PUERTO PRÍNCIPE, Haití – Solo faltaban ocho días para que
la doctora Olga María Delgado regresara a su Patria, luego
de 27 meses salvando vidas en Haití. Esperaba la llegada de
su relevo cuando la naturaleza sacudió sin piedad a este
pedazo de isla. Nunca pensó volver a vivir días tan intensos
como los de Gonaives.
Decenas
de personas forman largas filas frente a las casas de
campaña.
Recuerda hoy las 16 horas que pasó junto a otros médicos
encima de un techo de zinc, el 2 de septiembre del 2008,
cuando las lluvias de la tormenta Hanna inundaron la ciudad.
Hasta más de dos metros subió el nivel del agua, que
arrastró consigo a miles de haitianos. Allí estaba Olga, y
aunque pensó que de esa no se salvaba, bastó poco tiempo
para, luego del rescate recuperarse del susto y comenzar a
auxiliar a los sobrevivientes.
Pareciera que Haití y sus desastres quisieran amedrentar
a esta cubana, sin embargo ella es una de esas mujeres que
aleccionan de solo mirarlas. A dos días del terremoto la
encontré entre los heridos que, a montones, llegaban al
hospital La Renaissance. Eran las cinco de la tarde, pero
con la mayor de las energías continuaba socorriendo, hacía
más de 24 horas que no paraba. Ayer, otra vez di con ella,
ahora dirigía el hospital de campaña de Croix des Bouquets.
¿Será que no se cansa?
Cuenta Olga que pensó haber visto y vivido todo en el
desastre de Gonaives, idea que desechó el 12 de enero del
2010. "Ha sido inmenso el impacto sicológico, lo peor fue
ver personas morir por no tener todas las condiciones en las
horas inmediatas al sismo, pues el país había colapsado.
Como aquella joven que llegó con un trauma abdominal y, por
no poder llevarla de inmediato a un salón, murió. Estábamos
atendiendo casi en la calle".
Pero quizás para la doctora Olga, lo que más le
estremeció este sismo fueron las ganas de reencontrarse con
su familia, con su esposo Gabriel, sus hijas Dailén y Danay,
y con Gabriela, la nietecita de solo tres meses que aún no
conoce. Confiesa que ya necesita regresar a Cuba, y entonces
la provoco:
—Usted ayudó a que La Renaissance echara a andar y ahora
dirige este hospital de campaña, si sigue trabajando tan
bien nunca la regresarán a Cuba
"Aunque me esté haciendo falta volver, nunca voy a
trabajar mal".
MÉDICOS EN CAMPAÑA
En las afueras del parque de Croix des Bouquets, decenas
de personas hacen una larga fila. Dentro, otros tantos se
arremolinan en la puerta de la casa de campaña que comienza
a dar consultas. Muchos traen los plegables impresos en Cuba
que les aconsejan lavarse las manos, hervir el agua,
proteger los alimentos, no arrojar escombros en cualquier
lugar y acudir siempre al médico ante cualquier dolencia.
Darid Gurlene trae a un bebé en los brazos, de su saya
cuelgan tres niños más. Nelika, la pequeña, tiene fiebre,
vómitos y diarreas. Por temor a que la niña se ponga más
mala, espera desde hace horas en la fila de enfermos. Cuando
llegamos ya casi le tocaba su turno. Con un cartón protegía
a sus hijos del sol, mientras afirmaba que venía a ver a los
buenos doctores cubanos.
Como ella, muchos en Croix des Bouquets ya saben que los
galenos cubanos están montando un hospital de campaña para
dar asistencia a todo el que lo necesite. Cuando preguntamos
a los médicos el porqué de tanta afluencia de pacientes,
coincidieron en una respuesta: "Damos consultas y
medicamentos gratis".
Comenta la doctora Olga María Delgado, al frente de la
asistencia médica, que los casos vistos ya no están
directamente relacionados con el sismo, son más bien
consecuencias del desastre, como las diarreas y las
infecciones respiratorias. En el hospital de campaña ya
funciona un área para la hospitalización, para las consultas
y un quirófano. Están por montarse, además, la sala de
terapia intensiva, los laboratorios y el equipo de
ultrasonidos y rayos X.
Allí laboran nueve galenos cubanos, dos residentes
haitianos y seis alumnos de la Escuela Latinoamericana de
Medicina. Y entre las alegrías ya cuentan la vida de Yunel,
quien llegó al hospital de campaña con 28 días de nacido y
solo dos libras de peso. Luego del terremoto comenzó a
sufrir fatigas, vómitos y diarreas. En la iglesia del pueblo
contaron a Yulia, su mamá, que los médicos cubanos estaban
sanando y hacia allí fue. Hoy ya está fuera de peligro su
hijo, aunque ella sigue sin saber cómo se escribe el nombre
del pequeño, tampoco el suyo.
Una de las carpas más abarrotadas es la del residente
haitiano Atilus Vargace, quien cursa el tercer año de la
especialidad de Ginecobstetricia y vino luego del sismo a
ayudar a su gente. Allí decenas de mujeres embarazadas
esperan a que un médico toque por vez primera sus barrigas.
Atilus había visto ya 21 casos y todavía no eran las doce
del mediodía: "Muchas tiene embarazos gemelares, otras
llegan con fuertes dolores pélvicos o abscesos de mama. La
mayoría jamás ha entrado a una consulta".
—¿Qué sentiste al llegar a tu país y ver tamaña
devastación?
"Me quedé sin palabras. Pero digo siempre como Martí, que
un hombre no puede estar feliz mientras haya otro sufriendo.
Por eso estoy aquí. No sé cuando vuelva a Cuba a terminar mi
especialidad. Sé el día que llegué; no el de regresar".
Confieso que nunca pensé escuchar el nombre de Martí
entre tanta tragedia. Haití me sigue sorprendiendo, también
la fuerza de la Revolución que es capaz de formar médicos
como estos, que aún en condiciones de campaña sanan con
excelencia.