Portada

Recuerdos de Girón

 Comunicados de Fidel al pueblo

 Galerías

(18 de marzo de 2011)

Teorema

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Cuando una mañana del año 1960 Luís Ferrer Falcón le dijo a la subdirectora de la escuela del Centro de Dependientes que estaba equivocada en cuanto a su aseveración de que los "americanos habían sido los ganadores absolutos de la Segunda Guerra Mundial", unos cuantos en el aula supusimos que ella moriría ahogada en su palidez.

Alta y elegante en los preámbulos de los sesenta, envuelta en un tenue perfume cuyo rastro podía seguirse gratamente por los pasillos, la subdirectora no era una mala persona en lo absoluto, y nos respetaba en el tratamiento profesor-alumno desde una seriedad y distanciamiento muy pocas veces abiertos a una sonrisa.

Todo cuanto decía parecía avalado por una sólida cultura y no hay que dudar que la tuviera, solo que marcada por una visión parcial del mundo.

Nadie la había impugnado nunca y la mañana en que Luís Ferrer Falcón la interrumpió para decirle que el general Eisenhower, entonces presidente de los Estados Unidos, no era el dios político y militar que ella estaba proponiendo, le descubrimos en el rostro el mismo signo de espanto que debió prevalecer en los aristócratas de Luís XVI viendo a los sans-culotte marchar hacia la Bastilla.

La mayor parte de los alumnos que cursaba aquel octavo grado debía tener unos catorce años de edad, pero no sé por qué Luis Ferrer Falcón ya había cumplido los dieciséis.

Dos años perdidos que no debieron ser por modorra ni nada similar, pues siempre estuvo entre los alumnos más serios y destacados y, a partir del encontronazo con la subdirectora, el "pensante" y más respetado del grupo durante aquellos meses convulsos en que buena parte de la muchachada no podía explicarse por qué los americanos (tan buenos y heroicos en sus películas y cómics, además de excelentes músicos y peloteros) se estaban poniendo en contra de una Revolución justiciera.

Un buen día, Luís Ferrer Falcón se perdió del aula y aunque la subdirectora no dijo nada, pareció agradecer la ausencia.

Un año más tarde, el presidente Eisenhower le pasó a Kennedy la batuta de la invasión a Playa Girón y días después de la victoria nuestra, trabajando como aprendiz de caja en el periódico HOY, me volví a encontrar con Luís Ferrer Falcón en letras de plomo, integrante de una lista de combatientes caídos, provenientes de la Escuela de Responsables de Milicia.

Medio siglo desde entonces, me digo mientras miro aquella foto del grupo de octavo grado tomada en las escaleras de la escuela que daba al patio, y él aparece, largo y flaco, medianamente sonriente, como casi todos nosotros, mientras en un extremo, hacia la altura, la respetable subdirectora trata también de poner su mejor cara, pero no puede.

Subir