(1 de mayo de 2004)

A un año del "fin" de la guerra

El alto costo de la subestimación del enemigo

ELSON CONCEPCIÓN PEREZ

Fue en el puerto de San Diego, California, el 1ro de mayo del 2003. El presidente George W. Bush estaba eufórico. Tenía que hacer un anuncio importante a la nación y al mundo.

El portaaviones Abraham Lincoln sería el escenario ideal para la aparición pública del mandatario. Con uniforme de la Fuerza Aérea norteamericana y un grupo de bufones a su alrededor, y detrás de él, como para que todos lo leyeran y se lo grabaran en la memoria, un cartel que decía: Fin de la guerra.

La foto de AP recogió hace un año la felicidad del Emperador cuando momentos después de esta instántanea, anunció el fin de la guerra.

Ese era el mensaje de Bush. Asegurar que las acciones militares en Iraq habían concluido. Que la tarea en lo adelante era la reconstrucción e instaurar en el país árabe la democracia (norteamericana, por supuesto)

Con el paso de los días, las semanas y los meses, lo dicho por W. se sumó a la lista de grandes mentiras que él mismo y sus halcones más cercanos habían inventado, para justificar la agresión e invasión, y más tarde, para calmar la reacción del pueblo estadounidense que ve morir a sus hijos en las lejanas y desérticas tierras de la nación árabe.

Lo sucedido en estos doce meses resulta difícil de resumir en unas cuartillas. Pero algunos datos y cifras pueden hacer más comprensible la realidad que se vive en Iraq, adversa totalmente a las mentiras que a diario continúa diciendo Bush.

En este año, desde el "fin" de la guerra, la resistencia iraquí se ha organizado y multiplicado, y se ha ido consolidando en ciudades y puntos clave del país.

Las acciones diarias contra las fuerzas de ocupación transcurren lo mismo en Bagdad que en Fallujah, en Nayaf que en Basora, en Baquba que en Mosul, en pueblos, aldeas, carreteras, puentes, contra instalaciones petroleras o convoyes militares.

¿Cómo justifica Bush, que dio por terminadas las acciones hace un año, que hoy haya dos ciudades importantes iraquíes, Fallujah y Nayaf, bajo control de la resistencia, en la primera por los sunitas y en la otra por los chiítas?

En este año Estados Unidos ha perdido a 534 de sus soldados en acciones militares, más de 2 000 han sido heridos, cientos de equipos militares, incluyendo helicópteros, tanques, equipos blindados y de transporte, han quedado totalmente destruidos.

Antes de que Bush diera por terminada la guerra solo habían perecido 203 norteamericanos.

La "gran obra" dejada en este luctuoso año es de 16 000 iraquíes muertos, de ellos 10 000 civiles, niños despedazados, cadáveres de mujeres apilados, hospitales abarrotados de heridos y mutilados, prisioneros torturados y actos de sadismo sexual realizados por los soldados ocupantes y mercenarios a su servicio.

Ya para mayo del pasado año, la mentira de las armas de destrucción masiva no era creíble para una gran parte de la opinión pública norteamericana e internacional. Hoy, de ese cuento, ni el propio Bush habla, aunque sigue utilizando como pretexto las amenazas de Al Qaeda para mantener la ocupación.

Los cantos de sirena relacionados con que una vez derrocado el régimen y apresados los principales dirigentes de ese país la resistencia cesaría, se silenciaron con la realidad. Desde que a finales del pasado año el ex presidente fue detenido, las acciones de la resistencia se han multiplicado y diversificado por casi todo el territorio iraquí.

También un año después, la llamada coalición parece derrumbarse como un castillo de naipes.

Ya los soldados españoles que en tiempos de José María Aznar acompañaron a Bush en la contienda bélica, están en sus casas. Los de República Dominicana son esperados el 5 de mayo próximo. Los de Honduras viajarán de regreso en los días venideros. Los de El Salvador viven la incertidumbre de lo que dice el presidente Flores (el Aznar centroamericano por su sumisión al emperador de la Casa Blanca), y la presión popular que exige el retiro de Iraq.

Los bien sumisos gobernantes polacos, búlgaros, checos, ucranianos y de otros países de aquella Europa sin identidad, están siendo presionados por el reclamo popular para que las tropas regresen, mientras aumentan las bajas que están sufriendo en el escenario de combate.

La ONU, ignorada y humillada por la administración Bush, ahora aparece, llevada y traída, lo mismo para que apruebe una nueva resolución que convenga a Washington, que para tratar de convencer a otros de que no dejen solos a los norteamericanos en esta vulgar aventura de conquista y reparto de riquezas petroleras de la nación árabe.

Un año, en historia, es poco tiempo para evaluar acontecimientos. Sin embargo, en estos 365 días, desde el 1ro de mayo del 2003 a igual fecha del 2004, la opinión pública norteamericana y mundial, tiene que haberse convencido de que George W. Bush mintió una vez más cuando proclamó que la guerra en Iraq había terminado... cuando en realidad, comenzaba la resistencia contra las fuerzas de ocupación lideradas por Estados Unidos. Subestimaron el patriotismo de los iraquíes y el orgullo por su nación, y lo están pagando caro.

 

   

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