(4 de mayo de 2004)

Fallujah

Derrota yanqui y estrategia equivocada

ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ

APEste fin de semana los habitantes de la ciudad iraquí de Fallujah volvían a sus casas.

La mayoría de ellos estaba de luto y recogimiento. Algunas familias trataban de identificar a sus muertos en medio de un campo de fútbol lleno de cadáveres enterrados a flor de tierra. Otros acudían a los dos únicos hospitales que quedaron en pie luego de los bombardeos de la aviación norteamericana, con la esperanza de encontrar heridos a padres, hermanos o hijos, de los que no sabían su paradero.

Los prepotentes marines yankis tuvieron que abandonar el sitio a la ciudad y alejarse a otras posiciones.

Humillante derrota para una fuerza de elite que usó los más modernos medios de guerra para tomar la urbe, y no pudo. La resistencia de un pueblo decidido a expulsar el enemigo foráneo arreó la bandera del agresor e izó la iraquí.

Durante las semanas de combate y bombardeos indiscriminados, por los F-16 y C-130 estadounidenses, Fallujah perdió a más de 600 de sus hijos. De ellos, 450 niños y mujeres despedazados por la metralla de los invasores. Edificios completos fueron destruidos por iguales ataques. Hospitales bombardeados, ambulancias alcanzadas por bombas. Humo, escombros, pedazos de seres humanos entre viviendas arrasadas. Esa fue la hazaña del invasor.

Hace apenas una semana, el presidente norteamericano George W. Bush, había dicho en Washington que sus fuerzas utilizarían cualquier medio para expulsar a quienes resistían en Fallujah y poner la ciudad, de 300 000 habitantes y a solo 50 kilómetros de Bagdad, en poder de las fuerzas ocupantes.

Fue el propio Presidente quien ordenó los indiscriminados bombardeos y el uso de bombas de racimo (prohibidas por convenciones internacionales), causantes de la mayor cantidad de muertes entre la población civil.

Sin embargo, hasta los corresponsales de la prensa occidental que han podido viajar a la convulsa zona, describen a hombres y casi niños que portan armas y juran una y otra vez que no permitirán que su ciudad caiga en manos del yanki agresor.

La resistencia interna, las bajas causadas a las tropas estadounidenses, y la condena internacional por los demenciales actos de genocidio cometidos por Estados Unidos en Fallujah, han obligado a los marines a replegarse, abandonar sus posiciones, y ceder sus puestos a una llamada Primera Brigada, que integran unos 1 000 soldados y oficiales iraquíes, la mayoría antiguos miembros del Ejército y la Guardia Republicana en el pasado Gobierno.

La justificación para tomar esta medida, según los especialistas del Pentágono, es que "son soldados de la propia Fallujah y por tanto podrán controlar la situación".

No obstante, esta fuerza, aunque está dirigida por el general Jassin Mohamed Saleh, quien formara parte del ejército iraqui, responde directamente al mando estadounidense, aunque los marines se hayan replegado a otras posiciones fuera de la ciudad.

En mi opinión, hay cuatro elementos claros en esta derrota de las fuerzas estadounidenses y su nueva estrategia:

Primero, que la resistencia fue capaz de obligar a los agresores a retirarse derrotados y con grandes bajas en sus filas.

Segundo, que a pesar de los salvajes bombardeos y de la superioridad en armas y hombres, no pudieron ocupar la ciudad de Fallujah.

Tercero, que la comunidad mundial se siente conmovida por lo ocurrido en Fallujah y exige el castigo a las fuerzas ocupantes que cometieron tales crímenes.

Cuarto, que una fuerza propiamente iraquí como la creada ahora, sería, en caso de una nueva sublevación o rechazo por parte de los habitantes de la ciudad y su resistencia organizada, quien ponga las bajas y reciba las expresiones de odio de quienes exigen termine la ocupación de Iraq, como única garantía para la paz y la tranquilidad en el país árabe.

De error en error, Estados Unidos y su Presidente pudieran no haber tenido en cuenta en esta estrategia, que una gran parte de los soldados iraquíes —nuevos o del anterior Gobierno—, se están pasando a las filas de la resistencia popular o están desertando del actual Ejército, creado y adiestrado por las fuerzas ocupantes y de algunos gobiernos lacayos que participan en esta bochornosa ocupación.

 

   

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