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(24 de marzo de 2011)
Las operaciones aéreas de la CIA
JOSÉ M. MIYAR BARRUECOS
El 5 de diciembre de 1979, el Gobierno
Revolucionario hizo entrega oficial a la representación del gobierno
de los Estados Unidos en nuestro país del cadáver del piloto
norteamericano Thomas Willard Ray, que fue conservado durante 18
años, después de ser derribado el avión B-26 que pilotaba junto con
otro norteamericano, Frank Leo Baker, cuando atacaba las unidades de
las Fuerzas Armadas y las Milicias Nacionales Revolucionarias en el
central Australia, Jagüey Grande, Playa Girón, y muertos al hacer
resistencia para impedir su captura.
Fidel
y otros compañeros acuden a la zona donde fue derribado uno de los
aviones mercenarios.
La historia de este caso, ocultada y negada durante
años por el gobierno de los Estados Unidos a pesar de los numerosos
reclamos y solicitudes de los familiares de los pilotos, es parte de
la sórdida, inescrupulosa y criminal historia de la participación de
la CIA, el Pentágono, y las más altas instancias del gobierno
norteamericano en la invasión mercenaria de Playa Girón.
Es también parte de una historia de triunfo y
victoria de nuestro pueblo y de la primera gran derrota del
imperialismo en América Latina.
PAPEL DETERMINANTE
En el planeamiento de las operaciones contra la
Revolución cubana, un papel determinante fue asignado a la fuerza
aérea que la CIA preparó para las mismas. Esa fuerza, al inicio de
las operaciones, estaba constituida por 16 aviones de combate y
bombardeo (B-26), 8 aviones de transporte C-46, y 6 aviones de
transporte C-54. Posteriormente, a partir del 17 de abril, y ante
las serias pérdidas de equipos experimentados en el combate, la CIA
asignó 8 aviones B-26 adicionales que no pudieron ser utilizados,
por la relampagueante derrota sufrida por las fuerzas invasoras. El
dictador Somoza entregó 4 aviones Mustang P-51, que tampoco tuvieron
tiempo para intervenir.
Las operaciones aéreas comenzaron el sábado 15 de
abril de 1961. Base de partida: Happy Valley, Puerto Cabezas, costa
atlántica de Nicaragua. Un grupo de nueve aviones B-26 tuvo ese día
las siguientes misiones: tres escuadrillas atacarían bases aéreas
cubanas y un avión efectuaría vuelo directo a Miami, todos con
insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria para hacer creer que se
trataba de un movimiento interno con deserción de pilotos de
nuestras FAR.
Como resultado de estas operaciones fue destruido en
San Antonio un avión de transporte y un avión militar cubano, y en
Santiago de Cuba un avión de la línea de Cubana y un avión militar.
Numerosas víctimas civiles y militares y daños a instalaciones de
los aeropuertos y viviendas fue el saldo directo de las mismas.
Pasada la sorpresa inicial, y entre el humo y las llamas, las
fuerzas revolucionarias rechazaron la agresión. Fuego y odio fue la
respuesta.
El ataque, por sus características, hizo comprender
de inmediato a la Dirección de la Revolución que se trataba del
preludio de la invasión. Esto fue decisivo. El pueblo fue alertado,
la nación se puso en pie de guerra, se hizo más firme la conciencia
de lucha y la decisión de las masas de defender su Revolución. En el
entierro de nuestros muertos gloriosos de ese día, con los fusiles
en alto el pueblo escuchó de Fidel la declaración del carácter
socialista de nuestra Revolución. Bajo esas banderas marcharían al
combate por la Patria, la Revolución y el Socialismo. Una enorme ola
de solidaridad y apoyo recorrió el mundo. En las Naciones Unidas,
Stevenson, representante de Estados Unidos, desenmascarado en sus
mentiras, echaba por el suelo el poco prestigio que aún quedaba de
su gobierno.
