(1 de junio de 2004)

A puertas cerradas

ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ

AFPLa ONU de hace un año y tres meses era la misma organización, al menos en su concepción y programa, que la que es hoy. El Consejo de Seguridad que en marzo del 2003 no estuvo de acuerdo con una invasión a Iraq por parte de Estados Unidos, es el mismo que se reúne ahora, a puertas cerradas, para analizar una propuesta de Washington y Londres que pretende, más que todo, involucrar a la institución en un dudoso programa de entrega de poder a los iraquíes, que huele a perpetuidad para los ocupantes y en patente de corso para apropiarse de los recursos energéticos del país del Golfo.

Para encabezar el cabildeo e imponer los propósitos, la administración Bush utiliza —en su última gestión en la ONU— a un personaje de crédito en eso de organizar componendas. Se trata de John Negroponte, ya nominado por Bush como embajador en Iraq, país en el que Washington ha instalado su más nutrida y costosa ¿embajada? en el planeta.

Bush, por supuesto, tiene prisa en la aprobación de este documento. La fecha del 30 de junio está cerca y desde ya debe armarse la tramoya para que el espectáculo funcione: Traspaso de poder, sin poder para los iraquíes. Independencia, con 200 000 soldados ocupando el país. Gobierno transitorio, dependiente de una administración civil —y militar—norteamericana. Recursos petroleros explotados por empresas foráneas, casi todas estadounidenses. Policía y cuerpos de seguridad iraquíes formados por generales del Pentágono y dependientes del mando ocupante...

Como si esto fuera poco, Estados Unidos está haciendo algo que se suma a la humillación para con el país árabe: está decidiendo el presente y el futuro de Iraq desde Washington y sin participación iraquí.

Así de sencillo es lo que se cocina tras las puertas cerradas en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Por supuesto, entre los "cinco grandes", los todopoderosos con derecho al veto, ya se escuchan voces de censura —algunas de ellas epidérmicas— del proyecto norteamericano-británico.

Los mayores obstáculos encontrados por el Gobierno de Bush tienen que ver con las posiciones de China, Rusia, Francia y Alemania.

China exige que los iraquíes tengan el poder de decidir si las fuerzas de ocupación permanecerán en Iraq y hasta cuándo. Además, que se dé al Gobierno de transición iraquí la potestad de que se le tenga que consultar cualquier acción militar que planeen los ocupantes, excepto las que sean en defensa propia.

De cumplirse esta demanda, las fuerzas norteamericanas de ocupación estarían obligadas a no justificar las masacres contra la población iraquí con partes militares donde asumen que "los soldados actuaron en defensa propia" o que se trata de "daños colaterales".

Francia, al menos en estos debates en el Consejo de Seguridad, ha sido enfática en que la resolución debe establecer de manera clara y precisa que el nuevo Gobierno iraquí tenga poder y controle la seguridad del país, así como que los recursos petroleros estén a disposición de esa nación.

Planteamiento este encontrado con la posición de Estados Unidos, que se empeña en mantener el control de la seguridad y que las tropas de ocupación sigan campeando por su respeto.

Un aspecto en el que insisten algunos de los miembros permanentes del Consejo es que se tenga en cuenta, antes de nominar al Gobierno que se quiere imponer en Iraq, si el mismo cuenta con la aceptación de la mayoría de los iraquíes.

Sin embargo, ya este martes debe salir el nombre del Presidente transitorio, designación aprobada primero en Washington y consultada ayer lunes en Bagdad, pero no con la población iraquí.

Es, en mi opinión, uno de los asuntos más complejos a los que se enfrentan los coautores del documento, por cuanto para conocer si la mayoría del pueblo de la nación árabe acepta la composición del nuevo Gobierno, requeriría de un referendo o una elección directa, ambas cosas vetadas por Washington.

De todas maneras, el debate sigue, las posiciones se concilian, y una yunta de halcones —Washington y Londres— trata de arrimar la sartén hacia el objetivo esencial: perpetuar la ocupación y controlar y explotar los recursos de Iraq, y todo hacerlo ahora, antes del 30 de junio, y como parte del proyecto reeleccionista de W. Bush, todavía mareado por los golpes que le ha ocasionado el tema de las fotos de las torturas y las mentiras reiteradas como arma para justificar una guerra injustificable.

Lástima que todo se haga a puertas cerradas y con la ONU como anfitriona.

 

   

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