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(3 de septiembre de 2011)

CIA-Mafia, la alianza criminal (XXXV)

GABRIEL MOLINA

Un informe secreto de Lyman Kirkpatrick, inspector general de la CIA, atribuyó a esa propia agencia la responsabilidad mayor por el fracaso de Bahía de Cochinos. Al recibirlo, el presidente John F. Kennedy, quien se había declarado responsable de la derrota, tuvo herramientas para hacer los cambios que planeaba.

Richard Helms fue designado para sustituir a Richard Bissell como subdirector de la CIA, a cargo de la siniestra subdirección de Planes (Acciones subversivas). Antes habían echado a Dulles.

El mafioso John Roselli.

Bissell y Helms se pusieron de acuerdo para situar al frente de la fuerza de tarea a otro alto oficial, William Harvey. Y a este, llamado el James Bond de la CIA, se le encargó retomar la misión de apoyarse en la mafia italoamericana-cubana para asesinar a Fidel. Era parte de la Operación Mangosta, que debía organizar el general Edward Lansdale para ahogar a la Revolución cubana, aunque tuviese que emplear a las fuerzas armadas de EE.UU.

Harvey era conocido por atribuírsele la construcción de un túnel para facilitar el espionaje antisoviético en la dividida Berlín y por su afición a la bebida, que provocó fuese separado del FBI.

Lansdale, quien se destacó en Filipinas durante los años 50, fue movido de jefe de la CIA en Saigón a Washington, para organizar el plan subversivo. Graham Green caracterizó su labor en Vietnam, personificándolo como el agente CIA Alden Pyle, que en la novela The Quiet American conspiraba al margen del colonialismo francés. El desgarbado general, presentado como expresión de la "genialidad americana", presentó una serie de medidas que, junto a las prácticas terroristas de asesinatos, bombas, asaltos y otros, eran: "reclutar y movilizar a la iglesia católica y a los movimientos clandestinos cubanos, fracturar al régimen desde dentro, sabotear la economía, subvertir a la policía secreta, destruir las cosechas con armas biológicas o químicas y cambiar al régimen antes de las elecciones parciales, previstas para noviembre de 1962". Su genial aporte fue proponer modos de despojar a Fidel de sus barbas, lo cual originó el famoso proyecto revelado por el Informe Church del Senado.

Por instrucciones de Helms y Bissell, Harvey pidió al coronel Edwards que lo pusiese en contacto con el mafioso John Roselli. La entrevista se desarrolló en Miami y Harvey le pidió que mantuviese su contacto con los cubanos de allí, pero que no contase con Giancana ni con Maheu. Según Schlesinger, Robert Kennedy, secretario de Justicia, conoció de los contactos en mayo de 1962 y dijo sarcásticamente a Lawrence Houston, alto oficial de la CIA, cuando se lo informó: "Confío en que si tratan de hacer negocios con el crimen organizado, con gangsters otra vez, lo dejará saber al Procurador General". (1)

Una segunda reunión se efectuó en Nueva York y otra más en Miami. Harvey pasó a Roselli una nueva generación de veneno, esta vez en forma de píldoras, para hacérsela llegar a Tony Varona. El cubano solicitó explosivos, detonadores, rifles, armas cortas, radios y un radar marítimo. El cargamento le fue entregado también a través de Roselli.

Polita Grau recibió en 1962, a través de Alejandro Vergara Mauri, funcionario de la Embajada de España acreditado en La Habana, dos pistolas Runger con silenciador y un frasco de aspirinas que contenía 500 pastillas de veneno. También una carta de Varona que orientaba atentar contra los principales dirigentes de la Revolución, especialmente Fidel, Raúl y el Che, y repartir el resto del veneno entre otros grupos.

Junto a su hermano Ramón, Polita se sentía muy segura pensando que disfrutaban de una especie de inmunidad, gracias al respeto con que trataban las autoridades al tío de ambos, el expresidente Grau, a pesar de las acusaciones de malversación que desde 1948 pendían sobre él. En uno de sus gestos característicos no había abandonado el país.

En la casa de Herminia Suárez, exsecretaria de Grau, Polita efectuaba las reuniones con los contactos y guardaba muchos de los materiales como las pastillas, armas, cámaras fotográficas Minox, transmisores y receptores de radio y otros equipos y efectos que recibía por medio de las embajadas para su labor. Nombró como su segunda a Alicia T. Chenique; Ramón, por su parte, se concentraba en reclutar agentes y crear redes de información que enviarían datos al centro de la CIA, por su conducto o por medios propios. Para estos fines manejaban altas sumas de dinero.

Las actividades del grupo eran diversas y su composición muy amplia. A los oficiales de la contrainteligencia cubana llegaron primeramente señales sobre la búsqueda de información y acercamientos a embajadas latinoamericanas para obtener asilos. Después sobre intentos de sabotaje. Pero no se había establecido identidad entre unos hechos y otros. La información provenía de distintas fuentes, sin aparente conexión orgánica.

De uno de los grupos penetrados, cercano a Polita, llegó un día la alarmante información: se seguía manejando un intento de atentado contra el Primer Ministro, con pistolas o veneno.

Nelson González, veterano de la Sierra Maestra, era uno de los jefes del Buró contra atentados. Estaba a su cargo analizar la escasa información disponible y manejar el caso. La información fue fluyendo prontamente con más nitidez. Polita Grau y su hermano Ramón fueron detenidos. Se decidió no esperar más y lanzar una operación de captura inmediata.

En el propio informe del Comité Church, se consigna que la CIA intervino después, al menos tres veces (1966, 1967 y 1971), a fin de que Roselli no fuera procesado por sus actividades gangsteriles, para impedir la revelación pública de sus actividades con la CIA. Las repercusiones de estas relaciones de la agencia con las mafias italoamericana y cubanoamericana, adquirieron un dramático contenido cuando las investigaciones del Comité Especial de la Cámara de Representantes sobre el asesinato del presidente Kennedy, las pusieron de relieve durante 1977 y 1978. Robert Kennedy ya había comprendido en 1968 que lo que su hermano había concebido como "desbaratar" la CIA, devino reorganizarla. Ese error lo pagarían carísimo.

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(1) Arthur Schlesinger. Robert Kennnedy and his times. Ballantine Books New York. 1978, p. 531.

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