Al amanecer del día 17 de abril se inició el
desembarco en Playa Girón de la brigada mercenaria 2506.
La aviación debía jugar el papel de apoyo decisivo a
las operaciones de desembarco y ocupación de aquella porción de
nuestro territorio. La CIA, considerando haber liquidado la pequeña
Fuerza Aérea Revolucionaria con el ataque a los aeropuertos del día
15, hizo conocer a los pilotos de las escuadrillas que tenían
asignadas diferentes misiones aquel día, que el dominio aéreo era
absoluto por su parte y no encontrarían resistencia alguna. Las
escuadrillas al acercarse a Cuba sobrevolaron una fuerza naval
norteamericana formada por el portaaviones Essex y su escolta de
destructores.
Ese día se emplearon, en diferentes misiones, 11
aviones B-26, atacando en relevos, y 6 aviones C-46 para transporte
y lanzamiento de paracaidistas.
La misión de combate de los B-26 era la de apoyar el
desembarco y destruir las fuerzas revolucionarias que se movilizasen
hacia el teatro de operaciones. Los aviones de transporte tenían la
misión de lanzar 177 paracaidistas divididos entre San Blas —en la
carretera que une Playa Girón con el central Covadonga— y Pálpite y
Soplillar —en la carretera del central Australia a Playa Larga.
Ese día, con heroico y ejemplar comportamiento, el
pequeño grupo de pilotos que formaban nuestra Fuerza Aérea
Revolucionaria infligió daños de tal magnitud a los aviones
atacantes, que el resultado de las acciones fue determinante en el
curso ulterior de los acontecimientos. Al finalizar ese día, las
fuerzas mercenarias habían perdido 6 aviones B-26 y habían muerto 8
pilotos. Entre los días 15 y 17 de abril habían perdido 10 de sus 16
aviones b-26 y habían muerto 10 pilotos.
La propia tarde del día 17 de abril, Eddie Ferrer
despegó nuevamente hacia Playa Girón con su C-46 cargado con 10 TM
de municiones para entregar en el aeropuerto de Girón. Cincuenta
millas al sur de este punto, recibió la llamada de auxilio de José
Crespo desde su B-26, seriamente dañado. Ante su segura destrucción
si se acercaba a la playa, viró en redondo hacia Happy Valley.
Minuto a minuto siguió la agonía del B-26 de Crespo hasta
estrellarse en el mar.
El mismo 17 de abril, a las ocho de la noche,
despegaron de Happy Valley 3 aviones B-26, y a las 10:00 p.m. otros
2 aviones B-26. Su objetivo era atacar la Base Aérea de San Antonio
de los Baños. El resultado fue nulo completamente.
El martes 18 de abril, a las dos de la tarde,
despegaron 6 aviones B-26 de ataque hacia Cuba. Cuatro de los
aviones eran conducidos por pilotos de origen cubano: Zúñiga,
García, Soto y Ponzoa; los otros dos eran pilotados por pilotos
norteamericanos: Seig Simpson —cuyo verdadero nombre era Billy
Goodwin y que tenía de copiloto a Gustavo Villoldo—, y un piloto
conocido por "Peter", quien llevaba de copiloto a Alberto Pérez
Sordo.
Richard Bissel, Jefe de operaciones de la CIA, había
autorizado ese día la participación de pilotos norteamericanos en
acciones de combate contra Cuba por primera vez. Esta misión del día
18 fue la más exitosa de todas las realizadas por los mercenarios.
Atacaron con napalm, bombas, ametralladoras y rockets un convoy en
marcha de las fuerzas revolucionarias en la carretera de Playa Larga
a Girón, provocando numerosas bajas y destruyendo parte de los
equipos. El hecho de no coincidir el momento del ataque con la
presencia en la zona de aviones de las fuerzas aéreas
revolucionarias, hizo posible el éxito de las mismas.
