televisión. "La gente habla mucho, pero no
podemos confirmarlo".
A Maurais Philippe lo hallamos en plena
faena. Martillaba sobre un pedazo de zinc que pronto será el
techo de su "casa". Alrededor de este hombre, viejos
colchones, almohadas y varias mudas de ropa cuelgan mojados
de los árboles. "Anoche la pasamos muy mal, no pudimos
dormir, nos quedamos parados vigilando para que el agua no
entrara". ¿Han recibido alguna ayuda? le preguntamos. "Solo
una vez nos trajeron un poco de arroz, pero eso para
nosotros no es tan necesario ahora, vivimos aquí con niños y
no tenemos cómo protegerlos de la lluvia. Ese techo lo
encontré en la basura".
Por lo menos la familia de Philippe lo tiene
a él para enfrentar estos días que se anuncian infernales.
Pero esa no parece ser la suerte de Siné Venette, madre de
dos pequeños, que esperaba quién sabe qué frente a las
cuatro sábanas mojadas que hoy son su hogar. No tengo otro
sitio adónde ir, sentencia esta mujer agobiada por la misma
desdicha que nubla los días a más de 700 000 haitianos que
quedaron sin hogar luego del sismo.
Las
condiciones de vida, ya caóticas, empeorarán con la llegada
de las lluvias.
Y aunque los trabajos parecían agilizarse
ayer en las plazas que rodean el Palacio Nacional con la
instalación de baños y la limpieza de alcantarillas, la
incertidumbre sigue invadiendo los rostros haitianos.
En Haití la tragedia no termina. A las
devastadoras sacudidas que en un minuto ocasionaron la
muerte a más de 200 000 personas e hirieron a 300 000, se
suman ahora las torrenciales lluvias que en tiempos normales
siempre traen desgracias a este país fustigado por la
deforestación, por la mala planificación física, por el
exceso de basura alojada en cualquier lugar, sobre todo en
los desagües de Puerto Príncipe ...
en fin, por una pobreza extrema y dolorosa.
Desde hace dos días llueve en esta capital,
mientras suman miles las personas hacinadas en los espacios
abiertos, donde comienzan a proliferar enfermedades que
podrían generar epidemias. Según explicó a este diario Luisa
Verónica, doctora dominicana graduada de la Escuela
Latinoamericana de Medicina, quien labora en uno de los
equipos que prestan atención en el parque de Dessalines,
están llegando personas con infecciones respiratorias,
muchas de ellas asmáticas que se agravan con la humedad de
las casas. También abundan las infecciones diarreicas y
urinarias, dijo.
Los
niños son los más vulnerables.
La doctora Yelayne Morell, al frente del
equipo epidemiológico que comenzó a atender ayer en esa
plaza, una de las que más desplazados acoge desde el 12 de
enero, dijo que con las lluvias aumenta el índice de
vectores, sobre todo de mosquitos, y también la posibilidad
de contraer enfermedades como el dengue y la malaria. Las
condiciones de salud irán empeorando, aseguró.
Mientras la lluvia continúa amenazando con
caer y casi siempre cae, sigue en el debate cómo y dónde
construir campamentos para resguardar a miles de personas,
qué será más efectivo (o barato) si las casas de campaña o
las cubiertas metálicas, a quién pedir más ayuda, cómo
convencer de que esta no puede ser pasajera. Y por lo
pronto, Sous Shilove continúa sin saber qué será de él y su
familia, cuando el agua, para nada bendita, siga entrando
por las rendijas de su "hogar". |