(29 de noviembre de
2003)
Atacado por decir
algunas verdades en su país
ROBERT FISK*
En Iraq son solo números;
manchas de sangre sobre la carretera. Pero la semana pasada en el
pequeño poblado de Madison, Wisconsin, eran demasiado reales en la
primera plana del periódico local, el Capital Times. El sargento
Warren Hansen, el especialista Eugene Uhl y el teniente segundo
Jeremy Wolfe, de la décima división aerotransportada regresaban a
casa por última vez.
Ellos
exponen sus vidas y después Bush no va ni a los funerales.
El padre de Hansen murió
en el ejército. Uhl, quien habría cumplido 22 años este día de
Acción de Gracias, había escrito a casa diciendo que tenía un
"mal presentimiento". Su padre fue combatiente en Viet Nam
y su abuelo peleó en la Segunda Guerra Mundial y en Corea. Dos de
estos tres hombres murieron a bordo de un helicóptero Black Hawk
que se estrelló hace poco más de una semana en Tikrit.
Pero desde luego, el
presidente George W. Bush, nuestro héroe en la "guerra contra
el terror", no asistirá a sus funerales. El hombre que declinó
servir a su país en Viet Nam y que ha enviado a 146 000 jóvenes
estadounidenses a Iraq, no va a funerales.
Los periodistas tampoco
lo hacen, por supuesto. Las televisoras estadounidenses aceptaron,
tras oponer una débil resistencia, la disposición del Pentágono
de no mostrar los ataúdes en que los jóvenes soldados regresan de
Iraq. Los muertos vuelven a casa, pero deben hacerlo prácticamente
en secreto.
Las cosas están
cambiando. En una conferencia que pronuncié en Madison, la semana
pasada, hubo un rugido de aplausos de un público de más de mil
personas cuando sugerí que la guerra en Iraq bien puede costarle a
Bush la elección del año próximo. Un joven del público se puso
de pie para decir que su hermano forma parte de las tropas de
ocupación y que ha escrito a casa diciendo que la guerra es un
desastre, que los estadounidenses no deberían estar muriendo en
Iraq.
Es mejor que no revele
su nombre, pues en Estados Unidos aún están muy activos aquellos
que quieren mantener a la gente en la ignorancia.
Tomemos como ejemplo el
caso de Drew Plummer, de Carolina del Norte, quien se enroló en el
ejército cuando cursaba el último año de preparatoria, solo tres
meses antes del 11 de septiembre del 2001. Estando de licencia del
servicio, se unió a su padre, Lou, en una vigilia para
"regresar a las tropas a casa". Lou Plummer es un antiguo
miembro de la segunda división de artillería, cuyo padre, a
diferencia del señor Bush, sí fue a pelear a Viet Nam.
Cuando un periodista de
Associated Press le preguntó a Drew Plummer su opinión sobre Iraq,
el joven respondió: "Simplemente no estoy de acuerdo con lo
que estamos haciendo ahí en estos momentos. No creo que nuestros
hombres deban estar muriendo en Iraq. Pero no soy pacifista. Yo haré
mi parte".
Pero la libre expresión
tiene precio dentro del ejército estadounidense en estos días. La
marina acusó a Drew Plummer de haber violado el Código Militar de
Justicia, y decidió que sus palabras se tipifican como
aseveraciones desleales. Durante su audiencia se le preguntó si
tiene "simpatías" con el enemigo o si estaba considerando
llevar a cabo "actos de sabotaje". Fue declarado culpable
y degradado.
La prensa estadounidense
le da la espalda a esto. Qué revelador es, por ejemplo, encontrarse
con que el número de soldados seriamente heridos que han sido
devueltos al país desde Iraq se aproxima a los 2 200, y que muchos
de ellos han perdido algún miembro o sufren heridas en el rostro.
En total, casi 7 000 han sido evacuados de Iraq por razones médicas,
muchos de ellos por problemas sicológicos.
Y mientras el Pentágono
planea tener 100 000 hombres en Iraq hasta 2006, los pesos pesados
del periodismo ya están atizando el fuego del patriotismo con
nuevas y cada vez más escalofriantes líneas propagandísticas. Una
de las más inescrupulosas acaba de ser publicada en el New York
Times, que afirmó que los torturadores de Saddam Hussein están
atacando a las tropas estadounidenses. No importa, claro está, que
algunos de los agentes de inteligencia del derrocado líder estén
ahora trabajando para el ejército de ocupación, eso es otro
asunto.
¿Qué demonios debemos
esperar ante esta tontería vil? ¿Por qué el New York Times está
dando espacio para defender los crímenes de guerra de los soldados
estadounidenses? Dudo mucho que los canales nacionales transmitan imágenes
de las "medidas brutales"; ya tuvieron la oportunidad de
hacerlo y declinaron. ¿Se supone que ahora vamos a respaldar
atrocidades cometidas contra "la escoria del mundo" (como
el señor Brooks ha llamado a los insurgentes) en nuestra campaña
moral contra el mal?
Entre tanta suciedad,
quizá debemos recordar el simple valor de Drew Plummer y recordar
también los siguientes nombres. Soldado de la primera división de
infantería, Rachel Bosveld, 19 años. Especialista Paul Sturino, 21
años, reservista. Dan Gabrielson, 40 años. Mayor Mathew Shram, 36
años. Sargento de marina Kirk Strasekie, 23 años. Ellos también
eran de Wisconsin, y también murieron en Iraq.
(*)Periodista británico
|