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(2 de marzo de 2011)

Un joven de 15 años, morterista
del Batallón 117

LEONEL MARTÍNEZ

Tuve que valerme de subterfugios para poder entrar en las Milicias Nacionales Revolucionarias con solo 15 años. No obstante, agraciado en estatura, siempre pude pasar como mayor de lo que realmente era, así mismo, ya con 2do. año de Bachillerato en el año 60, pude ser incluido, como integrante de la Batería de Morteros del Batallón 117, donde se buscaba por razones de necesidad del cálculo artillero, a personas que tuvieran cierto grado cultural.

El Batallón 117 fue bombardeado con napalm por los mercenarios.

El día 17, salimos del Aeropuerto en construcción de Maleza, en la ciudad de Santa Clara. siendo algo más de las dos de la mañana, se personó en nuestra unidad el Comandante Raúl Menéndez Tomassevich y nos enteramos de la ocurrencia de un ataque, pero se desconocía el lugar.

En horas de la tarde, arribamos al Central Covadonga y nuestro Batallón fue dividido a la mitad, una parte se fue con Tomassevich y la otra a las órdenes del Comandante Félix Duque. Comenzó el avance hacia San Blas, por la carretera que une a Covadonga vía San Blas con Playa Girón. Iniciaba la caravana un jeep cargado de pertrechos para el Batallón 339 de Cienfuegos, que nos dijeron se enfrentaba ya al enemigo. Al caminar unos aproximados cuatro kilómetros, la caravana fue atacada con un gran volumen de fuego. Este reducto enemigo, conformado por paracaidistas mercenarios, situado en una posición privilegiada y con buen armamento nos contuvo durante cerca de tres horas, hasta que pudimos batirlos por poseer las tres piezas de morteros con que contábamos.

Al amanecer del día 19, un avión mercenario B-26 nos bombardeó con napalm y ametrallamiento, y comenzamos inmediatamente a recibir morterazos del enemigo, lo que nos originó muchas bajas.

Al grito de avión, comencé a buscar donde parapetarme pues no teníamos ningún atrincheramiento y no había accidentes del terreno para ello, visualicé un tubo de alcantarilla y cuando me acerqué, estaba totalmente ocupado por la gente que se habían metido unos encima de los otros en un diámetro de medio metro, me tiré detrás de una piedra, no más grande que mi cabeza, en mi tonta suposición que estaba protegido, por suerte no me hirieron, pero por poco un cohetazo de napalm me achicharra, pues percibí un fenómeno de colores vivos que, formando una marea ígnea, se aproximaba a mí y a unos escasos metros contuvo su avance, el pánico me mantuvo succionado al terreno y no me permitió moverme.

En esta oportunidad, a pesar de mis quince años y mi osadía juvenil, tuve miedo, pues quien diga que no lo ha tenido, miente, pues siempre se tiene, aunque uno al final se sobrepone y continúa la lucha.

Así fue aquel bautismo de fuego, donde por primera vez se defendió al socialismo en América, y por primera vez también el imperialismo yanki sufrió su gran derrota.

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