LA CRISIS DEFINITIVA DEL PLAN DE
INVASIóN
La noche del 18 de abril, se hizo notoria la crisis
total del plan global de la invasión. Era evidente para sus
organizadores que el plan de operaciones derivado del desembarco y
la ocupación de una porción del territorio de Cuba, había fracasado.
En tierra, el constante e incansable ataque a las fuerzas de la
brigada 2506 en todos los puntos ocupados y defendidos por estas por
parte de las fuerzas revolucionarias desmanteló su capacidad de
resistencia y su moral de combate, obligándolos a replegarse, los
que no eran capturados, hacia el pequeño territorio aún ocupado en
el perímetro de Playa Girón. El hundimiento de los barcos de
transporte de la brigada y la tremenda derrota de su aviación fueron
también factores determinantes de los acontecimientos decisivos del
día 19.
El gobierno de Estados Unidos, la CIA y el Pentágono
enfrentaban una triple crisis realmente irreversible.
La crisis militar, con hechos y realidades derivadas
de la ofensiva revolucionaria que aplastaba los restos dispersos de
la brigada, perdida ya incluso su capacidad defensiva. En cuanto a
las operaciones aéreas, el desastre era mayor aún. Con las pérdidas
los días 15 y 17 de 10 de sus 16 B-26 y 10 tripulaciones la
capacidad ofensiva aun utilizando como hicieron la tarde del día 18
a pilotos norteamericanos por primera vez, era impotente frente al
total dominio aéreo de nuestras FAR.
La crisis política derivada de lo anterior se hizo
evidente en la reunión la noche del día 18 en la Casa Blanca,
presidida por el Presidente Kennedy, el Consejo Nacional de
Seguridad y los organizadores y ejecutores del plan de la invasión.
La posición de estos últimos era llevar al Presidente a decisiones
conducentes a la participación directa de los aviones del
portaaviones Essex en un último intento de apoyar a la brigada
invasora ya para entonces en franca desintegración. Kennedy aprobó
el vuelo de combate de los aviones Essex sin insignias para apoyar
los aviones procedentes de Happy Valley frente a los aviones
cubanos. Desastre de la ofensiva.
La crisis moral, de las fuerzas remanentes en Playa
Girón y de manera especial la que fue enfrentada por los jefes de
las operaciones aéreas en Happy Valley ante la negativa de la
mayoría de los pilotos de origen cubano de participar en las
operaciones planeadas para el día 19.
Para el 19 de abril, la situación de las operaciones
aéreas contra Cuba entró en una crisis definitiva.
La efectividad y resultados alcanzados por la Fuerza
Aérea Revolucionaria; las pérdidas en tripulaciones y aviones de la
CIA; y el curso acelerado hacia una aplastante derrota por parte de
la brigada invasora, habían creado el desaliento, el pesimismo y el
miedo entre las tripulaciones de Happy Valley. Para Gar Teegan, jefe
de operaciones aéreas de la CIA en Happy Valley, fue sumamente
difícil convencer, después de horas de excusas y explicaciones por
parte de los pilotos de la brigada 2506, apenas un pequeño grupo que
estuviese en disposición de seguir combatiendo. Como él mismo
confesaría posteriormente, sobraban los dedos de una mano para
contar los que tenían disposición de volver a volar hacia Cuba.
En Happy Valley, se decidió el envío de 5 B-26 para
que estuviesen sobre Girón al amanecer del día 19. Cuatro de ellos
serían tripulados por norteamericanos.
Por mala coordinación entre la CIA y la Marina, los
aviones del Essex volaron sobre las playas una hora después que los
B-26 de Happy Valley, que habían despegado a las 3:00 a.m. para la
última misión contra Cuba. Era demasiado tarde. Las tripulaciones
asignadas a los 5 B-26 estaban integradas por Riley W. Shamburger y
Wade C. Gray, Thomas Willard Ray y Frank Leo Baker, Joe Shannon y un
copiloto de origen cubano, Billy Goodwin y un copiloto de origen
cubano, y Gonzalo Herrera y un copiloto.
