(31 de mayo de 2003)
Armas de
exterminio masivo en Washington
¡ Y estaban
tan cerca !
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MIGUEL ÁNGEL
UNTORIA PEDROSO
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A la administración de
George W. Bush las cosas no le están saliendo tan bien últimamente,
como su propaganda quiere hacer ver en todo el mundo, y van quedando
en evidencia sus falacias y desenmascarados sus mentiras y
ocultamientos.
Por una irónica
casualidad, especialistas estadounidenses descubrieron ahora un
arsenal de armas de exterminio masivo nada menos que a solo 80 kilómetros
de Washington, la capital del imperio, según la información
aparecida en The Washington Post.
Los expertos militares
descubrieron un gran arsenal de armas biológicas enterrado en el área
de Fort Detrick, en el estado de Maryland.
Más de 2 000 toneladas
de productos tóxicos extremadamente peligrosos dejaron estupefactos
a los investigadores, en particular 100 frascos con ántrax y otros
gérmenes mortales, incluso una forma no viral del ántrax.
También se descubrieron
frascos con bacterias vivas que pueden provocar la brucelosis o un
tipo de neumonía muy grave.
Los especialistas han
calculado que esa enorme cantidad es suficiente para afectar a media
humanidad.
Como parte de este
"gran misterio" aún faltan por analizar medio centenar de
cilindros presurizados con gases y sustancias líquidas en su
interior, que podrían contener cualquier otro engendro diabólico.
Hasta el presente el
oficial encargado de la investigación ha informado que esos medios
de guerra biológica formaban parte de un programa de guerra
bacteriológica de EE.UU. que después de ser clausurado por el
entonces presidente Richard Nixon, en 1969, fue abandonado y
olvidado.
Pero también causa gran
preocupación entre los investigadores que todo ese peligrosísimo
arsenal carece de documentación y no existen informes al respecto
en los archivos.
Según lo publicado por
The Washington Post, el teniente coronel Donald Archibald, director
de seguridad de Fort Detrick, afirmó: "La documentación que
podría aclarar de dónde proviene todo esto, simplemente no
existe".
Quizás los
norteamericanos se sorprendan ahora, pero nuestro país ya sufrió
en carne propia en 1981, los resultados de los maquiavélicos
experimentos de los especialistas norteamericanos de ese mismo
centro.
Según se recoge en la
Denuncia del Pueblo Cubano sobre daños humanos, en esa instalación
militar, entre otros experimentos criminales, se realizaron pruebas
con mosquitos contaminados con fiebre amarilla y dengue y existía
la posibilidad de propagar esas enfermedades de forma artificial,
según se plantea en los libros Las armas del mañana, del general
norteamericano D. Rotshils, y Las armas silenciosas, del periodista
inglés Clark.
La epidemia nos causó
cientos de muertos, principalmente niños, y miles de personas
fueron contagiadas.
Desde afuera, quizás la mayoría coincida en un mismo
comentario:
¡Tanto buscaron las armas de destrucción masiva en Iraq, y las
tenían tan cerca!
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