PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Fidel nació en Leoganne. Lo
trajo al mundo el doctor haitiano Rodez Montumaire, quien
anunció que el pequeño había nacido sano. Sin embargo, más
que las palabras especializadas del médico, Fidel se
encargaba, con un llanto enérgico y persistente, de hacer
saber a todos que llegaba a este mundo con la mayor de las
energías.
Largas
colas se forman frente al consultorio médico.
Su mamá, Clotilde, no terminaba aún de jadear, cuando
dijo que había decidido nombrarlo Fidel. Era su forma,
explicó, de agradecer tan buena atención. Ya sabía que su
médico había estudiado en Cuba, entonces a quién más que al
Comandante Fidel podía agradecer el hecho de haber tenido a
su pequeño.
Los cubanos que dentro del salón de campaña
presenciábamos el nacimiento, compartimos con ella la
alegría del feliz alumbramiento, pero también volvimos a
sentir por nuestra Patria. No solo Clotilde y Fidel nos
transportaron hasta la añorada tierra, la destreza del
médico Rodez volvía a recordarnos la profesionalidad sin
límites de la medicina enseñada en Cuba: "Atiendo a
cualquier hora, hacemos siete u ocho partos diarios. Anoche
estaba durmiendo cuando me avisaron urgente. Una mamá estaba
esperando en la puerta del salón de campaña y en lo que
llegué ya su bebé había asomado la cabeza. Pude atajarlo a
tiempo, y ambos están sanos hoy".
Rodez, el único obstetra del hospital de campaña de
Leoganne, habla un español clarito, demasiada fluidez hace
sospechar. Ante la insistencia periodística, confiesa:
"Estoy casado con una santiaguera bella, se llama Idelis
Machado, tengo dos pequeños allá en Cuba, Carlos y Liss
Mariam.
—Entonces, ya tú eres un cubano
"No, soy haitiano, y también cubano".
EL HOSPITAL DE LEOGANNE
A unos 30 kilómetros al suroeste de la ciudad de Puerto
Príncipe está la comunidad de Leoganne. Allí el 12 de enero
del 2010 las sacudidas fueron bien fuertes. Suman cientos
las edificaciones en el piso, como aquel centro
universitario convertido hoy en tres placas superpuestas una
encima de la otra.
Hasta ese pedazo de tierra arrasada también llegaron los
médicos cubanos con un hospital de campaña. Explica su
director, el doctor Jorge Balceiro, que el centro comenzó a
prestar atención el 16 de enero, y aunque empezó a hacerlo
de forma precaria, hoy cuentan con 42 colaboradores.
Comenta, aún asombrado, que el primer día tuvieron que
realizar 17 amputaciones, fue muy triste, el caos era total.
"Ahora tenemos una brigada con especialistas en medicina
interna, terapia intensiva, pediatría, ginecobstetricia,
psiquiatría, anestesia, ortopedia, y hace unos horas se nos
unió también un equipo de rehabilitación".
Estamos viendo diariamente alrededor de 1 000 pacientes,
entre los consultados en el terreno y en el hospital. La
morbilidad comienza a moverse hacia las patologías
infectocontagiosas, sobre todo en los niños, con
enfermedades diarreicas y respiratorias. Seguimos
atendiendo, además, las secuelas del traumatismo, las
personas regresan a curarse las heridas y amputaciones, dice
Balceiro.
Entre los servicios del hospital de campaña, montado con
muy buena tecnología, están los de urgencia, el salón de
operaciones, los cuidados pre y pos operatorios, la
hospitalización, laboratorio clínico, radiología,
ultrasonido y esterilización.
Cuando llegamos, recién montada estaba la sala de
rehabilitación con una gran cantidad de modernos equipos.
Allí, David, Ángel y Luis Rafael, tres jóvenes licenciados
en terapia física y rehabilitación, comenzaban a atender a
los pacientes, sin haberse despojado aún del cansancio del
viaje.
TAMBIÉN LA PSIQUIATRÍA
Una preocupación constante de los médicos cubanos es la
salud mental de los pacientes. Son cada vez más perceptibles
los miedos y traumas sicológicos ocasionados por el
terremoto de 7,3 en la escala de Richter, que según los
investigadores fue 35 veces más potente que la bomba de
Hiroshima.
Según Balceiro, director del hospital y también
psiquiatra, la población haitiana está muy dañada. Muchos
tienen un elevado grado de ansiedad, otros están deprimidos,
o con trastornos disociativos importantes. Tienen miedo a
entrar a los lugares con techo, aún están atemorizados por
las réplicas.
"Con el paso de los días esta situación irá empeorando
porque aparecen las reacciones de duelo. En un inicio ellos
no tienen percepción de que lo han perdido todo, cuando se
den cuenta aparecerán depresiones muy severas".
Hay una gran preocupación con los niños, dice Balceiro.
Si te fijas verás que tienen juegos un poco violentos, están
muy intranquilos, irritables y lloran con frecuencia. Esa es
la forma en la que ellos manifiestan los daños sicológicos.
Para atender esas reacciones llegó un equipo de
especialistas cubanos a Haití, encabezados por el doctor
Cristóbal Martínez, jefe del Grupo Nacional de Psiquiatría
Infantil, para quien resulta vital devolverles a los niños
los juegos, la escuela y la recreación, perdidos luego del
sismo. Para ello comienzan a trabajar también los doctores
de la mayor de las Antillas.
A POCOS KILÓMETROS, EL CAMPAMENTO
Como para irnos de Leoganne con las alegrías completas,
una bandera venezolana descubre un campo repleto de grandes
casas de campaña. Entre tanta devastación, se alza hoy el
campamento Simón Bolívar, donde casi 2 000 personas
encuentran cobija, en lo que antes fue un terreno lleno de
sábanas para cuidarse del sol y del sereno de la noche. Hoy
allí, todos tienen una mejor Alba.
A pleno sol, clavando fuertes estacas en la tierra y
levantando en pocos minutos las grandes carpas, hallamos a
decenas de jóvenes venezolanos de la Unidad de Tarea
Conjunta Haití, al frente estaba el Comandante Víctor
Guerrero, todos vestían uniformes militares, pero ninguno
portaba un arma, imagen sui géneris en el Haití de hoy: "Por
instrucciones de nuestro Comandante Chávez, se creó esta
unidad, llegamos con 150 efectivos militares, y nuestra
misión es la construcción de campamentos para damnificados".
Explica Guerrero que las casas del campamento albergan
hasta 30 personas, con un promedio de cuatro familias en
cada una. Se les están entregando, además, catres y cobijas.
Igualmente tendrán agua, alimentos y servicios sanitarios.
La atención médica la garantizan los jóvenes del Batallón
51. Entre ellos está Juan Carlos Lara, de Táchira, quien
explica que ellos fueron los primeros 51 venezolanos
graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina.
Pero no solo aquí se quedan las proyecciones del
campamento de Leoganne. ¡Cuatro nuevas casas de campaña que
ahora se levantan servirán de aulas para alfabetizar! Hasta
ellas llevarán la corriente eléctrica que hará funcionar
televisores y videos. Con cartillas en creole y con miles de
ganas llegarán los maestros cubanos al campamento Simón
Bolívar.
Quizás el miércoles se levanten las cortinas de estas
casas de campaña para dar paso a todo aquel que quiera
aprender a leer y a escribir. Granma allí estará. Es
muy probable entonces que la alegría de Lionel, de Jean Luis
o de Jeannette sea mayor ahora cuando, además de un techo,
tendrán la posibilidad de estudiar.