Poco antes de despegar el último de los 5 aviones,
Gar Teegan recibió el mensaje de Bissel informando que los aviones
tendrían cobertura protectora por los jets del portaaviones Essex
durante una hora, al amanecer del día 19.
DÍA 19
El sol estaba bajo aún cuando los B-26 de Shamburger
y Shannon alcanzaron la costa sur de Cuba, algo al Este de Playa
Girón. Hicieron un giro y se dirigieron hacia una gran nube de polvo
que levantaba una columna en marcha para atacarla. En ese instante,
un jet T-33 de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias, pilotado por
Álvaro Prendes, atacó el avión de Gray y Shamburger, realizando
numerosos impactos. El avión envuelto en llamas, se precipitó al mar
en un ángulo cerrado. Shannon descendió rápidamente hasta unos 200
pies del mar y pudo observar que se acercaba el T-33 que había
derribado a Shamburger. Maniobró con su lento B-26 acercándose y
tratando de embestir al T-33 que lo esquivó, descendió a vuelo
rasante sobre el mar y se alejó hacia los buques de protección
situados varias millas afuera. Su misión había terminado y regresó a
la base de Puerto Cabezas.
Al acercarse a las playas, Billy Goodwin escuchó por
radio las llamadas de auxilio y conoció de la muerte de Shamburger y
Gray; viró en redondo y regresó a Happy Valley.
Gonzalo Herrera, con uno de los motores de su nave
averiado por el fuego antiaéreo cerca de San Blas, escuchó las
señales de auxilio de Shamburger por el radio. Voló rasante sobre la
ciénaga e iniciaba el ascenso sobre el mar cuando escuchó otra
llamada de auxilio: "May Day, May Day", y sintió poco después una
explosión. Vio entonces cómo se animaba una bola de fuego cerca del
central Australia, una milla a su derecha. Era el avión de Ray y
Baker que había sido derribado.
B-26 SOBRE EL CENTRAL AUSTRALIA
Amanecía en el central Australia.
Una columna con personal y equipo de Salud Pública
acababa de llegar al policlínico de Jagüey Grande, situado en la
carretera que une este pueblo con el central Australia. Esperaba
allí para continuar hacia la línea de combate. Durante la tarde y
noche anterior había recorrido desde La Habana los distintos
hospitales y centros asistenciales, distribuyendo sangre,
medicamentos, materiales de cura, suero anti-gangrenoso y personal.
El ataque del día 18 por la tarde, con napalm,
bombas, ametralladoras y rockets había causado gran número de
heridos graves y quemados. Los miembros de la Unidad Móvil
Quirúrgica del Ejército, situada a un costado del policlínico,
habían tenido una labor intensa. Ahora su personal se ponía de nuevo
en movimiento. A ambos lados de la estrecha carretera, en
emplazamientos en el suelo o en camiones-planchas situados dentro de
los cañaverales a la izquierda de la misma, mantenían su permanente
vigilancia las dotaciones de las seis piezas antiaéreas Cuatro Bocas
de la Batería No. 19 de la Base "Granma". Ya clareaba cuando en
vuelo rasante, viniendo del sur, pasó sobre la carretera un B-26
disparando sus ametralladoras. De inmediato, los diferentes
emplazamientos de Cuatro Bocas abrieron fuego, incluso cuando el
avión, disparando todas sus armas, hizo un giro al pasar sobre el
central, después de ametrallar el Puesto de Mando.
En su segundo ataque, el avión enemigo fue recibido
con una atronadora y mortífera cortina de fuego por las antiaéreas
que rodeaban el central. El avión, virtualmente acribillado, perdió
altura rápidamente y realizó un aterrizaje de emergencia en medio de
un campo de cañas nuevas, a un kilómetro aproximadamente al norte
del central, cerca de un bohío.
