(10 de junio de 2003)
La fábula de
los trapos sucios
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ELSON
CONCEPCIÓN PÉREZ
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LA PROPIA CIA ahora hace
quedar mal al emperador y su séquito.
Se ha constatado que los
informes sobre las supuestas armas de destrucción masiva en Iraq
—lo que "justificó" la invasión y agresión—, no
reflejaron la verdad o adulteraron la misma.
El corre-corre del
vicepresidente norteamericano, Richard Cheney, quien casi todos los
días visitaba a la CIA o presionaba sobre ella los meses antes de
la guerra, forma parte ahora de la fábula de los trapos sucios,
que ha puesto en la picota pública la credibilidad del Presidente
Bush y su equipo de halcones.
Ahora, cuando la mentira
sale a flote y todo el mundo comprueba bajo qué preceptos se
emprendió la guerra contra Iraq, es oportuno tener en cuenta que
Estados Unidos, con solo el 6% de la población mundial, tiene el
50% de la riqueza del planeta, y posee el gran récord de contar con
la mitad del presupuesto militar anual de todo el mundo, que es de
900 000 millones de dólares.
Según Naciones Unidas,
tan solo con el 10% del presupuesto militar de Estados Unidos, es
decir lo que equivaldría a 45 000 millones de dólares al año, se
podría asegurar lo esencial para vivir a todos los habitantes del
mundo que carecen de ello.
Cuando Washington
emprende la guerra contra Iraq — segundo país mayor productor
mundial de petróleo—, Bush aseguraba que el Gobierno de Saddam
Hussein "producía armas de exterminio masivo",
"contaba con estas armas", o en todo caso, "tenía la
tecnología para producirlas en solo 45 días".
Esa fue la "razón"
que recorrió el mundo a través del poder mediático controlado por
Estados Unidos, la cual repetida una y mil veces creó un ambiente
favorable dentro de los propios estadounidenses, ya que con esa
"verdad" se consideraba suficiente para atacar a Iraq.
Armas de destrucción
masiva: esa era la justificación, y en busca de algo que sabían no
iban a encontrar, se lanzaron los halcones en su cacería con olor a
petróleo.
Contrariamente a esta
aparente obsesión, es oportuno recordar que nunca los gobernantes
estadounidenses, ni la gran prensa por supuesto, dijo al pueblo de
ese país que en la guerra contra Viet Nam, Washington había
utilizado 17 millones de galones del producto químico conocido como
Agente Naranja.
¿Armas químicas usadas
por los que ahora buscan pajas en ojo ajeno?
Tampoco se ha dicho al
pueblo estadounidense que cuando la llamada Guerra del Golfo, en
1991, Estados Unidos lanzó sobre territorio iraquí más de 40
toneladas de uranio empobrecido, prohibido por las convenciones
internacionales, causante, de que entre 1991 y 1994 la incidencia
del cáncer en Iraq aumentara en un 700%.
¿Conoce el pueblo
norteamericano que la tasa de mortalidad infantil en Iraq en 1989,
antes de la Guerra del Golfo, era de 38 por cada 1 000 nacidos vivos
y que esa cifra, en 1999, se había elevado a 131 niños muertos por
cada 1 000 nacidos vivos, es decir un 345%?
Súmese a ello que,
debido a las sanciones económicas aprobadas por el Consejo de
Seguridad de la ONU a instancias de Washington, murieron 1,5
millones de iraquíes, de ellos 750 000 niños.
¿No es esta medida un
arma de exterminio masivo que mató a más de un millón de civiles?
¿Qué se ha dicho al
pueblo norteamericano de esto?
Contra Iraq, solo en los
últimos años antes de la invasión y ocupación, la aviación
norteamericana y británica lanzó 20 millones de libras de
explosivos.
¿Lo conoce el mundo? ¿Se
ha publicado por la gran prensa? ¿Lo saben los estadounidenses?
Ahora, cuando hasta la
propia CIA reconoce que nunca hubo pruebas suficientes como para
demostrar que Iraq poseía armas de exterminio masivo, cuando los
inspectores de la ONU que trabajaron en Iraq catalogan a los
gobiernos de Washington y Londres como falseadores de la verdad, el
mundo, y en especial el pueblo norteamericano, deben conocer estas
verdades que por mucho tiempo se les ha ocultado.
Y debe saber que esta fábula
de los trapos sucios, es solo una parte del mundo unipolar que
Bush quiere crear y gobernar.
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