En Washington se sabía en julio de 1961 que Dulles
estaba ya en seria crisis. La confirmación vino en un despacho
noticioso, publicado por el periódico The New York Times, en el cual
se daba a conocer que la Agencia estaba siendo reorganizada. La
información daba por segura la destitución de Dulles y de su
segundo, Richard Bissell, quienes dirigieron personalmente la
invasión de Bahía de Cochinos. Agregaba que se produciría en los
próximos meses para que no apareciera directamente ligada con lo que
en Estados Unidos catalogaban de fiasco.
Con gran fanfarria, Dulles y Bissell fueron
efectivamente removidos. El Presidente llegaba el 28 de noviembre
desde Washington en un helicóptero al nuevo edificio de la CIA en
Langley, Virginia, para participar en su inauguración.
Dulles y los 700 empleados de ese edificio central
lo recibieron en el lobby. Kennedy le impuso la medalla de la
Seguridad Nacional y le dijo que sus éxitos eran silenciados y sus
fracasos enunciados. No obstante, al día siguiente daba posesión al
empresario John McCone, en lugar del hombre que había querido
sustituir desde abril. No lo hizo entonces, porque "mientras
conservase allí a Dulles, los republicanos se sentirían poco
inclinados a atacar a la administración en relación con el fracaso
de Cuba." (1)
En realidad Kennedy siempre había desconfiado de
Dulles y de su homónimo en los servicios secretos internos, J. Edgar
Hoover, director del FBI, quien tenía expedientes de todos los
hombres políticos de la nación que contenían secretos, incluso de la
familia del presidente. Hoover suministró a Dulles información sobre
la relación del patriarca, Joseph Kennedy, con mafiosos como John
Roselli, hasta los requiebros sexuales del ahora jefe de Estado,
cuando pasaba todos los años varios meses en Hollywood flirteando
con jóvenes y bellas artistas como Marylin Monroe. En esa época él
era legislador de la Cámara de Representantes y ella solo Norma
Jean. También del enlace de JFK con el grupo de Frank Sinatra y
otros artistas que trabajaron en su elección a la presidencia, y
aportaban además sus conexiones mafiosas.
Las casi feroces críticas a la organización de la
invasión, recogidas por el Inspector General de la CIA Kirkpatrick
en su informe remitido a Kennedy cuatro días antes, lo convencieron
de que era necesaria la defenestración de Dulles. McCone era
republicano también, por lo que neutralizaría en alguna medida a los
miembros de ese partido. A pesar de todo, la nueva ofensiva contra
el gobierno revolucionario asumía las mismas premisas de Dulles, y
repetía el gran error del jefe de la CIA: confiar en la completa
probabilidad de que se producirían alzamientos populares contra el
Gobierno de Fidel Castro.
Bisell fue mantenido unos meses más para viabilizar
el traspaso de poderes; pero lamentablemente el presidente siguió
tomando decisiones malas, como la de poner a la agencia y a la
Operación Mangosta en manos de Richard Helms, al nombrarlo en lugar
de Bissell, como segundo de McCone, aunque encargó a su hermano
Robert vigilar informalmente a la comunidad de inteligencia.
Pero no pudo evitar que ambos fueran infructuosos
supervisores de un subdirector tan experimentado y avieso como Helms,
quien era un verdadero profesional del espionaje, que comenzó en la
Oficina de Operaciones Especiales —la célebre OSS creada por Bill
Donovan—, como jefe de las operaciones en Austria, Suiza, Polonia,
Checoslovaquia y Hungría. Entonces la OSS estaba dirigida por el
general Hoyt Vandenberg, que la convirtió en la central de
inteligencia, aunque sin el nombre de CIA que después le impuso su
primer director oficial, Allen Dulles.
Kennedy cambió también a algunos otros jefes
intermedios en la tenebrosa compañía. Pero la obsesión anticubana no
lo había abandonado, se agudizó. La decisión que tomó fue que la CIA
continuase sus acciones contra Cuba, especialmente los sabotajes. El
diario Prensa Libre, de México, denunció que se estaban entrenando
grupos que participaron en Girón, como saboteadores especiales en la
base norteamericana de Fort Bragg, en Carolina del Norte. Este fue
el inicio de la Operación 40. Allí además de enseñarles toda una
licenciatura en prácticas terroristas, modos de asesinar, sabotear
maquinarias, hacer explotar barcos, aviones, autos y camiones,
falsificación de documentos y toda una inimaginable gama de
"trabajos sucios", los proveyeron de galones del ejército de Estados
Unidos.
Los 40 de la Operación se convirtieron después en
70. De ahí salieron asesinos como Luis Posada Carriles y Orlando
Bosch; jefes de bandas mafiosas como el Padrino José Miguel Battle,
José Medardo Albero Cruz y Juan Restoy, quien fue acusado de
traficar con el 30 % de la heroína y el 75 % de la cocaína que
entraba en Estados Unidos; narcotraficantes como Frank Castro,
acusado por tráfico de un millón de libras de marihuana, Alfredo
Caballero, acusado de tráfico de cocaína y lavado de dinero, Ricardo
Morales Navarrete, Félix Rodríguez Mendigutía, capo junto al propio
Posada Carriles del tráfico de coca para financiar la guerra contra
los sandinistas en Nicaragua, por cuenta de la CIA. Y lo que es aún
peor, muchos fueron marcados como sospechosos, junto a un grupo de
espías de la agencia, en la investigación del asesinato de Kennedy
realizada por un comité del Congreso, trunca desde 1978 ante la
inconmovible postura de la CIA que se niega a desclasificar los
documentos más importantes.
Todo el plan contra Cuba estaba otra vez hilvanado
en Washington, ensayo de respuesta al aluvión de críticas de los
republicanos, especialmente del senador Barry Goldwater, aspirante
ya a ser nominado por su partido como candidato a la presidencia.
Kennedy volvió al empeño de aniquilar la Revolución Cubana con dos
significativas órdenes al secretario de Defensa, Robert McNamara: 1)
Crear una fuerza de tarea a fin de ejecutar un programa de acción
para "prevenir la dominación comunista del sur de Vietnam" y 2)
Preparar un plan para derrocar a Fidel Castro; esta vez cedía a las
exigencias que rehusó aceptar en Bahía de Cochinos, pues orientaba
utilizar "cualquier medio necesario, con el empleo abiertamente de
fuerzas militares de Estados Unidos". (2)