Breves instantes después, una fuerte explosión
arrancó el motor derecho del B-26 que rodando violentamente golpeó y
mató un buey de labranza cerca del bohío. Parecia imposible que con
el avión, partido en dos y completamente en llamas toda su parte
anterior, sobreviviera alguno de sus dos tripulantes. Al buscar, sin
embargo, entre las ruinas humeantes y calcinadas, no se encontró
resto alguno de los mismos. Solo en el lugar donde se encontraba la
torreta inferior, en medio de un amasijo de metal y plástico se
hallaron restos que por error hicieron creer se trataba de un
cadáver calcinado. Así fue reportado oficialmente en el primer parte
enviado al Estado Mayor General por el Puesto de Mando del Central
Australia.
Los supuestos restos se recogieron por personal del
convoy de Salud Pública y fueron enviados posteriormente a La
Habana. Después se aclaró que no se trataba de evidencia humana. Por
diferentes pruebas se tuvo la certeza de que realizado el aterrizaje
de emergencia, y antes de la explosión e incendio del avión, sus dos
pilotos tuvieron tiempo de escapar.
El comandante Fernández Mell, que dirigió la
operación de búsqueda, orientó hacer el mayor esfuerzo por
capturarlos vivos. No fue posible. Uno de los pilotos al ser
descubierto, oculto cerca de la pequeña pista del central, disparó
su revólver 38, cañón corto, siendo muerto de inmediato por una
ráfaga de FAL. El otro, al ser descubierto, trató de lanzar una
granada de mano, muriendo instantáneamente por varios impactos en el
tórax y el ojo derecho. El nombre de este último era Thomas Willard
Ray, el mismo que 18 años después sería oficialmente reclamado por
el gobierno de los Estados Unidos a solicitud de sus familiares. El
otro piloto se llamaba Frank Leo Baker.
Del total de pilotos norteamericanos que,
contratados por la CIA, realizaron acciones ofensivas contra Cuba,
cuatro murieron. Ellos eran:
RYLEY W. SHAMBURGER: Nacido en Birmingham, Alabama,
el 17 de noviembre de 1924. Piloto de combate en la II Guerra
Mundial y la Guerra de Corea. Tenía 15 mil horas de vuelo. Era
piloto de prueba de la Hayes, comandante de la Guardia Aérea
Nacional de Alabama y oficial Jefe de operaciones del campo de
aviación de Birmingham. Fue contratado por la CIA con un salario
mensual de 2 mil 200 dólares.
WADE CAROLL GRAY: Nacido en Birmingham, Alabama, el
1 de marzo de 1928. Expiloto de prueba de la Hayes. Casado y con
residencia en Pinson, Birmingham. Contratado en febrero de 1961 por
la CIA. Recibía un salario mensual de mil 500 dólares.
THOMAS WILLARD RAY: Nacido en Birmingham, el 14 de
marzo de 1930. Casado y residente en Center Point, Birmingham.
Sirvió en la fuerza aérea de 1950 a 1952, ingresando posteriormente
en la Hayes International Corporation, una importante compañía de
aviones, de la que llegó a ser inspector técnico. Fue contratado por
la CIA con un salario mensual de dos mil 200 dólares.
FRANK LEO BAKER: Nacido en Boston, de 34 años de
edad. Casado vivía en Birmingham. Entró en la fuerza aérea en 1944
como ingeniero de vuelo. Participó como piloto en la guerra de Corea
y posteriormente ingresó en la Hayes como ingeniero de vuelo. Fue
contratado por la CIA con un salario mensual de mil 700 dólares.
Otros oficiales y pilotos de la CIA que dirigieron o
participaron en las acciones aéreas contra Cuba, fueron: general
Reid Doster, Comandante de la Guardia Aérea Nacional de Alabama; Gar
Teegan, Jefe de operaciones aéreas de la CIA en Happy Valley, Puerto
Cabezas, Nicaragua; Joe Shannon, Coronel piloto de combate de la II
Guerra Mundial e Instructor de la Guardia Aérea Nacional; Billy
Goodwin, piloto de Birmingham; Albert C. Persons, piloto; y Dr.
