En julio de 1961 el presidente John F. Kennedy redondeaba un plan
para enviar tropas de Estados Unidos, a fin de "prevenir la
dominación comunista" en Cuba.
El plan exigía mayor acción política, pues era muy importante
conseguir a cualquier costo el respaldo del continente para
neutralizar las reacciones adversas a la agresión directa que
llevarían a cabo las fuerzas armadas norteamericanas.
Había que tener en cuenta el fracaso del periplo anticubano de
Adlai Stevenson por la región. Pero el repudio a este no se asimiló
como una lección por el gobierno de Estados Unidos, todo lo
contrario. La decisión era intensificar la subversión contra Cuba
empleando en Latinoamérica la zanahoria, contenida en la Alianza
para el Progreso, y el garrote, los golpes de Estado.
Una muestra importante para desentrañar esa madeja fue un
despacho noticioso fechado en Quito el día primero, dando a conocer
que a la oposición al presidente José María Velasco Ibarra se había
sumado un poderoso aliado, el Movimiento Social Cristiano, del
expresidente Camilo Ponce Enriques.
La esencia de la actitud de los socialcristianos se evidenciaba
en un manifiesto que se dio a conocer, en el cual se criticaba el
apoyo de Velasco al principio de no intervención en Cuba. La
importancia que había cobrado a esa altura sumar a Ecuador a los
planes sobre Cuba la evidenció a fines de junio un periodiquito de
Miami, vocero de la contrarrevolución. La portada de esa publicación
insertaba una gran foto de José Ricardo Chiriboga, hasta unos días
antes ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, solapado vocero
de la embajada de Estados Unidos en el país.
En pose tribunicia, Chiriboga recababa el agradecimiento de los
gusanos, presentándose en el aeropuerto de Miami como una especie de
"mártir". Efectivamente, la agudización de la campaña dirigida por
la CIA desde la embajada de Estados Unidos en Ecuador contra el
Presidente, provocó la salida del gobierno de ese antiguo
representante de los intereses norteamericanos. El recibimiento en
el aeropuerto de Miami era encabezado por un personero de la
politiquería no menos comprometido con la CIA, Tony Varona.
"Yo no merecía este homenaje de ustedes —contestaba Chiriboga. Si
apenas he cumplido con mi deber". Washington lo estaba premiando con
un cargo en la sección jurídica del Banco Interamericano de
Desarrollo.
El propio rotativo, en otro artículo sobre el tema ecuatoriano,
se ufanaba de los triunfos obtenidos en los últimos días. Entre
ellos mencionaba un reciente ataque contra una exhibición
fotográfica en el municipio de Ambato, realizado por "ciudadanos
indignados". Philip Agee, a la sazón oficial de la CIA en Quito,
narraba lo que realmente había ocurrido en aquel acto: (...) Después
de los discursos, una inexplicable falla eléctrica impidió la
proyección de una película sobre Cuba; un grupo de alrededor de 20
hombres invadió el Palacio (municipal) y destruyeron la mayor parte
de las fotografías... se fueron rápidamente disparando sus
revólveres al aire (...) Jorge Gortaire, coronel del ejército
retirado y líder del Movimiento Social Cristiano en Ambato, fue el
organizador del raid. Noland (uno de los agentes locales de la CIA)
lo venía financiando desde el año anterior. El cuidadoso
planeamiento del ataque, especialmente a través de la coordinación
con la policía, fue la razón de su éxito."
Pronto el Movimiento Social Cristiano —siguiendo instrucciones de
la CIA—, pasaría de esas acciones encubiertas, junto a otros grupos
subversivos, a la oposición abierta contra el gobierno, uniéndose a
otros grupos políticos.
El objetivo era lograr el rompimiento de relaciones con Cuba o
cambiar al gobierno para dar paso a otro que consumase esos planes.
Lo que después dio en llamarse desestabilización, es decir, etapa de
ablandamiento previo a un golpe de Estado o a un periodo de
elecciones. Washington no reparaba en medio alguno para tratar de
ahogar a la Revolución cubana.
En cada caso se aplicaba la variante adecuada al lugar y al
momento. En Brasil, Argentina, Uruguay y otros países la táctica
fundamental, junto a las otras, era incitar a los militares a
apoderarse del gobierno, lo que iban logrando poco a poco.
Paralelamente, como en el Plan Pluto que culminó en Girón solo
tres meses antes, la nueva estrategia contaba con un amplio plan de
propaganda, semejante al anterior.