Tuve que valerme de subterfugios para poder entrar en las
Milicias Nacionales Revolucionarias con solo 15 años. No obstante,
agraciado en estatura, siempre pude pasar como mayor de lo que
realmente era, así mismo, ya con 2do. año de Bachillerato en el año
60, pude ser incluido, como integrante de la Batería de Morteros del
Batallón 117, donde se buscaba por razones de necesidad del cálculo
artillero, a personas que tuvieran cierto grado cultural.
El día 17, salimos del Aeropuerto en construcción de Maleza, en
la ciudad de Santa Clara. siendo algo más de las dos de la mañana,
se personó en nuestra unidad el Comandante Raúl Menéndez Tomassevich
y nos enteramos de la ocurrencia de un ataque, pero se desconocía el
lugar.
En horas de la tarde, arribamos al Central Covadonga y nuestro
Batallón fue dividido a la mitad, una parte se fue con Tomassevich y
la otra a las órdenes del Comandante Félix Duque. Comenzó el avance
hacia San Blas, por la carretera que une a Covadonga vía San Blas
con Playa Girón. Iniciaba la caravana un jeep cargado de pertrechos
para el Batallón 339 de Cienfuegos, que nos dijeron se enfrentaba ya
al enemigo. Al caminar unos aproximados cuatro kilómetros, la
caravana fue atacada con un gran volumen de fuego. Este reducto
enemigo, conformado por paracaidistas mercenarios, situado en una
posición privilegiada y con buen armamento nos contuvo durante cerca
de tres horas, hasta que pudimos batirlos por poseer las tres piezas
de morteros con que contábamos.
Al amanecer del día 19, un avión mercenario B-26 nos bombardeó
con napalm y ametrallamiento, y comenzamos inmediatamente a recibir
morterazos del enemigo, lo que nos originó muchas bajas.
Al grito de avión, comencé a buscar donde parapetarme pues no
teníamos ningún atrincheramiento y no había accidentes del terreno
para ello, visualicé un tubo de alcantarilla y cuando me acerqué,
estaba totalmente ocupado por la gente que se habían metido unos
encima de los otros en un diámetro de medio metro, me tiré detrás de
una piedra, no más grande que mi cabeza, en mi tonta suposición que
estaba protegido, por suerte no me hirieron, pero por poco un
cohetazo de napalm me achicharra, pues percibí un fenómeno de
colores vivos que, formando una marea ígnea, se aproximaba a mí y a
unos escasos metros contuvo su avance, el pánico me mantuvo
succionado al terreno y no me permitió moverme.
En esta oportunidad, a pesar de mis quince años y mi osadía
juvenil, tuve miedo, pues quien diga que no lo ha tenido, miente,
pues siempre se tiene, aunque uno al final se sobrepone y continúa
la lucha.
Así fue aquel bautismo de fuego, donde por primera vez se
defendió al socialismo en América, y por primera vez también el
imperialismo yanki sufrió su gran derrota.