(18 de junio de 2003)
Certezas
de los mentirosos
El
"rescate" que no fue
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JOAQUÍN
RIVERY TUR
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Los
cuentos para niños no son mentiras ni ficción: son fantasía. Sean
de hadas o de ogros, aterroricen o alegren, parten del intento de
divulgar una realidad vista fantásticamente para que los niños
vayan acumulando conocimientos, valores, principios.
Yo no sé si en el Pentágono,
la Casa Blanca, el Capitolio, la Corte Suprema, la CIA, el FBI, el
Consejo de Seguridad Nacional y cada ministerio de allá arriba en
el mapa, en el Norte, viven en una eterna fantasía creada en
cadenas de producción sin fin. Pero las fantasías de las historias
eternas son para divertir, para dormir y hacer bien, no para engañar
y herir. Esas ya son mentiras.
Es verdaderamente increíble
la enorme cantidad de falsedades abiertas que se producen en
Washington y que sus medios de comunicación amplifican por el
mundo.
Bin Laden se ha
convertido en fantasma. Las amenazas de atentados que nunca se
producen se difunden cada poco tiempo para mantener aterrorizados a
los norteamericanos. Los atentados y emboscadas que se suceden
constantemente en Iraq están realizados por parte de enemigos de la
libertad. Las operaciones de limpieza aumentan con el temor de los
soldados que mueren a cuentagotas, aunque Bush afirma que la guerra
se acabó. Las armas de destrucción masiva no aparecen, pero
aparecerán, o de lo contrario ellos las ponen.
Y las tropas llevaron la
"democracia" a Iraq.
Bush dijo: "El
pueblo iraquí está libre". Y piensa: "La Halliburton
tiene libertad absoluta con el petróleo".
Pero... ¿recuerdan
ustedes el rescate de la famosa soldado Jessica Lynch, el nombre más
famoso de la agresión a Iraq? Según el mando norteamericano, el
Pentágono, la Casa Blanca, la radio, la televisión y los periódicos,
fue la gran hazaña de las tropas "invencibles", sacar a
Jessica de un hospital abandonado por los iraquíes en la ciudad de
Nasiriya.
Los comandos elite de la
marina, la armada y la aviación participantes en la operación de
rescate libraron un combate inmenso contra los supuestos iraquíes
que defendían el hospital. Expusieron sus vidas norteamericanas al
fuego de un enemigo que no disparaba por no estar y, al final,
rescataron la muchacha de 19 años, hospitalizada por un choque
entre el vehículo en que ella viajaba y un camión, ambos
norteamericanos.
La noticia fue que la
joven había peleado fuertemente con los soldados diabólicos y había
disparado hasta el último tiro antes de caer en manos de sus
captores.
En verdad, lo más que
hizo, fue encasquillar el arma. No mató a ningún iraquí. No fue
una Rambo femenina, no fue herida de bala ni con armas blancas, por
eso hacía falta el embuste para animar a los norteamericanos que
apoyaban a Bush.
Por si acaso, hoy, 67 días
después, Jessica Lynch está recluida en el centro médico Walter
Reed de la Armada, donde tiene una habitación ella sola bajo
estricta custodia y los tratamientos de terapia física los realiza
cuando no hay ningún otro enfermo en el gimnasio. Evidentemente los
que mandan no desean que la vean ni que hable ella, por si acaso.
Realmente, no tendría
importancia que se supiera todo. De hecho se sabe. Desde que fue
declarado presidente, el señor Bush y su equipo psicópata han
dicho tantas mentiras, se revuelcan tanto en ellas que posiblemente
ellos estiman que, cualquier cosa que inventan, los demás lo creen.
En Washington tienen la
certeza de que cuando los demás ceden por la fuerza, por amenazas,
chantajes o porque son tan mitomaniacos como ellos, es porque
asimilan bien las alucinaciones mentirosas de su propaganda.
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