(10 de abril de 2004)

Iraq: "Del dicho al hecho hay un buen trecho"

JORGE MARTÍN BLANDINO

Está demostrado con creces que la invasión a Iraq, desde que se concibió y hasta el presente, ha partido de engañar a la población de Estados Unidos y a los que habitamos el resto del planeta. Sin embargo, a la hora de actuar, las autoridades norteamericanas se han cuidado de caer en la trampa de sus propias mentiras, aunque no siempre lo hayan logrado.

A finales del pasado año se anunció oficialmente el inicio de una nueva fase de la agresión denominada Libertad Iraquí II. Ya entonces, junto a las declaraciones sobre "importantes avances" basadas en una disminución coyuntural de las acciones de la resistencia, aparecieron indicios de que tras el aparente optimismo se ocultaba el propósito de enfrentar a sangre y fuego una oposición que pronosticaban creciente.

El envío a suelo iraquí de la Primera División de Infantería de Marina, una fuerza de combate elite entrenada para misiones en nada semejantes a lo que la jerga militar norteamericana denomina "ocupación y pacificación", junto a otras unidades de características similares, hizo evidente que el Pentágono apreciaba un camino espinoso en los meses futuros, a la vez que señaló la forma en que pretendía superarlo.

En consonancia con esa percepción, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos, afirmó en noviembre del pasado año que las nuevas tropas serían "más apropiadas para afrontar las amenazas", y que la paulatina sustitución de los soldados norteamericanos por iraquíes dependería de "si es posible dentro de la situación de seguridad y no sabemos si lo será".

La "sustitución" de que hablaba el señor Rumsfeld consistía en encerrar a las tropas ocupantes en fortalezas difíciles de alcanzar por las acciones de la resistencia, y emplear la carne de cañón iraquí en las peligrosas misiones de patrullaje y custodia de objetivos. No obstante, con sus ambivalentes declaraciones dejaba una salida ante un empeoramiento de la situación en el futuro.

La marcha de los acontecimientos en las últimas semanas, ha demostrado que el Jefe del Pentágono tenía razones para cuidar sus palabras. Junto al considerable crecimiento de la resistencia popular han aparecido algunos signos de unidad, al menos en el propósito de expulsar al invasor, en un país dividido por profundas diferencias étnicas, religiosas y de otro tipo. A ello se han sumado recientemente las fugas en estampida e incluso muestras de rebeldía del ejército de cipayos organizado por Estados Unidos, algunos de cuyos integrantes han llegado a virar sus fusiles contra el invasor.

Por tanto, sin dejar de repetir sus mentiras sobre la "transferencia de poderes a los iraquíes", "los pequeños grupos terroristas" y "los avances en el orden y la libertad", en realidad aumentan el número de efectivos y echan mano nuevamente a los aviones y helicópteros de ataque, tanques y vehículos blindados de los marines, para intentar convencer a tiros y bombazos a los renuentes iraquíes de las ventajas de la democracia al estilo norteamericano.

En medio de tantas falsedades, el pueblo de la nación árabe comienza a demostrar una verdad incontrastable: la diferencia abismal existente entre ocupar un país, en el sentido formal del término, y dominarlo realmente cuando su población decide luchar, aun sin la preparación y organización necesarias, mediante métodos y formas adecuados a sus posibilidades y que más daño causen al agresor.

Desafortunadamente, esa verdad se asienta de forma creciente sobre la sangre del pueblo iraquí. Pero también cada vez más, hasta que termine por imponerse, sobre los cadáveres de cientos de soldados norteamericanos y del resto de los países sumados servilmente a la agresión, hombres y mujeres con intereses muy ajenos a los de quienes desencadenaron esta cruenta guerra.

 

   

SubirSubir