(8 de marzo de 2004)
IRAQ
Carta Magna,
o carta abierta al ocupante
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ELSON
CONCEPCIÓN PÉREZ
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Todo parecía estar
preparado para hacerse presente en la escena.
En el Palacio de
Conferencias de Bagdad se había dispuesto una mesa que perteneció
al Rey Faisal I de Iraq y sobre ella las 25 plumas con las que debía
firmar la nueva Constitución igual número de miembros del Consejo
de Gobierno impuesto por Estados Unidos.
Un poco adelantados a
los acontecimientos, tanto en la Casa Blanca como en Londres, se
aplaudió el hecho y hasta se dijo que "había llegado un
momento histórico para Iraq".
Antes, había concluido
una jornada larga y fatigosa en busca del consenso para la rúbrica.
Pero a última hora, los
representantes chiítas dentro del Gobierno implantado por
Washington, objetaron algunos puntos del documento, principalmente
una cláusula que permite a las minorías (kurdos y sunitas) vetar
la Constitución, y en lo que respecta a la composición del
Gobierno, que el proyecto propone tres miembros en la presidencia
colegiada y los chiítas exigen cinco, y ellos, por constituir más
del 60% de la población iraquí, tener tres representantes.
El propio proyecto
impuesto por Estados Unidos le resta supremacía al Islam como
religión que profesa la casi totalidad de la población, igualándola
con otras minoritarias, y establece privilegios para los kurdos que
habitan en provincias del Norte de la nación árabe.
De todas formas la
elaboración, y posible aprobación este lunes de esta Constitución
provisional, es parte del juego político de Washington en Iraq.
Lo real es que su puesta
en práctica exacerbará aún más las diferencias étnicas, caldeará
las tensiones —como está ocurriendo—, y solo servirá como
instrumento electoral del que George W. Bush piensa sacar provecho
en su campaña por otros cuatro años en la Casa Blanca.
La administración
republicana y los máximos halcones quieren dar la impresión ante
el pueblo de Estados Unidos de que se ejecutan pasos
constitucionales para restablecer el orden y la gobernabilidad en
Iraq.
En todo caso, más que
una Carta Magna para los iraquíes, de lo que se trata es de la
Constitución del ocupante, de una carta abierta con la que se
quiere dar viso legal a una ocupación prolongada y a la destrucción
cultural, religiosa y material de un país que es cuna de
civilizaciones.
Tan humillante para la
población iraquí resulta este nuevo paso que, incluso, si recibe
la firma de los 25 miembros del Gobierno provisional, aún no tendría
validez hasta que estampe en ella su rúbrica el administrador
yanki, Paul Bremer.
Pero, como se ha
manifestado en estos días, hasta dentro de los 25 directivos del
Consejo de Gobierno provisional, todos puestos por Washington, hay
reticencias sobre el texto, y algunos de ellos recuerdan que lo más
importante es la entrega del poder a los iraquíes a través de
elecciones directas, algo que, por supuesto, no quiere la Casa
Blanca.
El próximo escalón es
el del 30 de junio, fecha fijada por los propios estadounidenses
para comenzar la supuesta transferencia de poder a los iraquíes.
Para entonces pudieran
estar abiertas muchas interrogantes que forman parte de la
incertidumbre actual sobre el futuro del país árabe.
¿Habrá verdaderamente
entrega de poder?
En cuanto a las
elecciones en Iraq, esa "papa caliente" la Administración
de Bush se la ha soltado a la ONU —la ignorada y humillada ONU—,
pero nadie sabe a ciencia cierta cuándo serán los comicios, si es
que de verdad alguna vez los habrá, y de forma libre y directa,
como piden los iraquíes, quienes, mientras tanto, acrecentan cada día
la resistencia armada a la ocupación extranjera.
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