(11 de mayo de 2004)

Epílogo para una historia macabra

ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ

¿Por dónde comenzar? Aunque parezca inusual, lo haré por el epílogo.

Se trata de las fotos y testimonios que evidencian la tortura y los malos tratos que aplican las tropas norteamericanas y británicas contra los prisioneros iraquíes.

Después de reconocer la acción abominable, el presidente norteamericano George W. Bush, en un discurso electoral en Dubuque (Iowa), dijo:

"Les puedo asegurar, damas y caballeros, que la causa de la libertad en Iraq está en buenas manos."

Y ¿quién podría dudarlo luego de ver las fotos u oír los testimonios de lo que hacen los soldados del Presidente en tierra iraquí?

Había que ver, para luego describir, la cara del presidente Bush cuando habló para dos cadenas de televisión árabes, mostrándose acongojado por lo de las fotos donde aparecen sus soldados torturando a prisioneros iraquíes, pero sin la menor intención de pedir perdón a los ofendidos.

O el rostro del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, quien asumió "toda la responsabilidad" por lo sucedido, pero solo después de que el propio Bush le confirmara toda su confianza para seguir en el cargo, a pesar de que la prensa, muchos especialistas y hasta personas de los más diversos sectores de Estados Unidos exigen su renuncia.

Rumsfeld siempre ha dejado claro que "la guerra contra el terrorismo requería de métodos extraordinarios".

¿Serán esas torturas y formas salvajes de tratar a seres humanos, el método extraordinario que utilizan las fuerzas de ocupación estadounidenses para reprimir a la población iraquí?

Haría falta revisar una vez más las fotos, publicadas por The Washington Post, en las que se ve claramente a una soldado yanki arrastrando con una correa a un prisionero iraquí desnudo y amarrado.

Resulta claro que Estados Unidos, en su cruzada contra el terrorismo, o mejor llamada guerra de agresión y ocupación, tanto en Afganistán como en Iraq, ha puesto en práctica todo un engranaje fascistoide, como en los peores tiempos de Hitler, donde la tortura y maltratos o muerte a los prisioneros, son solo parte de una filosofía que se basa en el poder absoluto.

Este imperio y su emperador no aceptan lo que digan o acuerden organismos internacionales como la ONU, autorizan el uso de armas prohibidas como las bombas de racimo o las municiones revestidas de uranio empobrecido, hacen prisioneros a quienes consideren, sin que se sepa el porqué ni el para qué, y los meten en cárceles convertidas en almacenes humanos, sin las más mínimas condiciones de existencia, o, como los trasladados hasta la base que ilegalmente ocupa Estados Unidos en el territorio cubano de Guantánamo, sin acusación, ni juicio ni abogados ni visitas de familiares.

Las fotos de lo que ha sucedido en la cárcel iraquí de Abu Ghraib, son molestas para la Administración Bush, constituyen testimonios de humillación y crimen, pero no son ni mucho menos la única evidencia de lo que está pasando con los prisioneros —iraquíes, afganos o musulmanes en general—, estén presos en Bagdad o Kabul, en Guantánamo o en los propios Estados Unidos.

Una organización humanitaria como la Cruz Roja Internacional reconoció que "las fotos son impactantes", pero los informes que la institución posee son peores, y ha manifestado que "desde hace mucho tiempo se lo hemos dicho a los estadounidenses".

En Canadá, país aliado de Estados Unidos, se conoció que hace un año el Gobierno había recibido denuncias de malos tratos atribuidos a tropas norteamericanas en Iraq, cuando un canadiense dijo haber sido torturado en el centro de detenciones de Camp Bucca.

Inmediatamente después de recibir la denuncia en mayo del 2003, las autoridades de Ottawa informaron a las de Washington del caso y solicitaron explicación sobre las circunstancias en que el canadiense en cuestión fue golpeado por grupos de soldados estadounidenses.

Sobre este caso, los canadienses, un año después, todavía esperan una respuesta convincente por parte de Estados Unidos.

Pero hay más.

Los británicos, cuyo primer ministro Anthony Blair salió como "perrito faldero" tras la decisión de Bush de invadir y ocupar a Iraq, también se han salpicado con las fotos y otros testimonios, no precisamente con olor a flores o con vistas del Támesis o el Big Ben.

Ya son cuatro los casos de torturas denunciados por los soldados británicos que fueron testigos de estas acciones realizadas por suboficiales que buscaban información de los prisioneros iraquíes, o mediante fotos publicadas por el periódico londinense Daily Mirror.

Estos testimonios —gráficos o verbales—, sobre una historia macabra, constituyen un signo acusador para quienes realizan esa "civilizada" forma de combatir el terrorismo.

 

   

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