Marrs, médico en Alabama.
El apoyo a las operaciones aéreas antes relatadas,
descansaba fundamentalmente en el portaaviones Essex, comandado por
el capitán S. S. (Pete) Searcy. Desde el mismo día 17 de abril el
comandante de vuelo Mike Griffin asignó misiones a sus escuadrillas
de jets A-4D. El propio oficial ejecutivo de vuelo, Jim Forgy,
realizó al amanecer del 17 de abril un vuelo de reconocimiento sobre
los puntos de invasión, acompañado del copiloto Tim Lanaham. Le
llamó sumamente la atención y quedó profundamente preocupado por la
magnitud de los combates en la zona de desembarco y la presencia de
aviones de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias atacando los barcos,
aviones y la brigada en las playas.
Volando a 25 mil pies detectó un T-33 de las FAR que
acababa de atacar y hacer blanco en un B-26 de la CIA. Era el T-33
de Álvaro Prendes que acababa de derribar el B-26 pilotado por
Piedra y Fernández. En misión ulterior, esa misma mañana, Forgy,
siguiendo un trazo de humo negro, observó al acercarse el ataque
exitoso de un Seafury de las FAR a un B-26 enemigo, que descendió
rápidamente con su motor izquierdo despidiendo humo. El Seafury,
pilotado por Douglas Rudd, había tocado mortalmente el B-26 de José
Crespo, que se estrelló mar adentro posteriormente. Forgy y otro jet
A-4D se acercaron al mucho más lento Seafury en zafarrancho de
combate, con el fin de evitar que rematara el B-26.
El mismo comandante de vuelo Griffin realizó
misiones de observación sobre Playa Girón el día 18.
El día 19 de abril, Deacon Fickenscher, el oficial
de enlace que tenía el almirante Burke en el portaaviones, recibió a
las 06:30 hrs. un mensaje desde Washington anunciándole que se
autorizaba, por el Presidente Kennedy, la protección por parte de
los jets del portaaviones a los B-26 que, procedentes de Happy
Valley, atacarían a las fuerzas revolucionarias. A las 07:30 hrs.
despegaron 4 Sky Hawks del Essex. La escuadrilla estaba comandada
por Mike Griffin. A los aviones les habían sido borradas con pintura
las insignias de la USAF, para enmascararlos. La misión era de
protección pasiva, pero tenían autorización de entrar en combate si
las circunstancias lo demandaban.
Durante una hora y 45 minutos la escuadrilla
recorrió inútilmente Playa Girón. Volaba a 20 mil pies de altura y a
velocidad reducida, para ahorrar combustible. Era tarde. De los 5
aviones B-26 procedentes de Happy Valley, 2 habían sido derribados
temprano esa mañana; de los otros, uno solo llegó a tierra, los
otros no llegaron ni siquiera a la costa, regresaron a su base ante
una segura destrucción. Los pilotos de los Sky Hawks pudieron
observar cómo las fuerzas mercenarias iban siendo arrojadas al mar y
escucharon sus llamadas de auxilio.
Abajo, en Playa Girón y Playa Larga, las fuerzas
revolucionarias aplastaban los restos de la fuerza invasora. En
pleno combate, nuestros hombres pudieron ver el patrullaje estéril
de los Sky Hawks del comandante Griffin. No asustaron a nadie.
Durante el resto del día, los aviones del Essex volaron sobre Girón.
Sam Sayers, jefe de una de las escuadrillas, presenció cómo los
invasores eran "echados al océano", según propia expresión. Él
asistió desde el aire a la derrota final de la brigada invasora. La
presenció desde gran altura, pues como él mismo reportara, recibió
permanentemente fuego desde tierra.
bibliografía
El Gobierno Invisible, Wise y Ross;
Bay of Pigs, Peter Wyden
Playa Girón: Derrota del Imperialismo, E.R.;
Testimonios, prensa y observaciones personales. |
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